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No había lugar para el azar. El fotógrafo de la prensa diaria en los años 30 era un perpetuo cazador de instantes. A diferencia de las revistas ilustradas que conjuntaban texto y varias imágenes para construir una idea completa acerca de un tema, los diarios valoraban las fotos únicas que combinaban síntesis informativa con potencia visual.

Ahí estaban entonces los fotógrafos, vigilantes de los acontecimientos esperando capturar una escena clave y fugaz. El fotógrafo de hits tenía la intuición o el conocimiento de que algo estaba por suceder, así se localizaba en el momento y el sitio precisos. No era tarea fácil lograr un cuadro expresivo y dinámico que además refiriera un hecho importante, la buena técnica del experimentado de la cámara era imprescindible.

Entre los fotógrafos de EL UNIVERSAL, Manuel Montes de Oca (1905-1980) fue un personaje que se ganó el reconocimiento público a partir de emblemáticas instantáneas. Se inició en la fotografía de prensa en 1921 cuando contaba con 16 años como ayudante de Rafael Sosa, quien trabajaba para la revista Zig-Zag. En el laboratorio se encargaba del aseo, así como de la preparación de químicos y soportes fotográficos. Mientras tanto, durante las sesiones de trabajo su labor era auxiliar con la disposición del tripié, las cámaras y sus aditamentos. Se fogueó siguiendo a Sosa en Excélsior y El Demócrata, y finalmente se estableció en EL UNIVERSAL en 1922 como fotógrafo, donde permanecería hasta 1960.

Más de tres décadas de labor fotoperiodística se acumularon en el archivo que cuidadosamente conserva su hija Clementina Montes de Oca Osorio. Un vistazo al acervo nos revela a un hom bre que encontró grandes amigos en el ambiente periodístico, quienes con cariño le apodaron El Chato. En numerosas fotografías se le ve compartiendo con reporteros, fotógrafos y hasta miembros del servicio secreto entre tragos y risas. Sus colegas lo consideraban un personaje bromista y alegre, entregado a su profesión.

El mayor éxito fotográfico de El Chato Montes de Oca fue realizado el 20 de noviembre de 1935 en medio de los festejos de la Revolución mexicana. La tituló de manera distinta en varias ocasiones, entre ellos “Durante el motín”, “Motín comunista” y “Escándalo”. La organización de los “camisas doradas”, que era un grupo de carácter nacionalista, anticomunista y paramilitar, convocó aquel día a una manifestación que culminaría en la Plaza de la Constitución de la Ciudad de México. Cooperativas y sindicatos de trabajadores tomaron el desfile como una provocación: “los dorados” salían a las calles para demostrar su fuerza.

Una columna de jinetes encabezaba a los “camisas doradas” cuando llegaban a Palacio Nacional, y hacia ellos se aproximó un auto a gran velocidad que El Chato Montes de Oca siguió atentamente. Un representante del Frente Único de Trabajadores del Volante condujo a punto del encontronazo.

La cámara de El Chato encuadró el choque desde el techo de un tranvía: capturó en la placa fotográfica un caballo en posición de caer, ninguna de sus patas tocaba el piso. Al lado del coche que lo impactó estaba el jinete que salió despedido hacia las ruedas, mientras que otro miembro de “los dorados” (reconocible por la camisa clara y el sombrero de palma que era su uniforme) miraba la escena a ras del suelo.

La crónica del día siguiente refirió que a partir del choque se desató la trifulca. Quizá fue por ello que en la fotografía un personaje se aproxima al auto con un garrote mientras que el resto de la multitud se mantiene expectante.

Como era de esperarse, la fotografía apareció en la portada del siguiente día en EL UNIVERSAL, pero su impacto fue tal que otros medios como la revista Cámara la retomaron en diciembre del mismo año. Un texto titulado “El momento en suspenso” comentaba la foto de El Chato, y subrayó que en ella todo movimiento hubiera sido completamente detenido. Más interesante era su argumentación contra el hecho de que alguno osara señalar que la toma había sido producto de una “chiripa”; los silbidos de las balas y la lluvia de palos y piedras determinaban que la única suerte de la que había gozado el fotógrafo era la de haber salido ileso.

La instantánea del choque trascendió las páginas periodísticas y fue presentada en una exposición. Se trataba de la convocatoria lanzada por la revista Mañana y la Asociación Mexicana de Fotógrafos de Prensa para realizar la muestra Palpitaciones de la vida nacional. México visto por los fotógrafos de prensa. Un concurso se resolvería al final de la exposición. La obra de 33 reporteros gráficos llenó el Salón Verde del Palacio de Bellas Artes en julio de 1947, y dos fotografías de las que El Chato presentó figuraron en la portada del catálogo.

El 26 de diciembre del 1947 se llevó a cabo la premiación. El jurado se integró por el fotógrafo Manuel Álvarez Bravo; el cinefotógrafo Gabriel Figueroa; el grabador y director de la Escuela de Bellas Artes, Carlos Alvarado Lang; el director de EL UNIVERSAL, Gregorio López y Fuentes, y el escritor Luis Spota. Montes de Oca obtuvo el tercer lugar con el célebre “Motín comunista”, y nuevamente su fotografía lució en la portada de EL UNIVERSAL.

El instante apremiaba, y aquella no fue la única fotografía de Montes de Oca que recibió elogios. En 1944 presenció el fusilamiento de dos jóvenes acusados de un robo y violación ocurridos en las inmediaciones de Zempoala, en el estado de Hidalgo. Alrededor de cincuenta fotógrafos y reporteros se reunieron para atestiguar la ejecución, y en un paraje lleno de niebla sus murmullos antecedieron a la orden de fuego. Los fotógrafos dispararon al mismo tiempo de los fusiles, sin embargo, Manuel Montes de Oca decidió esperar un segundo más.

No era cosa simple presenciar la muerte, decía la crónica. Montes de Oca capturó el instante en que a los acusados se les escapaba la vida. Los atrapó en el momento del desplome, el rostro de uno de ellos reflejaba su dolor. Rafael Sosa le envió una carta de admiración a su aventajado y querido discípulo por la “magnífica instantánea”. El diario le nombró, por otro lado, la fotografía periodística del año.

En un tercer momento, el crítico Antonio Rodríguez reprodujo la imagen en la primera entrevista de la serie “Ases de la cámara” que publicó en la revista Mañana entre 1946 y 1947. Las dos fotografías del choque entre “dorados” y comunistas también figuraban en ese reportaje. Así como Rafael Sosa declaró en la carta su predilección por las fotografías “de sorpresas, al natural, instantáneas de los momentos más culminantes e interesantes”, no era casual que Rodríguez eligiera al Chato para inaugurar aquel proyecto. Sus instantáneas fotográficas, magníficos golpes de vista, dieron dinamismo por varias décadas a estas páginas periodísticas.

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