yanet.aguilar@eluniversal.com.mx

Roberto Tejada vivió una década en México, trabajó en la redacción de la revista Vuelta y luego como editor ejecutivo en la revista Artes de México: el escritor, ensayista, traductor, poeta y académico volvió luego de siete año volvió para presentar su primer obra de poética personal.

Todo en el ahora, coeditado por Libros Magenta y Dirección General de Publicaciones (DGP), que presentaron el pasado jueves Magali Lara, José María Espinasa, Luis Felipe Fabre y Gabriel Bernal Granados, es un claro ejemplo de sus múltiples intereses que ha desarrollado en la edición, la literatura y las plásticas, estas últimas son los dos ejes en los que se mueve su trabajo.

Editor y antologador de tres colecciones de poemas: Mirrors for Gold, Exposition park y Full foreground, ha dedicado un gran esfuerzo a la traducción de la obra de José Lezama Lima; pero también ha hecho promoción de autores ingleses y americanos.

Tejada, quien fue editor de Mandorla. Nueva escritura de las Américas/New writing from the Americas (1991-2013), revista multilingüe de poesía, poética y traducción fundada en la ciudad de México, es, ante todo, investigador e historiador del arte.

El escritor nacido en Los Ángeles, California, en 1964, habla de poesía, arte, ciudades y sus proyectos.

¿Este es su primer libro de poesía personal?

Es mi primer libro de mi propia obra. He hecho obras de otros poetas, había publicado algunos poemas pero nunca se habían reunido, entonces Libros Magenta me hizo el honor de traducir algunos poemas y la selección me parece muy atinada, me gusta, es original y está dividida en secciones que dan buena óptica y panorama de mi trabajo.

¿Da cuenta de tu amplia mirada?

Esta selección da un poco esa idea de las múltiples disciplinas o metodologías, ópticas y perspectivas que son lo que considero la vibrancia de una tensión poética a la realidad y a las historias y a la corporalidad. Se vive internamente como una especie de esquizofrenia, la mejor manera de hablar de experiencia es con las instituciones con las que me he identificado y no es que mi identidad se traduzca sólo por medio de una institución pero, por ejemplo, cuando regresé a Estados Unidos hice el doctorado en un departamento de letras muy sui generis que me permitió escribir una historia de arte, una historia de la fotografía mexicana desde la Revolución hasta los años 50 y luego sobre un archivo en la frontera.

¿Tu carrera en las universidades ha determinado tu trabajo?

He estado en departamentos de historia de arte o artes visuales, como en San Diego, luego en la Universidad de Texas; luego una universidad privada, SNU, en Dallas y ahora en la Universidad de Houston. Esta es la primera vez que he podido estar a la limón entre las dos metodologías principales, estoy en un departamento de Letras Inglesas y conjuntamente en el de historia de arte, entonces mis intereses han ido así, como una constelación de intereses.

¿El cruce entre las disciplinas es natural?

A veces me preguntan que si cuando estoy trabajando poesía termina en poemas, pero la verdad puede ser que esté trabajando en un libro de poemas y conduce a una investigación sobre artes plásticas. Ahora escribo un libro en el que voy a unir las ciudades que más he vivido de cerca; Los Ángeles, la ciudad de México y ahora Sao Paulo.

Quiero ver la relación entre texto e imagen de las artes plásticas y algunos libros de artista donde la palabra y la imagen se funden y se confunden. Las reviso en tres temporadas: Los Ángeles en los años 60 y 70, o sea la Guerra Fría; en los 80 y 90 en México, el neoliberalismo; y desde 2000 para acá las naciones breek, viendo a Brasil dentro de la óptica de otras economías globales.

¿La amplitud de mirada te la ha dado la traducción?

Tal vez el modelo para globalizar o abarcar todos mis intereses sería el del traductor porque la traducción es hacer familiar lo ajeno o lo extraño o hacer ajeno lo familiar en un movimiento de lo insólito, que es desfamiliarizar y también familiarizar lo extraño; creo que es así la manera en que yo busco amarrar o hilar o encontrar nexos entre los diferentes objetos de enfoque.

¿Eres más traductor, historiador de arte que poeta?

Al fin y al cabo me siento identificado con la palabra poética, tal vez menos con la identidad de ser poeta, en ese sentido me siento cómodo en cualquiera de esas ópticas, tiene que ver con el presente que vivo. Estoy terminando una investigación y una plática en San Francisco sobre un poeta americano, George Oppen, que vivió en México en los 50, un caso muy interesante porque no conoció a la intelectualidad mexicana, apenas se rodeó de otros colegas expatriados americanos, vivió en San Ángel y había dejado de escribir poesía desde los años 30, pero fue gracias a estar en México que volvió a comenzar a escribir en los 60.

Aparte de eso, él estudió con su mujer, Mary Oppen, en La Esmeralda; lo que yo documento en esta investigación es que hay unos tallados en madera que él hizo con una figuración tipo el realismo social de los muralistas, que es una contradicción con la estética de George Oppen, que era más bien minimalista, se les identifica con los objetivistas, una interioridad más afín al pensamiento.

No es casualidad que me interese ese tema porque une la literatura con las artes plásticas, y también no es casualidad que de todos los medios visuales me interese más la fotografía, que une texto e imagen en libros de fotografía y también la misma foto se puede considerar como texto. Me atraen los libros de artista, me atraen trabajos de video que tienen como un arco narrativo, me siento cómodo no en las categorías sino en las preguntas que una serie de destinos pueden activar.

¿Cómo vas afianzando esos puentes entre literatura y artes?

Es difícil mantener esos bordes porque se van cruzando, sangrando el uno al otro, pero en relación a este libro, cuando yo vivía en México, mi amistad con Magali Lara, Melanie Smith y Thomas Glassford condujeron a que yo me interesara en la manera en que la poesía podía ser también un texto crítico y no ilustrativo sobre el objeto visual, un paralelo, una interpretación o una especie de delirio; el sueño delirante que la obra no puede articular. Eso está en Todo en el ahora.

A qué atribuyes que en tu poesía haya una exigencia del lenguaje?

Me interesa conseguir que el idioma sea un performance, que sea un acto también, que se escuche el contenido que se está emitiendo a nivel sonido. El elemento acústico de la palabra poética me es muy importante y es ahí donde la exigencia tal vez se percibe.

Google News

Noticias según tus intereses