Según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval), la pobreza en México disminuyó de 46.2% de la población en 2014 a sólo 43.2% en 2016. Esto es, en principio, muy buena noticia, ya que se revertiría el aumento que ocurrió entre 2012 y 2014, cuando la tasa pasó de 45.5% a 46.2%. A pesar de ello, el número de personas en situación de pobreza en 2016 es prácticamente igual al de 2012 (53.4 millones versus 53.3 millones) y es ligeramente superior al que existía en 2010 (52.8 millones).

Por otro lado, el porcentaje en pobreza extrema habría seguido con su tendencia descendente y sólo afectaría a 7.6% de la población, significativamente menor al 11.3% de 2010, el primer año en el que se midió este indicador.

Los avances parecen ser muy claros, sobre todo por la reducción en varias de las carencias sociales. Sin embargo, es importante no exagerar el optimismo por al menos tres razones:

1) La tasa aún es demasiado alta para una economía de ingresos medios como la mexicana. Los retos en el combate a la pobreza aún subsisten y no debemos reducir los esfuerzos. Otras economías con niveles de ingresos medios similares tienen tasas mucho menores. Esto se debe, en buena medida, a una distribución inequitativa —en México— de los ingresos.

2) La reducción podría ser, al menos parcialmente, un artefacto estadístico derivado de que estas mediciones no son en estricto sentido comparables a las tasas anteriores. Esto se debe a que las cifras de ingreso de 2016 no son en realidad datos obtenidos del trabajo de campo del Inegi, sino estimaciones derivadas de un modelo estadístico realizado por el Inegi para tratar de garantizar la comparabilidad entre las cifras de 2014 y las de 2016. Si bien el ejercicio trató de mantener la comparabilidad, no es del todo claro que se haya logrado. Cuando uno observa la evolución del ingreso por decil, el aumento del ingreso de los deciles más pobres fue desproporcionadamente alto respecto al avance del ingreso promedio (8.5%, 5.3% y 3.8% en los deciles de hogares más pobres versus un aumento de 2.1% en el ingreso promedio). Si este aumento es un hecho real o se debe al tipo de ajuste realizado, es algo que aún deberá ser estudiado y analizado por los especialistas.

3) La reducción podría ser muy vulnerable y fácilmente reversible. Entre 2014 y 2016 se dieron condiciones macroeconómicas que la facilitaron. En particular, el comportamiento de los precios de los alimentos evolucionó de manera relativamente favorable. Sin embargo, en los últimos meses la tendencia empezó a revertirse y hemos tenido aumentos en los precios de muchos productos de consumo popular. A la par de esto, el bajo crecimiento de la economía que se prevé para 2017 y 2018, podría dar lugar a que el ingreso real de los hogares más pobres se contrajera, lo cual potencialmente podría contribuir a un eventual aumento de la pobreza entre 2016 y 2018.

En suma, los resultados de 2016 son positivos y alentadores. Hay buenos indicios de avances en el combate a la pobreza. No debemos, sin embargo, echar las campanas al vuelo. Hay incertidumbre y riesgos sobre estos avances, lo cual nos debe llevar a tomar estas cifras con un cierto optimismo cauteloso.

Economista

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