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Giovanni Sartori (Florencia, 1924) era considerado uno de los personajes centrales de las ciencias políticas en Europa. Sin embargo, su figura se fue enturbiando en los últimos años, enredado en polémicas sobre el multiculturalismo.

Siempre un personaje temido por su lengua afilada y sus reflexiones contra el establishment político, la influencia de Sartori en Europa fue incontestable hasta comienzos del siglo XXI cimentada en sus análisis del sistema de partidos italiano y la democracia como espectáculo en la era del Homo Videns.

Premio Príncipe de Asturias en 2005 y azote de Silvio Berlusconi en su regreso al poder, la estrella de Giovanni Sartori comenzó a declinar hace una década. De ocupar una posición central en la politología, el ensayista fue gradualmente desapareciendo del discurso académico y mediático, excepto en Italia. “Allí su prestigio siempre persistió inamovible por muy polémicas que fueran sus opiniones”, explica el periodista y politólogo italiano Alberto D’Argenzio.

En el resto del continente, sus invectivas contra el multiculturalismo y el islam lo alejaron de la izquierda y la socialdemocracia, y el tono furibundo de sus críticas a los problemas de la Unión Europea terminó enfrentándolo también con los sectores más liberales. Sólo los grupos más conservadores apreciaban estos mensajes, hasta el punto que en 2015 el expresidente del gobierno español, José María Aznar, personaje central de la ideología neocon en Europa, le entregó en Roma el premio de su think tank conservador “por su firme defensa de los valores de la libertad”.

Los diarios ingleses y franceses obviaron ayer la noticia de su muerte. Sin dejar de recordar las aportaciones más serias de Sartori al discurso público, los periódicos digitales españoles destacaban su reciente matrimonio con la artista Isabella Gherardi, 39 años más joven que él, y las “frases más polémicas” del pensador, especialmente sus ataques contra los musulmanes.

El discurso que desplegó contra los refugiados resultó especialmente hiriente en Europa: “No se puede practicar una política de puertas abiertas, como ingenuamente cree alguna izquierda. Está bien hablar de solidaridad, porque los inmigrantes pueden ser un elemento positivo para nuestra economía, pero los flujos migratorios hay que regularlos. Quien entra en Europa debe tener documentos, una identidad segura”.

A diferencia de sus reflexiones sobre México, donde sus observaciones sobre la arquitectura constitucional y la construcción del sistema democrático mexicano conservaron siempre un vínculo directo con su especialidad, los expertos consideran que los discursos de Sartori sobre Europa fueron entrando en un campo demasiado general y valorativo. Esa tendencia le generó no pocas polémicas a partir de sus artículos sobre los más diversos temas publicadas en el Corriere della Sera, el periódico que anunció su muerte, y que no dejó de calificarlo como un “cáustico polemista”.

Sobre la Unión Europea y sus líderes tampoco era más comedido: “Estamos en manos de políticos ignorantes, que no conocen la Historia ni tienen cultura (…) La Unión Europea es un edificio mal construido y se está derrumbando. La situación se hace más desastrosa porque algunos han creído que se podían integrar los inmigrantes musulmanes, y eso es imposible”.

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