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Desde las dos de la tarde, las calles de Manzanillo se vaciaron y prácticamente no quedaron negocios abiertos.
Sobre el Boulevard Miguel de la Madrid las ventanas de cientos de negocios fueron tapiadas con madera, con la esperanza de que sean capaces de resistir el embate de uno de los huracanes más potentes de todos los tiempos.
A las 2:30 de la tarde, el fenómeno meteorológico comenzó a mostrar su fuerza derribando palmeras y ramas, pero también árboles completos, marquesinas, señales de tránsito y enormes palapas de lona para los comensales de un restaurante.
Los primeros estragos animaron a los hoteles de lujo en Manzanillo a desalojar a la mayoría de sus clientes. Las Hadas se quedó sin huéspedes y trabajadores a las ocho de la mañana. En total, 110 personas abandonaron sus instalaciones ante el temor generado por Patricia.
El caso opuesto era el Hotel Tesoro Manzanillo, en el que 104 huéspedes decidieron quedarse. "No voy a perder mis vacaciones por un mal día, tenemos todo el fin de semana para disfrutar de nuestro viaje en familia", afirmó Salvador Espinosa.
Trabajador de la construcción, Salvador llegó a Manzanillo desde Guadalajara junto con más de 30 de sus familiares que habían alquilado un autobús. Antes de hospedarse fueron advertidos por los trabajadores del impacto del meteoro, el más fuerte que se haya registrado en la historia moderna desde 1950.
"Yo trabajo en la construcción, sé que estos muros son de hormigón, si no los ha tirado un terremoto mucho menos le va a pasar algo por un huracán", dice despectivo, mientras bebe algo para matar el tiempo.
La tranquilidad de los huéspedes contrastaba con la situación de emergencia que se vivía en el puerto colimense. Vehículos de la Armada de México, Policía Federal y Policía Municipal realizaban constantes rondines por las calles desiertas de Manzanillo.
El responsable de esa calma, casi como un acto de fe, fue el Gerente del Hotel, Víctor Martín del Campo, quien desde un día antes ordenó preparar un refugio en el séptimo piso del inmueble, lejos de las olas que alcanzaron alturas superiores a los cinco metros, pero con salida de emergencia directa a la calle.
Dispuso de un equipo de alrededor de 40 personas para apoyar a sus huéspedes, preparó dos salones de eventos con camas y dispuso de refrigerios para su refugio de vacacionistas. Sin duda, un albergue de lujo frente a las condiciones que enfrentan en los albergues que las autoridades improvisan en escuelas y edificios públicos para recibir a gente de clase humilde.
Pero la verdadera garantía para sus huéspedes, fue la información que les dio. "Me siento tan seguro aquí, que traje a mi esposa y a mis hijos", les dice. Agrega que la peligrosidad del fenómeno, obligó a desalojar a más de 300 personas, contra 104 que decidieron continuar sus vacaciones, cifra "manejable" para una situación de emergencia.
Para Alberto Farías, trabajador del ramo hotelero durante toda su vida, Patricia es su tercer huracán. Por más de 20 años se ha especializado en protección civil. Explica que la labor del hotel no se hizo de manera aislada, ya que en días anteriores la Armada de México y el Ejército Mexicano realizaron recorridos por el lugar para verificar si era seguro o no.
Sin embargo, reconoce que ante Patricia no hay historia que valga y que todavía deberán enfrentar lo peor. "Es la prueba de fuego para todos estos años de preparación en la materia.
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