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Medellín.— El mejor periodismo de Iberoamérica se ha contado y se premió la noche del miércoles en esta ciudad. Allí, cuatro historias: un método sobre la verificación del discurso público desde Argentina; los asesinatos contra adolescentes, también en Argentina; la vida de los cazadores de animales salvajes en la Patagonia; y la investigación sobre la llamada “Casa blanca” adquirida por el presidente de México, Enrique Peña Nieto, resultaron ganadoras del Premio Gabriel García Márquez de Periodismo.

El reportaje de los mexicanos encabezados por Carmen Aristegui ganó en la categoría de Cobertura, porque cumplió con todas las exigencias y rigor del periodismo investigativo, según el periodista Rosental Alves. También el rigor y calidad determinó el triunfo de Javier Sinay, el argentino ganador por “Rápido, furioso, muerto”; el de Laura Zommer, también de Argentina, por su labor de verificación del discurso público realizado en el sitio Chequeado.com; y el del fotógrafo chileno Tomás Munita, quien ganó con “Vaqueros extremos”.

En la ceremonia de premiación celebrada en el Orquideorama del Jardín Botánico de Medellín, donde se recordó a la agente literaria de “Gabo”, Carmen Balcells, el alcalde de la ciudad, Aníbal Gaviria, anunció la propuesta que ayer mismo entregó al Consejo de la Ciudad para que Medellín se establezca como la ciudad sede permanente del Festival del Premio Gabriel García Márquez de Periodismo.

Además de los cuatro ganadores de entre los mil 645 trabajos que entraron al Premio, el editor colombiano Mauricio Sáenz, el mítico jefe de redacción de la revista Semana, recibió el Reconocimiento Clemente Manuel Zabala a mejor editor, que otorga por vez primera la Fundación Gabriel García Márquez; mientras que la periodista brasileña Dorrit Harazim, recibió el Reconocimiento a la Excelencia que se otorga desde hace tres años.

Harazim expresó: “La sociedad nos permite ahondar, adentrarnos sin pedir permiso para hacer preguntas impertinentes. Y el oficio nos da el poder de la última palabra, de la versión final, de la escogencia del tema, del título, del subtítulo, el tono. Nuestro protagonismo ya es, por lo tanto, descomunal. Y la confiablidad de nuestros reportajes no exige que estemos también insertos en la narrativa”.

Por su parte, Sáenz habló del trabajo anónimo dentro del periodismo: “No quiero recibir este reconocimiento solo para mí, sino en nombre de tantas personas, casi siempre anónimas que, como Clemente Manuel Zabala, se entregaron y se entregan en cuerpo y alma a una tarea apasionante pero ingrata: la edición”.

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