1. Catacumbas y Père-Lachaise.

Cualquier recorrido por la contracara de París debe incluir dos superclásicos. El primero está bajo tierra y es el osario formado por el almacenamiento de restos humanos (esencialmente, cráneos) en canteras que quedaron en desuso cuando se ocuparon los terrenos de antiguos cementerios para construir nuevos barrios en el siglo XIX.

El segundo es la necrópolis más famosa, el cementerio Père-Lachaise, que tiene más "residentes" ilustres que cualquier otro camposanto en el mundo: desde Abelardo, el sabio medieval, hasta el rockero  Jim Morrison.

Las visitas se convierten en una "cacería de tumbas", a solas y con mapa en mano o en grupos guiados.

2. Casa Deyrolle. El arca de Noé inmóvil

Durante décadas, para alumnos franceses las Ciencias Naturales fueron sinónimo de las "planches Deyrolle": grandes láminas ilustradas colgadas sobre las paredes de las aulas para mostrar desde el esqueleto de algún animal prehistórico hasta los más peligrosos hongos silvestres europeos. La casa editora de aquellos afiches didácticos, ya convertidos en objetos de colección y culto, tiene un gabinete de curiosidades en su sede parisiense. Es una especie de bestiario de taxidermistas.

Está abierto al público y la visita es más bien intrigante. Se camina en medio de decenas de animales fijados para la eternidad en poses que pretenden  ser lo más naturales posible y siguen a los visitantes con sus inmóviles ojos de vidrio.

3. Montmartre: el pasaje de las brujas

Hasta hace pocos años todos podían conocerlo: brujas, brujos o simples mortales. Desgraciadamente ahora hay que ser uno de los copropietarios o hacerse invitar para caminar por el Passage de la Sorcière, el Pasaje de la Bruja. Es el último rezago de lo que fue el monte de Montmartre cantado por los chansonniers y poetas del siglo XIX.

El caminito pasa delante de una roca de forma irregular donde crecen plantas silvestres. Los más racionales piensan que es el vestigio de una fuente medieval. Los demás están convencidos de que es un señalamiento para seres mágicos y hechiceras. Las dos entradas del pasaje están en el 23 de la avenida Junot y el 65 de la calle Lepic.

4. El Manoir: escalofríos garantizados

En París hay un lugar donde es posible cruzarse con varios de los personajes más tenebrosos de su historia o algunas de sus leyendas más escalofriantes, como el pastelero sanguinario, las gárgolas de Notre-Dame, el cocodrilo de las alcantarillas o el fantasma de la Ópera. El Manoir es una atracción bastante reciente, que abrió sus puertas en 2011.

Propone un recorrido a lo largo de dos pisos de una gran casona en el barrio de la Gare de l'Est. El recorrido pasa por salas terroríficas, donde se reconstruyen historias macabras. El Manoir de París es especialmente visitado en ciertas ocasiones como Halloween y para la apertura de nuevas atracciones. La más reciente se llama Asylum y promete a los presentes volverlos "locos de terror".

5. Pigalle: a la caza de los fantasmas

Cada ciudad tiene sus mansiones embrujadas y París no es la excepción. En la calle de la Grange-aux-Belles hay gente que dice haber escuchado llantos, gritos y ruidos de cadenas. A la altura del actual N° 53 de aquella vía del noreste de París estaba situada durante la Edad Media la horca de Montfaucon. Allí se ejecutó a miles y miles de personas a través de los siglos. Algunos espectros debieron quedar vagandode noche. Pero la casa embrujada más famosa de la capital francesa está en la Avenida Frochot 1, en el barrio de Pigalle.

El fantasma de una criada sería la causa de una serie negra de muertes súbitas, abandonos y enfermedades fulminantes que afectaron a los distintos propietarios de la mansión a lo largo del siglo XX. La cantante Sylvie Vartan la ocupó un breve tiempo antes de huir repentinamente. Se dice que espantada por ruidos raros...

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