En diciembre pasado, con la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia, parecía que se retomaba una época de acercamiento entre los Poderes Ejecutivo y Legislativo, luego de casi dos décadas de desencuentro.

Apenas por segunda vez en lo que que va del siglo, en diciembre un jefe del Ejecutivo asumió su cargo de una forma civilizada. No faltaron protestas de la oposición en el recinto de San Lázaro (panistas desplegando mantas contra la visita de Nicolás Maduro, por ejemplo), pero el protocolo se cumplió sin contratiempo.

La vez anterior en que una ceremonia ocurrió sin incidentes fue el 1 de diciembre de 2000, con la asunción de Vicente Fox. En 2006, Felipe Calderón asumió de manera tortuosa y poco convencional, al ingresar por una puerta trasera, cuando la oposición tenía tomada la tribuna de la Cámara de Diputados. En 2012, Enrique Peña Nieto rindió protesta en medio de un Congreso blindado y de violentas manifestaciones en las calles.

En esta administración las señales indicaban que habría comunicación entre ambos poderes… hasta ayer.

El martes estaban citados a comparecer ante comisiones del Congreso los secretarios de Energía y de Hacienda, así como los titulares de Petróleos Mexicanos y de la Profeco, pero cancelaron en el último momento. Los legisladores asistentes se enteraron 20 minutos antes de que diera inicio.

La presencia de los servidores públicos fue requerida para que explicaran el problema del desabasto de combustible que se registra en el centro del país y la estrategia para enfrentar el robo de gasolina.

La práctica de llamar a funcionarios federales es una de las más comunes y propias de todo régimen democrático y republicano. El Legislativo, con la representación popular, cita a quienes ejercen la tarea de gobernar para conocer las acciones que realizan ante situaciones que afectan a la población.

Los funcionarios ausentes perdieron la oportunidad de exponer en una tribuna pública el problema de la escasez que ha causado malestar en un amplio sector de la ciudadanía y al mismo tiempo incurrieron en una descortesía —por decir lo menos— hacia otro de los Poderes de la Unión.

En medio de una medida que ocasiona polarización, se requiere total transparencia de las acciones tomadas y nadie podía informar mejor que los encargados de las dependencias involucradas.

La rendición de cuentas es una característica de todas las democracias, pero desafortunadamente esta vez no fue la prioridad.

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