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daniel.blumrosen@eluniversal.com.mx
Parecía una acción muy lejana, enterrada en el pretérito, mas lo que estaba clavado en los corazones auriazules era la daga puesta por el árbitro Alfredo Peñaloza con aquel inexistente penalti marcado tras el choque entre Javier Cortés y Rafael Sobis.
Lo que explicó que varios jugadores de los Pumas amagaran con devorarse al juez tras el silbatazo final. Se sintieron robados, pero lo que más les lacero fue saberse prácticamente sin opciones de dar la vuelta olímpica pasado mañana.
Porque el 3-0 reflejado en las vetustas pizarras del estadio Universitario es lapidario. Los dirigidos por Guillermo Vázquez sucumbieron en la batalla de los sentimientos y el adversario no los perdonó. Fiesta norteña con aroma a título, gracias a otra destacada velada de ese depredador francés que llegó a Monterrey para conquistar corazones.
Y provocar fuegos artificiales. Los latidos tigres se incrementaron y el cielo regiomontano fue iluminado mientras André-Pierre Gignac celebraba la cristalización del doloroso penalti para el visitante. Alejandro Palacios adivinó el costado decidido por el galo. El problema es que al ensayo le sobró decisión (14’).
Gol catártico. A partir de entonces, los líderes perdieron hasta el estilo. Matías Britos, Gerardo Alcoba y Darío Verón protestaron cada señalización; Fidel Martínez intentó vender igual que Sobis. Se llevó el cartón amarillo.
Para entonces, Jürgen Damm y Javier Aquino ya habían despedazado a la retaguardia puma. Triste noche para Luis Fuentes y Marcelo Alatorre, incapaces de controlar al par de gacelas traídas a Ricardo Ferretti para este campeonato. La veracruzana fue la más peligrosa.
Es cierto que el ex futbolista del Villarreal marcó un tanto digno de museo (28’), pero el hombre de ascendencia alemana se robó la noche con su velocidad y arrojo. Lo único que le faltó fue precisión en los servicios. De haberla tenido, Gignac y Sobis habrían gozado de inacabable parque.
Ferretti pareció tener clemencia de su alumno, Guillermo Vázquez, cuando prescindió de Damm. Simple espejismo. Metió en su lugar a Damián Álvarez, quien no tiene tanto vértigo, pero le sobra habilidad y experiencia.
Pocas cosas cambiaron. Antes de que el ‘Enano’ entrara, Sobis coronó su impetuosa noche con el obsequio de Alejandro Palacios. El meta contuvo el zapatazo del goleador francés, pero el esférico le quedó al brasileño. Lo demás, rutina (58’).
El ‘Volcán’ volvió a hacer erupción, mientras el ‘Tuca’ esbozó una de esas sonrisas poco vistas, la que descubre al campeón.
Su ‘Ferrari’ de poco más de 50 millones de dólares ya le permite ver la bandera a cuadros, aunque el ogro bigotón no deja de acelerar. Su alba chamarra se movió incesantemente durante el cuarto de hora final, ese en el que lució más cercano el cuarto tanto local que el descuento visitante.
Incluso lanzado al ataque, el conjunto no olvida los preceptos del hombre que le dirige. El portero Nahuel Guzmán tuvo otra plácida velada, terminó con su uniforme inmaculado.
Los Tigres sólo han recibido un gol en cinco partidos de esta Liguilla, en la que suman 384 minutos sin sacar el balón de su portería. No es novedad frente a los Pumas, quienes jamás han anotado en el Universitario durante un cotejo a eliminación directa.
Doloroso ‘script’ para un pueblo que ya soñaba con bordar la octava estrella en su escudo. Ahora luce como sueño guajiro.
Hace 37 años y medio, cuando los Tigres se coronaron por primera vez, viajaron a Ciudad Universitaria con dos goles de ventaja. Les fue suficiente. Colchón superado, lo que explicó la enésima erupción de su ‘Volcán’ tras el silbatazo final, además de la ira que los Pumas descargaron en el silbante. No era para menos. Están conscientes de que se encuentran en terapia intensiva.
hgm
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