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Durante la primera quincena de mayo de 1990 ocurrió, para muchos, lo inimaginable, Juan Gabriel cantó en el Palacio de Bellas Artes. En ese entonces se generó una polémica acerca de la pertinencia de una figura popular en el máximo espacio del arte en México. Con el tiempo, ese concierto se convirtió en un hito en la historia del emblemático recinto cultural. Sin embargo, la lista de artistas de la cultura popular que se han presentado en ese recinto en 80 años de historia, es muy larga.

Probablemente el primer concierto de música popular ocurrió en septiembre de 1944, cuando Tito Guízar, Pedro Infante y el Marichi Vargas unieron sus talentos en pro de la creación de un monumento para Lucha Reyes, la cantante y actriz —El zorro de Jalisco (1940), con Pedro Armendáriz y Emilio El Indio Fernández; y ¡Ay Jalisco, no te rajes! (1941), con Jorge Negrete y Gloria Marín—, quien había muerto tres meses antes de una sobredosis de barbitúricos a los 38 años de edad.

En el libro 70 años de música en el Palacio de Bellas Artes, derivado de una amplia investigación del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Musical Cenidim, se establece que el Palacio de Bellas Artes ha contribuido al enriquecimiento de la vida musical de México con las presentaciones de grandes figuras del folclor nacional y latinoamericano, como Joan Manuel Serrat con sus canciones de poemas de Antonio Machado, a Lola Beltrán y su inmortal versión de “Cucurrucucú, paloma”; de Duke Ellington, quien sorprendió con un concierto que incluyó estudios acerca de la samba y el tango a la presentación de Óscar Chávez en los años 70.

Del folclor griego de Nana Mouskouri en los 70 a la presentación de Alejandro Fernández, en 2000, acompañado de Eduardo Magallanes, el mismo que hizo la orquestación de Juan Gabriel para el primer concierto en la Sala Principal en dos de las tres presentaciones del “Divo de Juárez” allí.

Hasta llegar a las presentaciones más recientes de las expresiones populares, como la de Nortec Collective, que en 2006 llegó a pisar fuerte el escenario con sus proyecciones visuales, luces y acordeón. El recinto también se ha abierto para ofrecer homenajes póstumos a figuras populares, entre los más multitudinarios están los de Agustín Lara, Lola Beltrán, Mario Moreno Cantinflas, María Félix y Chavela Vargas.

En el libro 70 años de música en el Palacio de Bellas Artes, Enrique López Jiménez dice que la conclusión del recinto en 1934 “proyectó la preocupación de los gobiernos posrevolucionarios por fortalecer la construcción de la identidad nacional, la cual se vio reflejada en los espectáculos y exposiciones con que el Palacio abrió sus puertas.

“Para muchos artistas, pisar la sala grande del teatro de Bellas Artes implica un reconocimiento a su trayectoria. Fue y sigue siendo el recinto por excelencia del arte y la cultura, espacio emblemático donde continuamente se recrea la discusión entro lo culto y lo popular, lo moderno y lo tradicional, de las fronteras y las transgresiones”, escribe el investigador.

Así, a la par de las presentaciones de orquestas como la Sinfónica de México, de los estrenos mundiales, los intérpretes, compositores, directores y solistas; la música de cámara, la ópera, el jazz, el folclor latinoamericano, la música popular ha cobrado la misma importancia en la historia musical de nuestro país y de Bellas Artes.

Crónicas de época. Los investigadores del Cenidim recabaron decenas de crónicas periodísticas de algunos de los eventos más representativos en 80 años de historia del Palacio.

Dan cuenta de cómo rendir homenaje a cantantes populares ocurría desde 1968, cuando murió Ignacio Fernández Esperón, Tata Nacho. En El Nacional se publicó que cientos de personas de todos los sectores hicieron acto de presencia en el vestíbulo del palacio.

