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Para entrar al Cielo no hay que tocar alguna puerta, sino navegar, a bordo de un bote, las aguas transparentes del mar Caribe. No hay ángeles o santos que den la bienvenida, más bien cientos de estrellas de mar imposibles de contar y tocar. Sus guardianes son mantarrayas y bancos de peces que se pasean tranquilamente en este arrecife, alejado apenas 80 metros de la costa de Cozumel.

El visor y las aletas hacen más fácil el encuentro con las estrellas, permitiendo admirar su textura y color: hay punteadas, lisas, amarillas, naranjas... Ese tapiz se observa a seis metros de profundidad. Es común verlas alimentarse de esponjas o estirando sus tentáculos para avanzar a donde las acaricien los rayos del sol.

Este firmamento marino no es lo único que encuentras en el extremo sur de Cozumel, también está Palancar, un arrecife con pasto marino donde los tiburones gata duermen, y Colombia, con sus tortugas y paredes de coral.

Los tres paraísos están dentro de Punta Sur, una extensa reserva natural con mangles y playas remotas. Para recorrer el complejo se rentan jeeps, para descubrir los restos de la Tumba de El Caracol, que los mayas construyeron para la orientación de las rutas marítimas.

El paseo termina en el faro de Celarain, convertido en Museo de la Navegación. Son cinco salas con barcos piratas y de la Colonia.

Aventura sobre el “pequeño mar”

El corazón de Chankanaab es líquido y turquesa. En él se guardan secretos mayas, pero también tesoros de piratas; eso dicen los guías cuando se refieren a la laguna que hay dentro del parque natural homónimo. Sobre el cuerpo de agua hay un circuito de tirolesas que te hacen volar por la selva: siete cables para que la adrenalina vaya en aumento cuando cruces dos puentes colgantes sobre un criadero de cocodrilos. Hay que mirar hacia abajo para verlos con sus fauces abiertas.

Después de volar durante casi 50 minutos, hay que aterrizar, deslizándose por un tobogán acuático sobre una cámara de neumático.

La entrada a Chankanaab —que en maya significa “pequeño mar”— incluye un un tour ecoarqueológico y esnórquel en las caletas y arrecife.

Tequila y chocolates

Una margarita en la playa no podría faltar. Para eso hay que ir al parque Discover Mexico, que cuenta con personal certificado por Tequila José Cuervo para enseñar a diferenciar un buen destilado blanco o reposado de uno añejo.

Después de la cata, se imparte una clase para elaborar una buena margarita, junto a la barra del maestro tequilero.

La experiencia se puede combinar con el tour de chocolate, que además de aprender su antiguo valor comercial, te permite hacer tu propia barra con ayuda de unos molinos tradicionales.

Al final sirven un buffet de cocina mexicana y se puede recorrer un museo de artesanías y réplicas de pirámides.

Sueños líquidos

Después de una intensa actividad bajo el sol, las camas con vista al mar del Hotel B Cozumel te darán un descanso merecido. Es el único hotel boutique de la zona, pero más que un alojamiento con restaurante y bar, es un museo de arte mexicano: cada objeto que lo decora fue trabajado a mano por maestros artesanos, y las piezas están a la venta: desde cojines hasta portavasos.

En el Taller Bohemia hay clases de pintura de alebrijes, fotografía y elaboración de cocteles.

Su principal punto de encuentro es la alberca en forma de “u” con una vista infinita al mar. Está rodeada por caletas de agua dulce.

GUÍA DEL VIAJERO

Quién te lleva. Aeroméxico ofrece vuelos redondos desde cuatro mil 500 pesos, impuestos incluidos. aeromexico.com

Hotel B Cozumel. Habitaciones desde mil 800 pesos por noche. www.hotelbcozumel.com

Entradas a las atracciones Chankanaab: 21 dólares; Punta Sur: 14 dólares; Tour tequila y chocolate: 42 dólares, con alimentos incluidos.

Paseo a los arrecifes de El Cielo, Palancar y Colombia: desde 500 pesos por persona.

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