Un niño invisible que nunca duerme y ve la televisión toda la noche, o un oso de peluche que sabe todas las respuestas son solo algunos ejemplos de amigos imaginarios.

Azucena Díaz, presidenta de la Sociedad de Psiquiatría Infantil y Lefa S. Eddy, secretaria de esta organización que pertenece a la Asociación Española de Pediatría, señala que el tipo de amigos imaginarios que suelen tener los niños son compañeros con los que compartir sus fantasías o héroes con poderes especiales.

“Tener un amigo imaginario implica relacionarse con un personaje que no tiene carácter real y es invisible”, expone Jaqueline Benavides Delgado en el trabajo La creación de amigos imaginarios en los niños: ¿un problema clínico?, publicado en la revista Tesis Psicológica de la Fundación Universitaria Los Libertadores en Colombia.

La autora subraya que se ha encontrado una estrecha relación entre la existencia de amigos imaginarios y la capacidad de los niños para comprender las emociones y la mente de los otros.

Del mismo modo, The Raising Children Network, una plataforma amparada por el Departamento de Servicios Sociales del Gobierno de Australia, indica que no hay evidencias de que los niños con amigos imaginarios carezcan de habilidades sociales o tengan problemas emocionales.

“Los niños con amigos imaginarios pueden ser más sociables, menos tímidos y mostrar más empatía cuando juegan con otros niños. De hecho, un estudio mostró que los adultos que tuvieron amigos imaginarios en la infancia sintonizaban mejor con las necesidades de otras personas”, apunta esta entidad.

En este sentido, las doctoras Díaz y Eddy explican que el juego simbólico es esencial para el desarrollo de habilidades cognitivas, lingüísticas, emocionales y sociales y el amigo imaginario forma parte de dicho juego simbólico.

“Se considera que el niño que crea un amigo en su fantasía tiene mayor capacidad para comprender las emociones y las creencias de los demás. Es decir, tiene mayor capacidad de empatía, lo que le va a facilitar su interacción social”, detallan.

Asimismo, “el niño con un amigo imaginario va a desarrollar más su lenguaje interior, lo que favorecerá un mejor desarrollo de sus capacidades lingüísticas y narrativas”, destacan.

El hecho de que un niño tenga amigos imaginarios no revela ninguna carencia.

“Puede que algún niño cree un amigo imaginario para compensar sus carencias afectivas, pero la mayoría de los niños con amigos imaginarios tienen un desarrollo normal de la fantasía y de la imaginación infantil”, describe la doctora Díaz.

La experta aclara que la razón por la que se ha relacionado a los amigos imaginarios con la carencia afectiva es porque los primeros estudios se hicieron con niños institucionalizados, sin incluir un grupo de control de niños pertenecientes a la población general.

Respecto a la cantidad de niños con amigos imaginarios, la mayor parte de los estudios calculan que alrededor del 30% de los niños tiene un amigo imaginario. No obstante, algunos autores hablan de más del 60%.

Según explica la doctora Eddy, aunque se han encontrado personas que en la adolescencia temprana y media tienen un amigo imaginario al que hablan o del que escriben en sus diarios, la edad habitual para tener amigos imaginarios es la etapa del desarrollo del juego simbólico, que comienza hacia los dos años y finaliza alrededor de los siete.

"El juego simbólico es la capacidad de realizar representaciones mentales y jugar con ellas como, por ejemplo, coger un móvil e imitar estar hablando con alguien”, precisa.

Díaz y Eddy indican que no es necesario que los padres hagan nada si su hijo les habla de un amigo imaginario, “siempre y cuando observen que el niño es feliz jugando con él”. Ahora bien, afirman que si notan que el amigo imaginario le produce al niño malestar e inquietud, deben consultarlo con su pediatra.

kal

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