La fascinación con las encuestas —juego de cifras que suele favorecer lecturas convenencieras— lleva con frecuencia a ignorar que lo que ocurra el primer domingo de julio responderá a la manera en que se dé la compleja articulación de múltiples variables y que, en consecuencia, hay factores que a lo largo del proceso y, particularmente, en los días previos al de la jornada, mueven el comportamiento electoral. Entre las principales sobresalen (lo apunté en mi colaboración anterior): la fortaleza del aparato político-electoral, la capacidad del candidato para conectar con segmentos mayores del electorado, la disponibilidad de recursos, la operación a ras de suelo, la herencia del gobierno saliente y su impacto en el humor social, y los “amarres” con los poderes fácticos.

Pero otros ingredientes pueden resultar claves en el resultado: la campaña, la estrategia electoral y las ofertas. La capacidad para entender la disputa, medir el ánimo colectivo, usar los instrumentos más eficaces (alianzas, pactos, acuerdos), para reaccionar y ofrecer respuestas puntuales, seductoras, a los distintos segmentos del electorado en una contienda que, cada vez más, se juega en la esfera mediática. También inciden en los resultados los saldos de los procesos de selección dentro de los partidos que, si se conducen mal, pueden provocar lastimaduras, incluso fracturas y escisiones.

Aunque los debates —y los post-debates— suelen confirmar los (pre) juicios de los militantes y simpatizantes, una participación contundente puede mover preferencias de los indecisos e, incluso, de quienes tenían ya una definición.

Otra variable depende del comportamiento de los electores: el voto duro, el de castigo, el voto útil, el voto en defensa propia, entre otros. Una modalidad del sufragio ha sido clave en el resultado: es “el voto útil”.

Otro ingrediente, no menor, es la dispersión de las opciones. En este proceso aparecen tres alternativas mayores: la coalición Todos por México que postula a José Antonio Meade; la que encabeza AMLO, Juntos haremos historia, y la que tiene a Ricardo Anaya como su candidato, Por México al frente.

El hecho de que haya tres fuerzas con importantes recursos perfila, por ahora, una competencia a tercios en la que crecerá la importancia de aquellos partidos con mayor capacidad de movilizar a sus simpatizantes a las urnas.

Una vez que se hayan definido quiénes son los candidatos sin partido (“independientes”) que estarán en la boleta, habrá que identificar a quién le restarán votos; vale advertir que la dispersión de las opciones es también la propagación del mal humor social, son varios los candidatos que buscan representar el hartazgo y ser la opción anti status quo.

Los impactos positivos o negativos de las alianzas es otra variable por considerar. Ya sabemos que en política hay sumas que restan: ¿qué alianzas suman y cuáles restan a los candidatos que encabezan las alianzas?

También tendrán incidencia, el árbitro y la autoridad electoral. ¿De qué manera el INE o el TEPJF valorarán eventuales denuncias de compra de votos o del rebase de gastos por alguna de las formaciones?

Otra variable es el impacto de las postulaciones de candidatos a las gubernaturas, al Congreso y a las alcaldías más relevantes. En ocasiones, la fuerza y el carisma del candidato presidencial “arrastra” al resto de los candidatos. Pero esta especie de simbiosis puede darse a la inversa: que el notorio desprestigio de un candidato local contamine las preferencias electorales en otras fórmulas.

No debería de sorprendernos, pero en el desenlace último en la elección presidencial de 2018, jugará también el factor externo, es decir, la manera en que inciden sobre la realidad mexicana ingredientes sobre los cuales no tenemos control: las decisiones impredecibles del presidente Donald Trump, la marcha de la locomotora estadounidense, la renegociación del TLC, el precio de la mezcla mexicana del petróleo y la relación peso-dólar, entre otros. Estos ingredientes serán claves para el desempeño de la economía mexicana y éste incidirá en el humor colectivo y en la decisión de premiar o castigar al candidato oficial y arriesgarse a la alternancia.

La próxima semana concluiré este recuento de las variables que, pensamos en Grupo Consultor Interdisciplinario, decidirán el resultado de la elección presidencial.

Presidente de Grupo Consultor
Interdisciplinario. @alfonsozarate

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