En aquellos años no había empacho de mostrar piel ante el grito escandalizado de los defensores de las buenas costumbres, que los mal miraban.

Entre “drogas”, los melenudos le dieron rienda suelta a todo tipo de pasión.

Con pretexto de la música, Woodstock y Avándaro fueron los lugares donde miles de personas disfrutaron de noches sin medida. Por ejemplo, en Woodstock la falta de agua potable y comida no fue impedimento que por tres días en 1969 los asistentes disfrutaran sin pudor.

Según las publicaciones de este diario, Woodstock terminó con varios heridos, con el uso indiscriminado de drogas y con algunos nacimientos adelantados.

La estridencia de los seguidores opacaron a la música. Representantes de aquella época donde el amor y rock eran las banderas de los jóvenes, quedaban atrás. La sorpresa de los narradadores se enfocaba en los gritos, los bailes y los escasos límites que habían en esas reuniones.

La historia no fue distinta para Avándaro en México. “Con ruidos ensordecedores empezaron hoy en la noche a través de la carretera cerca del lago, a concentrarse los hippies y conjuntos musicales de rock en esta población.

“Hay un desfile de fanáticos rocanroleros e hippies por todos lados. Por la noche se empezaron a levantar los campamentos de melenudos, en tanto que otros se acostaron la vista fija hacia el cielo sin abrigo ninguno, mujeres y hombres se reunieron por grupos ante fogatas y cantaron”, narraba EL UNIVERSAL el 12 de septiembre de 1971.

“Una fiesta de amor, música y... drogas”, se titulaba a las crónicas de la reunión de los hippies. De esos hombres y mujeres que creían que la comunión entre el ser la tierra y la música acabarían con todos los problemas.

“Sede de una extraña reunión, la de 100 mil jóvenes que asistieron al primer festival de Rock y Ruedas. El festival fue, para la gran mayoría, un pretexto para desenfrenar su afición por las drogas, pues el uso de la marihuana, por ejemplo, fue abierto, ya que era, en el pensamiento de los miles y miles de hippies de todo el país, parte de la diversión; hacer el viaje o ponerse macizos era fundamental para estar en comunión permanente con la naturaleza”, escribió Xavier Mendoza.

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