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“La arquitectura en México no se ha encontrado a sí misma porque está tratando de imitar lo ajeno”, asegura el arquitecto Fernando López Carmona. Galardonado a finales de 2015 con el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el campo de Bellas Artes, y reconocido también con la medalla de Bellas Artes del INBA, plantea: “No es fácil recomponer el rumbo pero lo que hace falta es tener la honestidad de decir la verdad, porque se está tratando de copiar, no de hacer algo propio”.

Desde Querétaro, donde reside desde 1998, López Carmona responde las preguntas vía Skype y por correo electrónico. Sus respuestas son breves.

El arquitecto de 94 años ha sido protagonista y testigo de procesos claves en la historia de la arquitectura del país a lo largo del siglo XX y durante el XXI. Con autoridad, afirma que si hoy se imita en la arquitectura es porque hay “falta de valor para enfrentar la necesidad de un cambio”. Opina que esto es más cómodo, y que “no se evoluciona, no se enfrenta”.

Concluye que la causa de ello es que “prevalece el tema económico sobre la arquitectura y la creación” y que por ejemplo, en el caso de la vivienda popular, no se puede hablar de arquitectura sino de una industria de construcción masiva. La vivienda popular no es en sí misma una arquitectura, sino un negocio, y responde por lo tanto a sus motivadores particulares”.

Acerca de la arquitectura que hoy se hace en el país explica que “cada momento tiene su expresión particular y a las personas que les toca vivirlo lo deben interpretar y desarrollar más allá de los gustos particulares”.

La vocación. La huella de Fernando López Carmona en la arquitectura mexicana está presente en obras modernas y contemporáneas, en la restauración y formación de profesionales.

Nacido el 27 de septiembre de 1921 en la ciudad de México, se formó en la Escuela Nacional de Arquitectura, y obtuvo su doctorado con la tesis Estudios de la condición actual de la Catedral Metropolitana, las condiciones de la estructura en función del programa del suelo. Trabajó con los arquitectos Enrique de la Mora y Félix Candela; investigó el uso de materiales en la construcción y cubiertas ligeras, y sobre este tema diseñó una especialización.

En cuanto a quién o qué lo llevó a decidirse por la arquitectura como profesión y vocación, recuerda que fue determinante el ambiente en el que vivía: “Cuando algún arquitecto famoso, como don Federico Mariscal iba a la fábrica de mosaicos de mi tío, para mí representaba un acontecimiento, puesto que él estaba terminando en ese entonces el Palacio de Bellas Artes que me impresionaba mucho, tanto en la manufactura de los mosaicos, como en los precolados que había ordenado. Cuando el arquitecto Manuel Ortiz Monasterio o Bernardo Calderón, padre, asistían al edificio de La Nacional, verlos me marcó en cuanto a mi decisión de estudiar arquitectura”.

De la experiencia de trabajo entre diversos arquitectos en el proyecto de Ciudad Universitaria, expresa: “Yo percibía un ambiente de cooperación para sacar a tiempo el trabajo necesario, en ese momento yo ya había acabado la carrera, para mí la experiencia obtenida fue importante”. De los arquitectos Enrique de la Mora y Félix Candela destaca “la lealtad a sus convicciones que se reflejaba en su trabajo”.

Para López Carmona, la posibilidad de “incorporar al programa general de trabajo de restauración el concepto de la estructura activa es la enseñanza que se puede heredar para salvaguardar este tipo de monumentos”.

En particular, la experiencia de trabajar en la restauración de la Catedral Metropolitana significó un hito. “Como antecedente, este trabajo estaba en plena ejecución en los años 40, con don Manuel Ortiz Monasterio y Manuel Cortina, visto como una recimentación. Esto fue el esfuerzo de la nación para salvar la Catedral, básicamente consistía en el refuerzo de la cimentación para hacerla capaz de tomar las solicitaciones. El cambio en el enfoque definido hacia un método inverso de renivelación, que en vez de endurecer la superficie de carga, buscaba un método, con la participación del ingeniero Enrique Santoyo, para ablandarla, resultó en el desarrollo de estos procedimientos, que permitieron el salvamento de la estructura”.

Testimonios. Los logros y méritos del arquitecto López Carmona han sido en su relación familiar, docente y como profesionista, destaca el también arquitecto Arturo Ríos Santa Cruz: “Desde joven mostró una pasión y creatividad incansables, con un altísimo nivel de exigencia personal. Esta actitud le ha permitido mover paradigmas establecidos dentro de la arquitectura en nuestro país. Su capacidad creativa le ha permitido conectar el campo de la geometría, como la de poliedros y superficies de doble curvatura, con el oficio de la construcción, transformando estos elementos en formas estructurales y arquitectónicas muy bellas”.

Ríos Santa Cruz cita los distintos campos en que ha trabajado en arquitectura: casa habitación, educación, deportes, mercados, industria, hospitales y arte sacro, entre otros. “En todos los casos ha hecho grandes aportaciones en el área de la composición, la geometría, la construcción y las estructuras. Otra área que ha abordado con mucho talento es la reestructuración de monumentos históricos hechos de mampostería, algunos de los cuales estuvieron a punto de ser demolidos. Gracias a sus creativos planteamientos y a su profundo conocimiento sobre las estructuras de mampostería, hoy se mantienen en pie”.

Para el arquitecto Xavier Cortés Rocha también son diversas las razones por las que López Carmona es un profesional muy importante en la arquitectura de México: “Formó parte de ese equipo extraordinario de escribió una de las páginas más notables de la arquitectura de México en el siglo XX, con obras muy novedosas y de gran valor artístico, de arquitectura religiosa; un triunvirato donde estaban Enrique de la Mora, Félix Candela y López Carmona. Desarrollaron artística y tecnológicamente lo necesario para hacer obras como la antigua Bolsa de Valores, y las capillas del Altillo y de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul, o la iglesia de Santa Mónica”.

Al igual que Ríos Santa Cruz, Cortés Rocha resalta lo que López Carmona hizo como maestro: “A muchísimas generaciones les dio cursos sobre un tema que domina: el papel de las estructuras en el diseño arquitectónico. En su personalidad es de buen humor, pero serio. Es alguien a quien siempre se puede recurrir porque es extraordinariamente generoso. Es un arquitecto completo, de pegar el papel en la mesa, de trabajar con su regla T y sus escuadras, de hacer dibujos, de ir constantemente a las obras. Ha sido un arquitecto con un gran ojo clínico: veía una bóveda agrietada y ya sabía cómo había que atacar el problema”.

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