La opinión pública nacional no sabe mucho del tema porque, como en todo lo que puede perjudicar seriamente la imagen del #priñanietismo, un cerco mediático dificulta su difusión. Me refiero al proceso contra Alejandro Gutiérrez, el exsecretario general adjunto del CEN del PRI detenido en una cárcel de Chihuahua, amigo cercano del exlíder priista Manlio Fabio Beltrones y del mismísimo presidente Enrique Peña Nieto. Las revelaciones que ha hecho el gobernador del estado, Javier Corral, son impactantes. En torno a su detención está la trama de corrupción llamada operación #Safiro, un complejo mecanismo de desvío de recursos públicos hacia las campañas electorales del PRI en 2016. El daño para el erario chihuahuense es de 250 millones de pesos, pero se calcula que el esquema involucró a otras entidades y que el monto total ronda los 1,500 millones. Los intereses afectados por el encarcelamiento de ese hombre son poderosísimos, y están intentando por todos los medios liberarlo.

Existe una disputa entre jueces estatales y federales sobre quién debe juzgarlo, porque hay expedientes abiertos en ambos órdenes. Todo indica que las presiones sobre la Suprema Corte de Justicia para que sea trasladado a un reclusorio fuera de Chihuahua y juzgado por el poder judicial federal son enormes. ¿Por qué la prisa y el temor a que sean juzgadores del estado quienes lleven lo enjuicien? ¿Acaso porque ahí los barones de la cleptocracia mexicana no tienen mayor influencia? ¿Por qué la urgencia de que sea liberado? ¿A quiénes puede perjudicar lo que sabe? Por el tamaño de las maniobras para sacarlo de la jurisdicción chihuahuense -en un operativo nunca visto intentaron prácticamente arrebatárselo a las autoridades estatales y traerlo en un avión a la ciudad de México- a mí no me queda duda de que este caso apunta al vértice del poder. Es un juicio histórico emanado de la primera acción legal que desafía a los intocables de nuestro país, y que pone a Chihuahua a la vanguardia de la lucha contra el pacto de impunidad.

Del tamaño de lo que está en juego es la ofensiva de la potentísima maquinaria gubernamental para que el señor Gutiérrez sea procesado bajo los usos y costumbres del viejo sistema político mexicano, que en este sexenio ha sido restaurado. Yo hago un llamado a quienes se oponen a esta restauración autoritaria, a quienes rechazan la corrupción y quieren el cambio, a dar visibilidad a la valiente brega que emprendió el gobernador Corral, y exhorto a la Corte a no dejarse avasallar y a demostrar que, al menos en su ámbito de responsabilidad, los pesos y contrapesos de nuestra precaria democracia funcionan. Hay encrucijadas en la historia en las que el desenlace de una sola disputa judicial puede ser la sentencia del fin de un régimen. No exagero al afirmar que esta es una de ellas.

PD: Guerra comercial. La imposición por parte del presidente Donald Trump de aranceles al acero y al aluminio de México es un embate más para debilitarnos en la renegociación del TLCAN. Si bien ha sido correcta la respuesta del secretario de Economía -y en general su estrategia de resistencia-, la postura del secretario de Relaciones Exteriores no ayuda. Declarar que la cooperación de nuestro país con Estados Unidos no se modificará es tirar a la basura nuestras cartas para negociar con ellos. ¿Pues no había dicho que toda la agenda estaba sobre la mesa? ¿Qué intención tuvo el presidente cuando, hace dos meses, pidió un informe a su gabinete sobre el tema? ¿Fue un show para que el electorado mexicano creyera que por fin actuaría con firmeza? Para cualquier jefe de gobierno y cualquier canciller es endemoniadamente difícil enfrentar a un bully con tanto poder como Trump; pero para quienes apostaron por su triunfo electoral, para quienes están empecinados en probar que no se equivocaron y en demostrar que la Presidencia trumpiana les redituó un beneficio, es sencillamente imposible. Es lo que sucede con Peña Nieto y Videgaray.

Coordinador de asesores del candidato
de PMF. @abasave

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