La selección italiana se dio un baño de autoestima, en su debut en la Eurocopa, al doblegar a Bélgica (2-0) con una lección de oficio y realismo.

Con un zarpazo de Giaccherini en la primera mitad y un golazo de Pellè en el 93’, que desató la locura en la grada transalpina, la escuadra de Antonio Conte demostró que quizá no tenga el caché de otros torneos, pero que lleva en la sangre el carácter competitivo que ha hecho de la Nazionale un grande del futbol europeo.

Bélgica llegaba con la etiqueta de favorita, gracias a una plantilla plagada de jugadores de gran talento, pero chocó contra la poderosa defensa italiana y el descaro de todos sus volantes.

No hubo necesidad de regar el césped. Los dioses se encargaron de prepararlo. Una hora antes del juego cayó una tormenta y después se abrió el cielo como por arte de magia para dar la bienvenida al esperado espectáculo.

El partido no defraudó, sobre todo en la segunda mitad. En la primera hubo más intensidad y nervios que buen juego. Bélgica trató de llevar la iniciativa, pero caía una y otra vez en la tela de araña tejida por la zaga de la Azzurra.

Recién cumplida la primera media hora de juego, Italia asestó un derechazo magistral y mandó a la lona a su rival.

Desde el centro del campo, Bonucci envió un balón al corazón del área. Giaccherini lo atrapó tras ganarle la espalda a Alderweireld y con un sutil disparo cruzado superó a Courtois. El despiste de la zaga belga fue monumental.

El destino fue cruel para los belgas, puesto que cuando más parecía que podían empatar, Italia armó un último contraataque letal. Sobre la hora, Pellé recibió un extraordinario centro de Candreva y armó una preciosa volea que rubricó la victoria del eterno favorito.

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