Uno de los primeros libros que Francisco Toledo recuerda fue una edición de la Divina Comedia que su padre le compró a un agente viajero en Minatitlán; la única librería del pueblo, la del profesor Beltrán, era muy pequeña. De aquella obra de Dante recuerda sobre todo los dibujos de Doré.

Los libros siempre han acompañado la vida y obra de Toledo. El pintor y grabador, quien este 17 de julio cumplirá 75 años, ha sido editor, creador de editoriales y revistas, autor de libros de artista, lector voraz, coleccionista y comprador de libros.

“Cuando empecé a leer más, fue cuando llegué a la ciudad de México, después de haber pasado por Oaxaca, y bueno, me interesaba aprender. Yo no terminé la secundaria, pero quería saber de música, de todo lo que hacía una persona culta”, dice el artista.

Toledo se ha puesto a la tarea de divulgar textos antiguos de México, Oaxaca y Juchitán, como fue en el caso del libro Cartas y telegramas del Archivo de José F. Gómez; de ilustrar relatos y mitos zapotecos como el Cuento del conejo y el coyote; de crear dibujos y grabados para obras literarias clásicas: Pinocho y Esopo; de investigar historias y mitos, y así crear con escritores libros ilustrados: Nuevo Catecismo para Indios Remisos, con Carlos Monsiváis, y Una vieja historia de la mierda, con Alfredo López Austin; o de adentrarse en el universo literario de varios autores para reinterpretarlos con imágenes, como fue Informe para una academia, de Kafka, o Manual de Zoología Fantástica, de Jorge Luis Borges.

“Siempre me gustaron los libros como objeto, diseño y por supuesto el contenido”, cuenta Francisco Toledo en una charla telefónica.

“Hacer libros y entrar en lo que es editar un libro fue a partir de mi experiencia en Juchitán; cuando estuve en la casa de la cultura hace cuarenta y tantos años empezamos publicar una revista con Macario Matus y Víctor de la Cruz, eso me llevó luego a publicar folletos, documentos históricos, catálogos, todo alrededor de la cultura juchiteca: los momentos históricos más importantes, las revueltas, las relaciones con gobiernos del estado”.

Fue a su regreso de Europa, en los años 60, cuando el pintor creó la primera editorial de las que ha fundado: Ediciones Toledo, que publicaba poesía sobre todo, así apareció un libro de edición limitada, Palabra, con poemas de Elisa Ramírez. La editorial que actualmente tiene es Calamus.

Vinieron libros y carpetas con grabados del artista, esto con la galería Arvil. Fueron ediciones limitadas de: Toledo/Sahagún; Chilam Balam con el texto del Popol Vuh; Trece maneras de mirar un mirlo, con poemas de Wallace Stevens; Guchachi con textos prehispánicos. Después fue El inicio, con poemas de Verónica Volkow, con la galería López Quiroga.

Trabajar con escritores. Toledo evoca el libro Nuevo Catecismo para Indios Remisos, con Monsiváis: “Llegaron a mis manos estas placas antiguas coloniales, de imágenes religiosas, empecé a intervenirlas, a agregarles cosas, a desacralizarlas; entonces Monsiváis las vio y empezó a hacer el texto”.

Con López Austin se dio algo similar para hacer La vieja historia de la mierda: “Yo empecé a buscar textos que tuvieran que ver con la mierda, porque la mierda es como parte de una mitología; había una historia de un mercado, Tlatelolco, donde se vendían grandes cantidades de mierda que usaban los que trabajaban la piel para curarla y hacer guaraches. López Austin, como antropólogo, conocía muchos más”.

En 2005 se publicó Un informe para una academia, carpeta de grabados con el texto del escritor checo; en paralelo hizo otros grabados, algunos de los cuales se pueden ver en la exposición El Mono de la Tinta. Francisco Toledo Ilustrador que reúne 110 ejemplos de obra gráfica desde los 70 hasta 2013, así como acuarelas, cartas y libros, en la galería del edificio central del IMSS, en Reforma 476.

“Yo leí Kafka muy joven, en los 50. Eran las primeras traducciones, creo que venían de Argentina y me impresionó. Empecé a leerlo y a releerlo cuando estuve en París. Kafka pertenece a una cultura marginal, como las gentes que tenemos orígenes de una comunidad, en mi caso zapoteca, y sentimos también ese problema de rechazo, en cierto modo, de la cultura dominante y, al mismo tiempo, una fascinación por esa cultura dominante. Pero también estaba una lengua propia, el yiddish, una lengua minoritaria que hablaban sus familiares; mis padres también hablaban una lengua minoritaria, el zapoteco, y encontraba alguna relación, algunas cosas que se tocan”.

Pero no todo lo que Toledo ha creado alrededor de Kafka lo ha publicado. De sus Diarios, tomó una historia inconclusa, y le dio, en cierta forma, un final, un “atrevimiento”: Así la cuenta: “Un viejo solterón llega una noche de trabajar, triste, cansado, y encuentra en medio de su sala un gran huevo que se balancea; no se abre, toma un cuchillo y sale un pájaro. A él no le gusta tener perros ni mascotas, entonces se le ocurre hacer un contrato con el pájaro, que él lo va a llevar al sur, a donde hace calor, en cuanto pueda volar. Toma el pico del pájaro, lo mete en la tinta y empieza a escribir el contrato. El pájaro crece pero no vuela. ¿Qué hacer? Intenta enseñarle pero no reacciona. Ahí terminó Kafka. Con mis dibujos hice lo que cuento y un final donde los dos se van caminando, cargando maletas, hacia el sur.”

La literatura de Borges la conoció a partir de una edición del Fondo de Cultura Económica, en los Breviarios: “Cuando llegué a Europa, en 1960, ya había leído este Manual. Recuerdo que frecuentaba a Octavio Paz y (en una ocasión) estaba Alejandra Pizarnik y nos preguntó ‘¿quién ha leído a Borges?’ y la poeta no lo conocía. Nos reclamó Paz que los latinoamericanos conocíamos más la poesía de otros países que la nuestra”.

Los lazos entre la literatura y la imagen se remarcan en la exposición que se presenta en esta ciudad hasta el 30 de agosto, y que toma el nombre del El Mono de la Tinta, una imagen que hace muchos años acompaña al artista: “Físicamente me considero un mono. He aprendido a dibujar con tinta, con tinteros y plumas de antes. Pero es un mono ilustrador que usa tinta; desde que empecé a dibujar con plumas, me sentí como ese mono”.

Aunque no lee todo lo que compra, Toledo quiere estar al día: “Voy a México y compro libros para la biblioteca, compro lo que crea que puede interesarle a los jóvenes, sociología, filosofía, en fin, todo, y lo que va a pareciendo de jóvenes escritores”. —¿Cómo festejará su cumpleaños? —No sé. Estoy viejo. No celebro nada... pues en mi cama, leyendo tal vez”.

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