En épocas en que la transparencia y el acceso a la información se abrieron paso en las leyes mexicanas, lo que ocurría en el entorno presidencial siempre se mantuvo reservado bajo el argumento de que se trataba de asuntos de seguridad nacional.

Ahora que la residencia oficial de Los Pinos dejó de ser la casa presidencial muchos secretos comienzan a salir.

Información que publica hoy EL UNIVERSAL revela construcciones levantadas al deseo de cada habitante sexenal en un espacio de más de 50 mil metros cuadrados, que si no eran suficientes se tomaban algunos metros del bosque de Chapultepec.

En el sexenio de Vicente Fox Quesada se conoció la construcción de dos cabañas para que en una habitaran él y su esposa, y en la otra, los hijos del guanajuatense. Felipe Calderón Hinojosa las ocupó, pero Enrique Peña Nieto ordenó la demolición de una para edificar oficinas de la Primera Dama.

Además de cabañas, se construyeron edificios. Con Calderón se inauguró el edificio Centenario y con Peña, el Esmeralda. Inmuebles de los que se ignoran licitaciones así como costos de su levantamiento y equipamiento.

En lo que va de este siglo se tiraron edificaciones para levantar otras, según los intereses y gustos del mandatario en turno.

Funcionarios involucrados en las nuevas actividades que se pondrán en marcha en el Complejo Cultural Los Pinos aceptan que hasta este momento no conocen todos los espacios: “Debajo de un edificio hay otros espacios, hay cuartitos”. En materia arquitectónica prevaleció la anarquía. Se construía sin permisos, sin inspectores, “al gusto del presidente”. Con Peña Nieto también se realizó una cancha de futbol rápido e incluso tienen información de que había un simulador de vuelos profesional.

En todas las modificaciones hechas a la antigua residencia oficial fue común remodelar espacios, tirar construcciones, cambiar muebles, llevarse los muebles, sin tener que dar información del uso de los recursos económicos y materiales.

La instancia que debió ser ejemplo de transparencia fue discrecional en el manejo del gasto. Las evidencias del derroche y de los caprichos quedan exhibidas con la apertura de lo que fue residencia de más de una docena de mandatarios.

El actual gobierno tiene el desafío de ser diferente a los que le antecedieron, aunque no tendría que convertirse en un tema complicado. Basta con el uso eficiente de recursos y transparentar de manera clara su ejercicio. Una fórmula nada complicada.

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