Es imposible negar que con la designación de Juan Pardinas como director editorial de Reforma los dueños del diario se inclinaron por alguien capaz de jugar un papel político: un perfil claramente opuesto al obradorismo, con fuertes vínculos en el sector empresarial y una parte de la sociedad civil que representa la visión e intereses de ese sector.

Tengo respeto por el ciudadano Pardinas, a pesar de nuestras posiciones divergentes y acalorados debates. No solo es un hombre inteligente y capaz, sino que también ha promovido algunas causas importantes para la sociedad mexicana como es la Ley 3 de 3.

Juan Pardinas ha expresado sus posturas políticas e ideológicas de forma clara y se ha jugado por muchas de ellas. Identifico sus posiciones dentro de una derecha moderna y liberal, aunque por su propia naturaleza encierra siempre el riesgo de derivar en el conformismo frente al status quo o en reducir su perspectiva a los intereses del sector empresarial.

En otros textos he defendido el que los grandes diarios asuman claramente sus posturas ideológicas y simpatías políticas. Poco ayudan a la democracia quienes buscan presentarse siempre como neutrales ocultando sus verdaderas posiciones (https://bit.ly/2QrsGS9). Por eso creo que la llegada de Pardinas puede ayudarle a Reforma a dar ese empuje, a salir del closet.

Pero su nombramiento también me genera dudas. Es claro que la oposición en México está tan desorientada y sin brújula, que una de sus estrategias parece ser la de refugiarse en la prensa. En ese sentido, Pardinas podría ser uno de los opositores más visibles, al menos no se ha perfilado otro desde el reciente manifiesto de Enrique Alfaro en contra de los superdelegados.

Desde luego que el activismo opositor es absolutamente legítimo –incluso necesario–, pero éste no puede confundirse con el ejercicio del periodismo, incluso con un periodismo que esclarece sus posiciones políticas e ideológicas. Un periódico no es una empresa más. Tiene un código de ética y una responsabilidad social que va más allá de los intereses de sus dueños o las preocupaciones de quienes lo mantienen.

Sería interesante saber, por ejemplo, si Pardinas mantendrá igual que hoy el suplemento Club, que a pesar de reportar importantes ingresos a la empresa promueve y enaltece a una clase político empresarial que vive en la opacidad, y en sus páginas celebra el clasismo, la pigmentocracia y privilegios no meritocráticos propios de nuestro mirreynato (valores que el propio Pardinas rechaza). ¿Cómo volverse un periódico con credibilidad si en su primera plana denuncia por corrupción a quienes luego festeja en un suplemento social?

Le pedí a Pardinas definir en una frase cuál considera que es el principal reto de Reforma. Su respuesta fue ésta: “Trabajar por preservar el legado de un periódico que ha sido crítico con gobiernos de todos los colores y que su modelo de sustentabilidad financiera está basado en el apoyo de sus lectores y anunciantes”. El objetivo parece loable para el diario, aunque el perfil de su nuevo director pueda poner en duda la ecuanimidad que habrá en el ejercicio crítico.

Desde su creación en 1993 Reforma ha generado dos contribuciones importantes al periodismo en México: la primera de ellas, haber sido el único diario grande que no se mantiene mayoritariamente de la publicidad oficial, conquistando así una mayor independencia frente al gobierno. La segunda, de alcance más limitado, hablar al ciudadano y no solo al poder a través de una apuesta por una dinámica de información más directa.

Escribir para los ciudadanos y no solo para el poder (político y económico, hay que recalcarlo), debe ser un objetivo primordial de Reforma y de cualquier otro periódico. Pardinas tiene la oportunidad de hacerlo siempre que nos diga desde qué lugar nos habla, con qué intereses y preocupaciones.

En la medida en que lo haga de forma clara y transparente podrá conquistar la credibilidad de los lectores, y quizás acercarse a eso que Ricardo Flores Magón llamaba “un periodismo de luz”; si simplemente permite que lo utilicen o se convierte en una mera correa de transmisión de intereses inconfesados, muy probablemente tendremos un periodismo de sombra. Pago por ver.

Investigador del Instituto Mora
@HernanGomezB

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