Por más de 60 años, la Academia Mexicana de la Historia ha tenido como sede un singular inmueble ubicado en la Plaza Carlos Pacheco, a unas cuadras del metro Balderas. Edificado en los años 50, en un predio que durante la Colonia formó parte de un barrio de indios conocido como La Candelarita, el inmueble posee una fachada del siglo XVIII cuyo delicado estado de conservación refleja también la situación crítica que actualmente enfrenta esta asociación para financiarse.

De estilo barroco y catalogada como Monumento Histórico desde 2002, esta fachada formaba parte de una casona colonial ubicada en la calle de Capuchinas (hoy Venustiano Carranza), la residencia de los condes de Rábago. Pero, a finales de los años 40, cuando aquel inmueble fue desmantelado para dar paso a la construcción del edificio Banamex, esa portada fue rescatada por el historiador Atanasio G. Saravia y trasladada, piedra por piedra, hasta el sitio donde ahora se ubica. Su reconstrucción e integración en un nuevo edificio marcó hace 60 años una nueva etapa para esta institución que desde el 12 de septiembre de 1919 agrupó formalmente a los estudiosos de la historia en el país.

Hoy, en vísperas del centenario de esta asociación que por décadas ha reunido a notables historiadores, esa fachada histórica de 200 metros cuadrados necesita ser rehabilitada, porque ha comenzado a deteriorarse y constantemente registra desprendimientos de cantera. “50 años de deterioro ya se reflejan en desprendimientos de canteras, tenemos algunas cornisas sueltas también. Cuando hay lluvias fuertes la cantera comienza a desprenderse. Eso atenta contra la seguridad de las personas que nos visitan... Sí se precisa de trabajos de remozamiento, pero los procedimientos son muy costosos y la Academia no ha podido realizarlos por sí misma”, dice en entrevista Roxana Álvarez, secretaria Técnica de la Academia, durante una visita al espacio.

Para rehabilitarla, comenta, se requieren poco más de dos millones de pesos, cantidad que la asociación civil no puede costear porque los únicos ingresos seguros provienen de donativos que obtiene a través de su sociedad de amigos y de sus benefactores, que en su mayoría son sus propios miembros de número. Actualmente son 30 historiadores de diversas especialidades e instituciones; 20 residen en la ciudad, 10 están en los estados de la República. Entre ellos están Mercedes de la Garza, Enrique Krauze, Leonardo López Luján, Eduardo Matos Moctezuma, Jean Meyer, Josefina Zoraida Vázquez, Álvaro Matute y Aurelio de los Reyes.

“Hemos tocado puertas, pero lamentablemente todavía no encontramos a alguien que nos diga ‘ahí están los dos millones de pesos’; lo que hacemos ahora es que si vemos una piedrita tirada la levantamos, la guardamos y a esperar que alguien se comprometa y pueda financiar el remozamiento de la fachada”, dice la secretaría técnica de esta institución que actualmente dirige la historiadora Gisela von Wobeser.

Álvarez explica que al ser un inmueble particular, de una asociación civil que no depende de ninguna instancia pública, no pueden acceder a recursos federales para rehabilitación del edificio histórico, como los que ofrece el FONCA y otros programas de apoyos. Comenta que sus alternativas de financiamiento comenzaron a agotarse cuando en 2014 dejaron de recibir un donativo que les otorgaba la Secretaría de Educación Pública debido a reformas hacendarias que ahora impiden a cualquier secretaría de estado otorgar donativos a todas las asociaciones, salvo que exista “una condición de obligatoriedad”. “Es el caso de la Academia Mexicana de la Lengua, a quienes sí le dan dinero, a nosotros no porque nunca hubo un acuerdo de obligatoriedad, todo fue siempre por acuerdos y porque los titulares de la Secretaría se mostraban sensibles”, señala.

Hasta el año pasado, explica, todavía pudieron acceder a un recurso de un millón de pesos para producción y difusión de actividades, a través del Conaculta, pero con su transformación a Secretaría ese apoyo dejará de existir. “Conaculta era el último resquicio de ayuda que nos había quedado para algunas A.C, como nosotros”, dice.

Hasta hace unos años, el gobierno de la ciudad de México también les otorgaba un donativo de 100 mil pesos por año, pero dejaron de recibirlo al final de la administración de Marcelo Ebrad.

En su búsqueda por apoyos también han tocado las puertas de fundaciones o instituciones privadas, pero hasta ahora no han logrado nada. “Nuestra cuenta corriente nunca tiene más de 100 mil pesos y los gastos son más o menos 80 mil pesos por mes, entre predio, gas, luz, agua, materiales, salarios, difusión.... Queremos pensar que llegará alguien que se sumará a nuestro proyecto, alguien que quiera colaborar para que no lleguemos a un momento crítico en el que tengamos que cerrar las puertas”, indica Álvarez.

Acervo y difusión de la historia. Creada en 1919 por un grupo de historiadores, entre ellos Francisco Sosa, Francisco A. de Icaza, Manuel Romero de Terreros y Luis González Obregón, con el fin de “divulgar el conocimiento de la historia” en un momento en el que el país salía de una revolución armada, la Academia Mexicana de la Historia cuenta con un acervo bibliográfico y hemerográfico especializado disponible al público. Ahí, entre altos estantes y un par de mesas de consulta, se pueden encontrar 90 mil volúmenes sobre historia de México, temas específicos y de ciencias sociales.

Este acervo, explica Álvarez, comenzó a conformarse desde su fundación, cuando los miembros se reunían en sus casas para sesionar. Algunos de ellos han donado su biblioteca completa, es el caso del historiador Atanasio G. Saravia o Clementina Díaz y de Ovando. También cuenta con un fondo reservado cuyo ejemplar más antiguo data de 1615. “Es un libro en donde se da cuenta de los aranceles y los impuestos que habían que pagarse. A eso hay que sumar trabajos de cartografía y algunas obras en latín”.

La institución, que todavía es correspondiente de la Real Academia de la Historia española con sede en Madrid, ofrece diversas actividades, como cursos, diplomados especializados, conferencias impartidas por sus académicos, unas tres veces por semana, así como ciclos de cine.

“Tratamos de ofrecerle al público una diversidad de temas para que ellos puedan elegir sobre lo que quieren aprender. Todas las conferencias son impartidas por autoridades en la materia y están diseñadas en un lenguaje amable”, asegura Álvarez.

Sus actividades, ofertas sobre talleres y cursos se pueden consultar en la página: www.acadmexhistoria.org.mx o en sus redes sociales.

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