“Los más distinguidos personajes del arte en México estuvieron allí para hacer guardia ante el féretro del inolvidable cantor. Una de esas guardias la montaron el licenciado Agustín Yáñez, secretario de Educación Pública; el licenciado Alfonso Corona del Rosal, jefe del Departamento del Distrito Federal; el licenciado Emilio Portes Gil, expresidente de México”, se lee en la nota aparecida el 7 de junio de 1968.

Dos años más tarde, el Palacio fue testigo del primer funeral multitudinario, el de Agustín Lara. Se calculó que más de 20 mil personas estuvieron presentes; muchos admiradores entonaron las canciones del compositor y tanto la televisión como la radio transmitieron todos los actos referentes al “suceso que conmovió a México, Latinoamérica, España y otros países del mundo”, se lee en El Nacional.

Los años 70 fueron una de las décadas más vigorosas para las presentaciones de música popular. El Novedades publicó, por ejemplo, la presentación de Óscar Chávez con el guitarrista Mario Ardila, en septiembre de 1973.

“Las melodías que esa noche interpretó tienen la música original, procurando con esto que conserven sus valores auténticos. Entre las que más se destacan están ‘La llorona’, ‘La niña de Guatemala’, ‘El charro Ponciano’, ‘El son del ombligo’”, se lee en el desaparecido diario.

Quizá uno de los conciertos más memorables de música ranchera en el recinto de mármol es el que ofreció Lola Beltrán en febrero de 1984.

En El Nacional se cronicó así: “Y Lola anuncia que va a rendir homenaje a la canción mexicana pero una voz desde algún lugar le recuerda que es, en realidad, su homenaje. Cierra los ojos, asiente religiosamente con la cabeza, junta las manos para juntar los versos, los del amor que cabalgan en un caballo prieto azabache y los que provocan un glissandro a dos arpas y un severo poiing en un timbal preparado. Adelitas, entre otros personajes nacionales, se pasean en los popurrís porque hay que reunirlo todo en dos horas exactas. No hay tiempo más que para el lucimiento de una orquesta simbiótica, una escenografía mexicana y una sonorización a la OTI que no niega los rumbos que ha tomado la tradición. Ayayay, el sentimiento cala muy profundo y se mezcla con el orgullo de pertenecer. Reunirlo todo en un símbolo”.

En 1990, Juan Gabriel sorprendió en Bellas Artes con cuatro funciones en mayo, volvería en 1997 y en 2013.

La primera noche, Carlos Monsiváis publicó en la revista Proceso: “¿Resucitará Carlos Chávez y expulsará a los mercaderes del templo?, arrecian los aplausos, en la expectación participan sentimientos genuinos, los lugares comunes adoratrices de la cultura popular y la fascinación y el morbo que ha despertado desde siempre Alberto Aguilera o Juan Gabriel”.

Los años 90 vieron también a Chavela Vargas. En el 95 la prensa registró: “En una noche de nostalgia y dolor de amores perdidos, estremeció a su público en el primer concierto de su carrera en el Palacio de Bellas Artes. Poseedora de un estilo único para interpretar canciones de forma desgarrada, fuerte y tierna a la vez, la cantante fue ovacionada de pie por los asistentes, que no se cansaron de gritarle piropos y decirle que la amaban, lo que lo conmovió al grado de contener el llanto”.

Ese mismo año, Pablo Milanés, Los Morales, Óscar Chávez, Tania Libertad y Vicente Garrido llenaron de trova y boleros el recinto.

Ya entrado el nuevo milenio, Paquito D’Rivera si bien homenajeó a los clásicos de Gershwin y Lecuona, también el jazz cubano hizo magia y catarsis como pocas veces. Al año siguiente, la cantante Susana Zavaleta tomó de la mano a Manuel Esperón para invitarlo a tocar el piano y cantar “La mujer del puerto” en el homenaje al compositor.

El próximo lunes, otro capítulo en la historia del Palacio se escribirá con el adiós con mariachi y orquesta al “Divo de Juárez”.

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