Se extraña el espacio radiofónico de Leonardo Curzio, con todo y Tertulia Política.


En las reglas no escritas del régimen priísta, el “tapado” surgía siempre del Gabinete presidencial, nunca de la presidencia del partido. Al perder el PRI la presidencia, Roberto Madrazo logró, con ayuda de Vicente Fox, hacerse de la presidencia del tricolor. Y desde ahí decidió obtener la candidatura presidencial de su partido a cualquier costo. En parte eso, y en parte la ruptura con el gobierno de Fox, provocó su enfrentamiento con Elba Esther Gordillo, quien abandonó el PRI y se dedico a hacer campaña sucia a Madrazo e inclinar la balanza en su contra. Madrazo se enfrentó también a su partido al orillar al precandidato del TUCOM (Todos Unidos Contra Madrazo), Arturo Montiel, a abandonar la contienda interna al exhibir su gran corrupción. Pero eso, que le dejó el camino despejado a la candidatura, generó una rebelión silenciosa dentro de su partido, llevándolo al tercer lugar en la elección federal de 2006.

Por su parte, Morena surgió como un partido personalista y a modo. AMLO calculó —correctamente— que en el PRD no tendría ya garantizada la candidatura para 2018. Y sabedor que buena parte de los votos obtenidos en 2006 y 2012 se debían a su figura más que a las siglas partidistas, decidió formar su propio partido. Para cuando lo hizo, no surgía aún el Pacto por México, que después le sirvió para justificar la ruptura. La verdadera razón era garantizar su candidatura y el manejo discrecional de los fondos partidistas, lo que ya no podía hacer en el PRD. Su apuesta resultó exitosa, y de ahí el riesgo de que el PRD quede desfondado y se reestructure en Morena, pero ahora bajo el vertical y unilateral mandato de AMLO. No quiso presidir de inmediato su partido como un acto de presunta humildad, pero llegado el momento lo hizo, pues era la mejor tribuna para ganar espacio y visibilidad electoral. Sólo que esa ventaja no era para garantizar su candidatura presidencial (se necesitaría estar loco para disputársela, dice correctamente Yeidckol Polevnsky), sino para ganar terreno a quienes fueran sus rivales de otros partidos (los de la mafia). Pero podrían surgir divisiones en el caso de otras candidaturas, como ocurrió con Ricardo Monreal para el gobierno capitalino, quien —parafraseando al propio López Obrador— se rebeló y fue desechado pese a estar mejor posicionado que Claudia Sheinbaum (en la mayoría de las encuestas, salvo en la oficial en la que apareció en tercer sitio, pero con tal cantidad de no respuestas que el margen de error es enorme y, por ende, los resultados fueron muy poco confiables). Pero como es usual, AMLO aplica varas distintas para Morena y para el resto de los partidos (pues esos son de la mafia). Para él, lo de Monreal no es comparable con lo de Zavala.

El PAN se maneja de manera distinta al PRI y a Morena (de ahí que los precandidatos oficiales a la presidencia para 2006 y 2012, Santiago Creel y Ernesto Cordero, hayan sido derrotados). Anaya ha utilizado su cargo como presidente del partido para hacerse, a cualquier costo, de la candidatura. Dejó tirados en el camino acuerdos con Gustavo Madero (quien lo encumbró), y Rafael Moreno Valle (quien le brindó su respaldo para ganar el partido a cambio de su apoyo para la candidatura presidencial). Anaya aprovechó la tribuna, los recursos y los famosos spots para promoverse, además de reestructurar a modo los órganos directivos del partido. Lo juicioso, para evitar la cantada ruptura de Margarita Zavala, era permitir un juego limpio y equitativo, pero probablemente en tal caso Anaya hubiera resultado derrotado. Y lo sabía. Prefirió seguir buscando su candidatura, corriendo el riesgo de la ruptura, que finalmente ocurrió. Algunos calculan que el costo electoral para el PAN (o el Frente, en su caso) será muy elevado; otros, en el polo opuesto, que será simbólico. Despendiendo de ello, la pregunta que también flota en el aire es si Anaya se consolidará como candidato del Frente —si la salida de Margarita no abre un gran boquete en el PAN— o tendrá que hacerse a un lado para buscar a alguien más competitivo —si el boquete sí es amplio—. Habrá que ver.

Analista político.
@JACrespo1

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