El Día Internacional de la Mujer es la fecha para recordar y honrar la lucha de las mujeres, en todo el mundo, por alcanzar una auténtica igualdad en el ejercicio de los derechos que materializan la dignidad humana.

Si bien es importante reconocer los avances logrados por las instituciones y la sociedad civil, hoy, todavía, necesitamos —más allá de las celebraciones y actos conmemorativos— acciones efectivas que nos permitan lograr la igualdad real entre las personas, pues solo de esta forma será factible garantizar el pleno respeto de la dignidad humana.

El mandato de promoción, protección y respeto de los derechos humanos que la Constitución impone a todo órgano de Estado, supone la realización de acciones idóneas y adecuadas que permitan erradicar toda inercia o situación que cuestione o debilite la consideración de todo individuo como persona capaz de formar su identidad y de realizar las conductas consecuentes con los fines y metas que se asuman.

Las mujeres hemos sido colocadas en situación de desventaja jurídica, económica y social, de invisibilización como personas y de exclusión como ciudadanas, por el simple hecho de ser mujeres.

Hoy, sabemos que el empoderamiento y la igualdad de género no se pueden lograr sin la participación activa de las mujeres mismas en la toma de decisiones políticas. Las mujeres debemos tener las mismas posibilidades de influir en el destino global de la sociedad como lo hacen los hombres. Este es el camino a la igualdad que nos exige el principio democrático y el respeto de la dignidad humana.

El compromiso de todo juez con el principio constitucional de la igualdad va más allá de garantizar el acceso igualitario a la competencia política: abarca todo tipo de acciones que contribuyen a la construcción de la igualdad y el ejercicio efectivo de los derechos de todas las personas.

Estamos conscientes que el aumento de la participación política de las mujeres ha incitado los demonios de la violencia política de género, por ello debemos crear todos los mecanismos necesarios para enfrentarla y erradicarla.

Solo garantizando el pleno respeto de la dignidad y de los derechos de todas las personas, de todas las mujeres, México alcanzará la paz, el desarrollo, la seguridad y el bienestar.

El principio universal que marcó el origen del orden jurídico moderno, fue el principio de la dignidad humana.

Quienes impartimos justicia sabemos que los discursos son sólo palabras, en tanto no se concreten con actos tangibles que tiendan realmente a cumplir el fin anunciado, es decir en sentencias que cambien vidas y reconozcan dignidades.

La conmemoración del Día Internacional de la Mujer debe tener también como fin rememorar las injusticias vividas, porque silenciarlas, negarse a hablar de ellas, como lo señala Ralf Rothmann1, solo conduce a un vacío que, tarde o temprano, la vida termina llenando por su cuenta con la verdad.

Este 8 de marzo es una conmemoración histórica, es una celebración de lo que hemos logrado y, al mismo tiempo, un recordatorio de lo mucho que falta por hacer. Este punto de llegada es un nuevo punto de partida hacia la meta de erradicación de violencia contra las mujeres y de alcanzar la igualdad sustantiva en todos los ámbitos.

Magistrada del TEPJF

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