Chicago, Illinois.— Donald Trump prometió aplicar las leyes justificando así sus posiciones antiinmigrantes y se autodenominó “el Presidente de la ley y el orden”. No obstante, con el perdón otorgado a Joe Arpaio, ex alguacil del condado de Maricopa, Arizona, Trump traicionó a los estadounidenses.

Arpaio es un personaje que durante décadas ejerció las leyes escogiendo a potenciales sospechosos con base en un perfil racial: ser o lucir latino. Así mismo trató a los detenidos indocumentados en condiciones indignas para un ser humano. Luego de varios intentos para llevarlo a la justicia, una corte federal determinó que desacató la orden de un juez para desistir de su práctica de perfil racial.

Arpaio sería sentenciado el próximo 5 de octubre pero el Presidente se adelantó y lo perdonó otorgándole impunidad. Entonces el Presidente de “la ley y el orden” desprecia los tiempos del sistema judicial y protege a un criminal quien, por cierto, fue soldado fiel en su campaña presidencial.

He observado reacciones a mis textos críticos a Trump en este espacio. Algunos trompistas descalifican las denuncias en contra del Presidente, incluso uno de ellos dijo que las voces criticas buscaban proteger a “mojarritas” —término discriminatorio y racista— sin ofrecer argumentos o soporte legal a sus ladridos.

Quiero ser claro, la mayoría de las acciones y decisiones de Donald Trump violentan los principios básicos de lo que significa ser estadounidense. En este país se cuenta con un sistema judicial que no es perfecto pero que funciona.

La condena a Arpaio está documentada con décadas de abusos de poder que cometió como agente del orden. Un bully que desde su púlpito torció el ejercicio de las normas para discriminar sobre un grupo particular (los indocumentados) porque le resultó políticamente rentable.

El diario más importante de Arizona, el Arizona Republic publicó en su editorial sobre el perdón a Arpaio: “es una señal de desacato para todo estadounidense que cree en la justicia, la dignidad humana y el imperio de la ley”. Ambos senadores republicanos de Arizona también criticaron la decisión. Jeff Flake dijo “hubiera preferido que el Presidente respetara el proceso judicial y que dejara seguir su curso”, mientras que John McCain sentenció “el perdón socava la promesa (de Trump) de hacer cumplir las leyes”.

Aunque hay que reconocer que estas barbaridades son posibles porque este país descansó por siglos en los principios filosóficos que lo hacían, según la visión interna, una nación excepcional. Mientras que otros países están inundados de leyes que nadie respeta, Estados Unidos se movía con el piloto automático de la decencia pero sin reglas formales que eviten algunas bajezas desde la Presidencia.

Por eso Trump desplegó nepotismo al meter a su familia a la Casa Blanca como si operara un estanquillo familiar, conservó su imperio de negocios mientras ejerce el poder abriendo la puerta a un sinfín de conflictos de interés y perdona a un criminal antes de ser sentenciado.

Estados Unidos debe mirar más allá de Trump e instaurar los controles institucionales que impidan que otro demagogo destruya aún más la democracia liberal que inspiró al mundo. Esto no es una lucha entre demócratas y republicanos, blancos y no blancos, sino un esfuerzo por recuperar los principios básicos de dignidad y decencia humana carentes en el actual Presidente.

Como dijo el Arizona Republic: el perdón a Arpaio “debe preocupar a todos los estadounidenses que creemos que como nación debemos trabajar por lograr una justicia igualitaria”.

Periodista

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