Una de las organizaciones más sangrientas que han surgido en el mundo del narcotráfico, Los Zetas, tuvo su origen en las filas del Ejército mexicano. Se trataba de un grupo de alta preparación para misiones especiales que desertó de la milicia para convertirse en el brazo armado del Cártel del Golfo.Preocupa que la repetición de esa historia esté latente en el país. EL UNIVERSAL publica hoy que más de 6 mil efectivos desertaron de 2015 a finales de 2018, tanto del Ejército como de la Marina. Malos tratos, bajos sueldos para el nivel de riesgo involucrado, confrontación con lo peor de la violencia, largas horas en vigilia, exposición a las peores condiciones climáticas y ya ni hablar de ver la muerte de un compañero o sufrir heridas en carne propia, son sólo algunas de las situaciones que hombres y mujeres de las fuerzas armadas mexicanas tienen que enfrentar al poner su vida al servicio de la Patria.

Se trata de una labor que exige de muchos de estos elementos humanos la parcial desvinculación con sus familias, y la entrega irrestricta de todo su tiempo, salud e integridad física al cuidado de la seguridad y la vigilancia de territorios y personas con los que tal vez no sientan mayor compromiso o afinidad al estar alejados de sus raíces o sus vínculos emocionales, amén de no sentirse siquiera recompensados con beneficios económicos o por lo menos con reconocimientos institucionales.

Por lo anterior, preocupa conocer que muchos efectivos militares abandonan las instituciones castrenses por decepción, desgaste físico o franco miedo, pero angustia más saber que algunos de estos elementos llegan a desertar porque han recibido ofertas de la delincuencia organizada para unirse a sus filas, poniendo al servicio del enemigo el entrenamiento y la experiencia que recibieron.

México vivió ya una experiencia de horror por la carencia de controles sobre el personal que abandona el Ejército. Vendría bien que hubiera seguimiento a ellos y una sensibilización para quien descubre que la rigidez castrense no es lo suyo. Actualmente muchos de los desertores se quedan sin oportunidades de empleo debido a que se genera un antecedente a nivel federal y se anula la posibilidad de ingresar a corporaciones policiacas o de seguridad privada.

En principio, las fuerzas armadas tendrían que plantearse retener al mayor personal posible mediante estímulos y beneficios de toda índole, pero también abrirse a la opción de que algunos de sus elementos deciden dejar las filas castrenses por razones válidas, salida que debería darse en los mejores términos y condiciones para cerrar la posibilidad de que terminen enrolándose en organizaciones delictivas.

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