Somos hijos del maíz, de la milpa. La conquista española se llevó el oro y los códices mexicas, a cambio nos presentaron el catolicismo, los nuevos símbolos que formaron la identidad de nuestra historia. Dichos signos los expone el multidisciplinario artista oaxaqueño Demián Flores, en Lisboa para la Capital Iberoamericana de Cultura 2017.

Demián (Juchitán, Oaxaca, 1971) comenzó su formación como grabador y a través de los años se ha desempeñado en distintas disciplinas como la pintura y el videoarte. Su obra Al final del paraíso es un proyecto diseñado a sito para el Museo de los Descubrimientos —construido en 1960— para conmemorar los 500 años de Enrique El Navegante. La exposición del mexicano inauguró el programa Pasado y Presente en Lisboa los primeros días del año.

Al final del paraíso es un testimonio gráfico de nuestro tiempo, una mezcla de símbolos de la identidad nacional, como la milpa, el águila. Acompañado de esbozos satíricos, el autor recrea pasajes históricos y cotidianos, la memoria y el presente para reflejar la transformación de la cultura contemporánea.

“No es una exposición que hable del pasado sino de un presente, situarnos en la realidad cotidiana de Latinoamérica y concretamente de nuestro país”, dice el artista en entrevista con EL UNIVERSAL.

La muestra se compone por un gran mural fragmentado que recorre todas las salas. Inspirado en un códice borbónico que, según los antiguos mexicas, era un calendario de augurios donde la gente puede conocer su propio destino, explica el artista.

Blanco y negro exclusivamente. Trazan símbolos, las 50 imágenes del mural fragmentado de 60 metros permiten un diálogo con el espectador que rompe el espacio bidimensional para encontrar nuevas relaciones espaciales entre los dibujos. Asimismo, el muro genera una narrativa sobre la historia de México, un recorrido histórico a través de distintos signos.

“Algo que caracteriza mi trabajo son los planteamientos de formas antagónicas. Por ejemplo, en este trabajo sólo ocupo blanco y negro para crear un vínculo de dualidad: el pasado y el presente, industrial y artesanal, la vida y la muerte.
Estos vínculos reflejan mi propia forma de entender el arte desde el autoconocimiento”.

También la obra se acompaña de una serie de grabados a partir de las estampas de Theodor de Bry (1528-1598), un grabador originario de la provincia de Lieja. A pesar de que Theodor nunca visitó América, a través de las anécdotas de viajeros y comerciantes ilustró el libro de Fray Bartolomé de las Casas sobre la destrucción de las Indias, la conocida leyenda negra.

La colección de 22 grabados se divide en dos paráfrasis: El buen salvaje y Antropofagia en Brasil. “Hago una analogía con la realidad actual en México, comenta el autor, una realidad que es azotada por la violencia, donde ahora los antropófagos somos nosotros mismos, devorándonos”.

Para él, dice, el arte es un espejo de lo que uno es, un espacio donde uno puede repensarse. “Siempre he intentado crear un diálogo con la movilidad que mi vida ha tenido. Pertenecer a una comunidad indígena como lo es Juchitán y crecer en la Ciudad México me ha permitido recrear las ideas que tienen que ver con el desplazamiento, la memoria, el territorio y la identidad.”, puntualiza.

Al final del paraíso se exhibirá hasta el 2 de abril en la Capital Iberoamericana de Cultura 2017 que forma parte de las 150 actividades que conmemoran la relación con las culturas iberoamericanas. Esperan una asistencia de más de 20 mil personas al mes.

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