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¿Un tercer hombre araña en 15 años? Sam Raimi hizo El hombre araña (2002), El hombre araña 2 (2004) y El hombre araña 3 (2007) con la intención de agotar su mitología. El díptico de Marc Webb, El sorprendente hombre araña (2012) y El sorprendente hombre araña 2: la amenaza de Electro (2014) contaba la historia desde otra perspectiva, con variaciones en la mitología y algunos personajes. Incluía más chistes y efectos especiales cercanos al cómic original años 1960 de Stan Lee & Steve Ditko.

o dio para mucho. Hoy aparece Spider-Man: De regreso a casa (2017), tercer filme del audaz independiente Jon Watts convertido en neoestilista del fatigado cómic. Cuenta no el origen de Peter Parker (Tom Holland, el más adolescente hombre araña de todos), sino su inserción en Los vengadores, tras su instante de gloria en Capitán América: civil war (2016, Anthony & Joe Russo).

Parker vive con una tía May (Marisa Tomei) más joven y sexy, tiene de padre sustituto y mentor al mismísimo Tony Stark (Robert Downey), y enfrenta un nuevo villano: Vulture (Michael Keaton), alguien demasiado humano que lucra con restos de la tecnología Chitauri sobrante de The Avengers: Los vengadores (2012, Joss Whedon).

Con un guión hecho entre seis (el director, su socio Christopher Ford, el irregular tándem irreverente de Jonathan Goldstein & John Francis Daley, el especialista en comedia Chris McKenna, más el veterano productor televisivo Erik Sommers con tablas en la factura de escenas concisas), la nueva aventura no es un re-inicio, como las versiones 2012/2014, que intentaron una historia deliberadamente anacrónica, primitiva. E inútil. Es una re descripción acorde con el imaginario comercial del expandido Universo Marvel y sus reciclamientos.

Si bien el hombre araña ya aguantó seis películas, sólo avanza hasta cierto punto. Para replantearse en cada secuela, cambiando novia y villanos. La falta de progresión es sintomática: como mito fílmico no evoluciona, se estanca; ¿sin punto de retorno porque la idea es que sea un eterno adolescente?

Watts solventemente se concentra en la angustia de Parker como superhéroe, con su amigo cómplice niño-genio Ned (Jacob Batalon), la idealizada amada Liz (Laura Harrier), y la simpática amiga Michelle (Zendaya). Tiene sus momentos, sobre todo con Vulture, las rutinas cotidianas y la renuncia al mito ya visto y conocido. En conjunto esta redescripción de un Parker escolar tiene suficiente diversión, entretiene; Watts la sostiene con ingenio y buena acción. Pero otra secuela significaría ya chotear la extenuada imaginación sobre el hombre araña.

En Graduación (2016), quinto filme del vanguardista tres veces ganador en Cannes con tres cintas diferentes Cristian Mungiu, hay un espléndido drama vuelto devastadora poética, de imágenes traslúcidas, contundentes, sobre la Rumania estancada en el pasado. Aquí, el preocupado y paternal médico Romeo (Adrian Titieni) tiene fe en que su hija Eliza (María Dragus) se gradúe para irse al futuro promisorio que Inglaterra representa.

Mungiu describe un ambiente frío que, primero con un acto de violencia contra Eliza y luego por las decisiones de Romeo, se vuelve la telaraña de una asfixiante dinámica corrupta.

Sin atisbos de melodrama, Mungiu narra con fuerza visual contundente, como si su cámara fuera un bisturí (inspirada foto del debutante en el largometraje Tudor Vladimir Panduru), para dejar en cada plano la crisis emocional y social en carne viva, sin incurrir en lo panfletario. Magistral e inquietante.

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