El país ha acumulado 18 años de cifras de homicidios que no dejan de crecer. En este periodo la ciudadanía ha tratado de protegerse y de modificar sus rutinas ante los cotidianos hechos de violencia, mientras los gobiernos de todos los niveles (municipal, estatal y federal) han ensayado diferentes estrategias para frenar la criminalidad, con escaso éxito.

El reporte que dio a conocer ayer el Inegi contiene números fríos, indiscutibles, respecto a 2018: 35 mil 964 homicidios, casi tres veces la cifra registrada en 2000; una tasa de 29 asesinatos por cada 100 mil habitantes, cuando a inicios de este siglo era de alrededor de 10 por cada 100 mil; siete estados concentraron el año pasado más de la mitad de los casos de homicidios.

En estos últimos tres sexenios se adoptaron diversas tácticas para combatir el crimen, que al poco tiempo eran desechadas por nuevas autoridades. Se destinaron millonarias partidas para crear cuerpos policiacos que nunca maduraron. El Ejército fue sacado de los cuarteles para patrullar las calles en las zonas con mayor delincuencia.

La falta de continuidad en la consolidación de fuerzas policiacas, a la vez en que se insistía en reforzar la presencia militar sin adoptar otras acciones paralelas, fue un guión cuyo desenlace casi siempre se dio en la misma línea: contención momentánea de la violencia para resurgir –incluso con mayor fuerza– en corto tiempo.

No todo, sin embargo, puede cargarse a la cuenta de los poderes ejecutivos, tanto federal como estatales. En el Congreso de la Unión no hubo acuerdos para impulsar una estrategia federal de seguridad; el mando único policial, por ejemplo, quedó en el limbo, sin que se le concediera el beneficio de la duda.

Otro aspecto que quedó relegado fue la mejora de las condiciones socioeconómicas de las corporaciones policiacas: los bajos sueldos, la escasa capacitación y la falta de dotación de equipo resultaron en una situación de vulnerabilidad para miles de policías en el país. El sexenio pasado se dieron casos frecuentes de policías municipales que fueron infiltradas de manera total por bandas criminales.

Como se ha mencionado en este espacio, lo valioso de los reportes que proporcionan instituciones como el Inegi es que se pueden ver los claroscuros de un problema específico. En materia de homicidios hay estados con índices similares a países europeos y hay otros que lograron reducir la inseguridad, a pesar de que hace cuatro o cinco años estaban al frente de la tabla. Mucho de las experiencias locales, pueden replicarse a nivel nacional. No sería malo voltear a verlas.

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