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Si en vida sus admiradores cantaron los temas de Juan Gabriel como composiciones propias, a su muerte El Divo de Juárez también les pertenece.

El cariño de su público se vivió a las afueras del Palacio de Bellas Artes la noche del lunes.

Luego de que la Secretaría de Cultura anunciara que el palacio permanecería abierto toda la noche, miles de personas se congregaron sobre la Avenida Juárez para cantar a coro los temas más famosos de Juan Gabriel, dispuestos a recorrer una de las tres filas que se instalaron sobre la Alameda Central, y esperar más de dos horas para dar el último adiós.

“Después de Juan Gabriel sólo nos queda el silencio”, confesó Yanina Palacios, quien viene de Perú y acababa de hacer una nueva amistad con la mexicana Marta Barrón.

“El culpable de que me gusten sus canciones es Juan Gabriel mismo. ¿Quién más? A los peruanos nos dedicó una canción en la que cuenta su llegada al Aeropuerto de Lima, cómo lo recibió la muchedumbre, lo llevó a su hotel. Le cantó al amor y a la vida”, dijo Yanina, quien detuvo el llanto con un abrazo de su amiga mexicana.

Al palacio llegaron familias y grupos de amigos que entonaron “No tengo dinero” y “Abrázame muy fuerte”.

Hubo una constante en los 500 mil admiradores de Juan Gabriel que hicieron fila esta noche. A la mayoría no le importa si las lentejuelas eran de buen gusto, ni si algunas de sus canciones cuentan historias homoeróticas. Para ellos el repertorio de Juan Gabriel tiene un tema para cada momento: el amor, la esperanza, el duelo.

Una de las que prefiere el amor de El Divo de Juárez era Gabriela Alejandra, de Tlatelolco, quien llegó acompañada de su hijo Aldo: “Para verlo en el concierto que dio en Bellas Artes vendí gelatinas. A mis hijos les decía que él era su papá. Lo amé toda la vida”. Contó que el primer disco lo tuvo a los seis años de edad, “Siempre en mi mente”, en formato de acetato de 33 revoluciones. Fue un regalo de los Reyes Magos, financiado por su madre, quien lavaba ropa ajena en la colonia San Rafael.

Si el homenaje a Juan Gabriel congestionó esta última velada en la Alameda Central, una noche antes el aeropuerto de Monterrey había congregado de viajeros que buscaban un boleto para asistir al Palacio de Bellas Artes. Las aerolíneas reportaron sobredemanda y decenas de pasajeros tuvieron que esperar los primeros vuelos de la mañana para despedir al cantautor.

“Esperamos en el aeropuerto desde las tres de la mañana y nuestro vuelo que salió a las 12:30”, relató Mariana Villarreal.

“Nos vinimos directo para acá. No hemos comido. No queremos perder el lugar. Yo tenía como 12 años cuando lo empecé a escuchar. Mis hermanas y yo compramos sus discos. ¿Cómo no iba a venir a despedirlo?”

Juan Gabriel no compite con nadie porque los mitos no recurren a estos duelos de celebridad.

Se lees cree, se hacen propios y se cuentan mil veces.

Cada versión del mito es distinta y poco importa la veracidad de lo que se cuenta, desde las peticiones en redes sociales para rebautizar la estación del Metro Juanacatlán con el nombre de “Juangacatlán” hasta las historias que circulan en la Plaza Garibaldi sobre la “no-muerte” de El Divo de Juárez.

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