Desde que asumió el cargo, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha demostrado un genuino interés en cumplir con las promesas que lo llevaron al poder, por lo menos en cuanto a la relación bilateral con México. De este modo, la construcción del muro, la renegociación del Tratado de Libre Comercio y el rechazo a la inmigración indocumentada han estado en la agenda y en la discusión pública.

Trump dejó atrás todo esfuerzo por promover las buenas relaciones con nuestro país; privilegió su discurso nacionalista, proteccionista y demagógico. El 31 de mayo pasado, su gobierno anunció la imposición de aranceles a productos provenientes de México. En respuesta, las autoridades de nuestro país anunciaron que interpondrán un proceso de solución de controversias contra la nación vecina ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) por la aplicación de aranceles.

México no es el único país que padece las decisiones unilaterales y arbitrarias de Trump. La imposición de aranceles aplica también a Canadá y la Unión Europea. En el caso mexicano, la posición asumida es que las respuestas del gobierno serán proporcionales a las consecuencias de las decisiones que toma Trump. Las relaciones comerciales de Estados Unidos no solo están en etapa de revisión, sino en riesgo de que las confrontaciones aumenten en el mediano plazo.

Con su cerrazón, con el privilegio a las políticas proteccionistas, Trump evidencia su profunda incomprensión del mundo en el que su país ocupa un lugar preponderante. El líder de la nación más importante del mundo en materia económica, política y militar sigue demostrando su impericia para desempeñar adecuadamente las responsabilidades que se le otorgaron en las urnas. Ante ello hay que permanecer preparados y en vigilia.

Mientras tanto, el gobierno mexicano tiene el deber de agotar los medios legales a nivel internacional con el fin de manifestar su inconformidad ante la imposición unilateral de aranceles a productos nacionales. Además, es necesario encontrar nuevas oportunidades comerciales con Canadá y la Unión Europea, así como en aquellas regiones del orbe en donde lo hecho en México sea competitivo en el mercado.

La relación entre México y Estados Unidos pasa por un momento delicado debido en buena medida a la hostilidad persistente de Trump, quien no ha comprendido la importancia de los vínculos entre ambas naciones. No hay elementos que permitan concluir que esta dinámica se transformará en el corto plazo, por lo que es necesario prepararse como nación ante los embates que continuarán desde la Casa Blanca. Hay que tomar la dignidad como bandera y base de esta nueva relación para que estas complejidades se superen en los mejores términos.

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