La voz de Melquiades Sánchez Orozco representa el alma del Estadio Azteca. Son inseparables, como si se tratara de siameses. No se reconocen uno sin el otro.

Da las alineaciones, los goles, y cualquier incidencia que ocurra en el ‘Coloso de Santa Úrsula’.

“Llegué a ser la voz oficial casi desde que se inauguró el Estadio, en la segunda semana llegué y desde entonces he estado aquí”, comparte el locutor, quien asegura que el amor a su trabajo es lo que lo mantiene activo e inagotable.

Al principio, no había ido a la cita de trabajo para ser el hombre del sonido local. Le habían dicho que tenía buena voz, pero no creyó que era el elegido por Emilio Azcárraga Milmo para esa tarea, en la que sigue hasta laborando hasta ahora. Estaba predestinado a ser la voz del recinto futbolístico más emblemático del balompié mexicano.

Don Melquiades no lleva la cuenta de cuántos partidos se han desarrollado con su voz. “No sé si son como seis mil o más juegos oficiales y no oficiales, dependiendo de quién lleve esos números”.

El secreto de Sánchez Orozco es seguir con la naturalidad de siempre y “no gritar ni nada”. Ni siquiera tiene que esforzarse para que su timbre de voz se quede en la memoria de los aficionados que visitan el Azteca. 

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