“¿Por qué escribir una biblia? Porque contar la Biblia es contar nuestra historia, una historia construida con miles de mitos, cuentos y leyendas. ¿Cómo entender el mundo sin todos esos relatos?, ¿Cómo comprenderlo sin saber quiénes son Abraham, Goliat, la reina de Saba y María Magdalena?”. Desde esa vocación,  el escritor Philippe Lechermeier y la ilustradora Rébecca Dautremer, ambos franceses, emprendieron una tarea titánica, reinventar, reescribir y resimbolizar las historia bíblicas del Antiguo y el Nuevo Testamento.

A partir de la conciencia de que la Biblia no pertenece en exclusiva a la religión, sino que “es un bien común” y de que Una Biblia no es la Biblia, sino que Una Biblia está compuesta de historias que se repiten y se reinventan, de “historias que se relatan” y “que nos relatan”, los  creadores prepararon por  más de cuatro años un proyecto que ha sido publicado por Edelvives en una edición de lujo y de enorme belleza.

El libro de cerca de 400 páginas, que contiene más de 130 bellas ilustraciones que redimensionan los rostros de personajes emblemáticos como María, Jesús, el apóstol Juan, Goliat, José o Esaú, contados a la manera de relatos de vidas, permite a quienes conocen el libro, redescubrir estas historias;  y para quien aún no se ha acercado a la obra, los lleva a descubrir este texto central de la humanidad.

“Tenía la necesidad de reencontrar el texto inicial que descubrí de niño a través de los relatos que me hacía mi abuela de esos personajes y esas historias. Empecé a trabajar la Biblia como trabaja la imagen un pintor, es decir, la quiero renovar, reescribir, quiero ser capaz de dar mi propia versión de los hechos”, dijo el narrador francés.

Definido el punto de vista del escritor, estableció un  diálogo con la reconocida ilustradora. “Teníamos que ponernos de acuerdo en el hecho de que esa era la forma en que queríamos abordar el libro, cada quien dar una nueva interpretación al texto, a las imágenes, algo   que Rebeca entiende como darle espíritu al libro y que yo entiendo como darle un enfoque o un acercamiento al libro; al final el acuerdo fue que los dos estuviéramos en la misma página  y a partir de eso cada quien hacía su trabajo”, explicó  Lechermeier.

Por su parte, Rébecca Dautremer, quien en 2004 comenzó su éxito internacional con el libro Princesas olvidadas o desconocidas, afirmó en entrevista, que otra idea de la que partieron es que Una Biblia es una historia de gente, de personas, de seres humanos.

“Pienso que se puede ver eso en mi imagen, específicamente para el Nuevo Testamento.  Philippe cuenta las historias de Jesús y María de una forma muy humana, y eso fue para mí un placer, quería hacer lo mismo a través de la ilustración, lo que  quería era hacer retratos con este aspecto, que fuera muy humano, físico y carnal, no tanto como los personajes idealizados, sino como lo que son, seres humanos finalmente”, señaló.

La reconocida ilustradora que ha trabajado decenas de libros y también hace creaciones para la publicidad y el cine destacó el diálogo que se da entre el texto y la imagen.

“Tenemos confianza el uno en el otro, sabemos de lo que somos capaces y estimamos que podemos hacer un buen trabajo juntos, no intervenimos en el trabajo del otro, hablamos de generalidades del libro, no de los detalles”. aseguró.

Érase una vez la nada. “El Génesis o cómo empezó todo. De cómo fue la creación, de cómo nació el primer hombre y de cómo se unió a él la primera mujer. De cómo el mundo casi se destruyó y de cómo casi se salvó. De cómo fue la creación”, escribe  el francés en el arranque del libro que, como todo buen cuento de hadas, afirma:

“Érase una vez un mundo en el que no había nada. Nada. Nada de cuanto es conocido, ni siquiera un viento que soplara ni un sol que calentara ni el agua para beber ni el frío para hacerte estremecer. Nada. Nada de verdad”. Una frase para abrir y detonar una serie de historias en clave literaria y artística.

Este bello álbum  es una emocionante adaptación ilustrada que recurre a canciones, poemas, obras de teatro y relatos narrados por voces inesperadas, con lo cual las escenas bíblicas adquieren un nuevo matiz sin perder su cualidad de representar los anhelos, las  alegrías y los temores que definen a la humanidad.

Philippe Lechermeier apuntó en torno al abordaje literario y artístico: “Lo que queríamos ambos  era  evitar  caer en la caricatura, caer en la parodia u ofender a la gente, todo eso manteniendo la libertad”.

Aseguró  que al inicio pudo constatar que muy pocas personas conocían este texto, algunas personas que si tienen una cercanía con la religión confesaron  que sí conocen algunos capítulos pero le pareció  muy triste ver cómo uno se puede distanciar de un texto que es tan fundamental.

“Independientemente de la creencia que uno tenga, si uno es religioso o no, la historia de la humanidad la construimos en las diferentes historias que contamos y para mí existen varios grupos de historias que se pueden contar. Yo   las agruparía en, por ejemplo, los cuentos tradicionales que van a cambiar según la cultura de la que se esté hablando; los cuentos religiosos; y la mitología, estos tres grupos son sumamente importantes en Europa y el distanciarnos de un texto tan importante yo siento que es una pena”, señaló.

El escritor francés comentó  que Una Biblia es como un regreso a los orígenes y también es un regreso a sus orígenes, puesto que a él le leían ese texto sagrado cuando era niño.

“Para mí era hacer como un doble regreso a los orígenes y entonces por eso es que me interesó mucho trabajar; también para que  la gente que no conoce este libro, lo  descubra;  y para los que ya lo  conocen,  hacer que lo  vean con otro enfoque, hacer que lo  redescubran”, afirmó.

Rébecca aseguró que ella necesitó mucho tiempo porque en el libro hay más de 130 ilustraciones y requirió para cada una hasta cinco días para dibujar, además necesitó un poco de tiempo para sentirse cómoda con la idea de ilustrar personajes clásicos, específicamente con los personajes del Nuevo Testamento.

“Hice tentativas, le invertí unos tres años, en los primeros dos años hice solamente como un tercio de las imágenes y los dos tercios restantes lo hice en mucho menor tiempo, en seis meses. El problema es que me tomó mucho tiempo sentirme cómoda con las imágenes y poderme liberar, tuve que olvidar lo que conocía de los otros inmensos artistas que habían pintado escenas de estas historias y  tuve que olvidar mi educación católica y olvidarme de mi familia”, comentó.

Relató que ella viene de una familia que es sumamente piadosa y muy católica y debido a  eso le llevó un poco de tiempo desapegarse de esas raíces.

“Lo que yo quería era respetar estas ideologías pero a la vez liberarme, ya había dejado atrás algunos miedos, el principal miedo era cómo tratar las imágenes”, recordó.

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