El cine de ciencia ficción sobre mundos distópicos usualmente resulta efectivo cuando descansa sobre una metáfora que sea cuasi perfecta: Alex como el epítome de la sociedad ultraviolenta y amoral (A Clockwork Orange, Kubrick, 1971), los replicantes como la gran paradoja del mundo robotizado (Blade Runner, Scott, 1982), la última y única mujer embarazada como nueva Virgen María en un mundo sin nacimientos y sin niños (Children of Men, Cuarón, 2006).

Lo que enoja con What Happened to Monday?, la más reciente cinta producida por la plataforma de Netflix y dirigida por el noruego Tommy Wirkola (la dupla de terror Dead Snow 1 y 2, así como el guión de Hansel & Gretel: Witch Hunters...lo cual por cierto no es algo para presumir) es que muy en el fondo trabaja con una metáfora atractiva, con muchas posibilidades, y que sin embargo aquí sólo sirve para detonar escenarios de acción. O dicho de otro modo: What Happened to Monday? tenía altas posibilidades de convertirse en algo notable pero el director así como sus guionistas (Max Botkin y Kerry Williamson) prefieren dejarlo en una bonita película de acción, divertida, que engancha rápidamente pero que resulta olvidable. Es la clásica película para pasar el rato y sentir que no perdiste del todo dos horas de tu vida. De esas películas que no extrañas verlas en el cine y que resultan perfectas para Netflix.

En el futuro distópico de esta cinta, los recursos naturales comienzan a escasear, los transgénicos parecen ser la solución pero a la larga son los causantes de un problema mayor: nacimientos múltiples (de quintillizos para arriba) y por tanto un incremento exponencial en la población que hace que los recursos sean aún más limitados.

Ante el fracaso de las soluciones científicas entra la política. Se crea el Buró para la Asignación Infantil (CAB por sus siglas en inglés) quien es el encargado de hacer cumplir una nueva y férrea norma poblacional: las familias sólo pueden tener un hijo, y si acaso se tratara de nacimientos múltiples, los niños restantes serán criogenizados hasta que la humanidad resuelva el tema de la falta de recursos naturales.

Terrence (William Dafoe) no está dispuesto a aceptar esto y cuando su hija da a luz a siete niñas idénticas, crea un plan para que todas puedan sobrevivir. Nombradas como los días de la semana, Terrence las educa para que sólo una de ellas pueda salir a la calle a la vez (según el día de la semana y su nombre). Afuera todas crean la personalidad de Karen Settman, una mujer exitosa, ejecutiva, sencilla. Pero dentro de su departamento, las siete mujeres pueden ser ellas mismas: la estudiosa, la deportista, la introvertida, la nerd, etc. Algo así como si las Spice Girls fueran siete y existieran solo en los confines de aquellas paredes. Por supuesto, el plan necesita de una constante coordinación para que funcione: todas las noches, las siete se reúnen para contar el detalle fino de su día y no caer en contradicciones futuras.

La metáfora es interesante. En una sociedad que busca suprimir la diversidad, sólo sobrevives se te conviertes en uno más de la masa; adentro, encerrado en tu casa, es el único sitio donde puede explotar tu verdadera personalidad, el único lugar donde se puede ser uno mismo.

Las siete hermanas son interpretadas por Noomi Rapace (la Chica del Dragón tatuado original) en un trabajo de efectos visuales que si bien no es la primera vez que sucede en el cine (recordemos a Ismael Rodríguez y su milagrosa multiplicación de los Pedros Infantes allá por 1948 en Los Tres Huastecos) al menos si está hecha con precisión clínica: las siete chicas, que en realidad nomás es una, interactúan entre ellas con completa naturalidad y sin que en ningún momento sea evidente el truco.

En ese sentido, el trabajo de Rapace es la verdadera joya de la cinta. Su actuación -versátil, calculada, divertida- se adivina exhaustiva en el cambio no sólo de personalidad sino en la continuidad de vestuario, peinado e intencionalidad de cada uno de los personajes que interpreta (espero que haya cobrado siete veces su sueldo). Ella literalmente llena la pantalla y lo hace con un ímpetu que resulta el mayor atractivo de la película, que no es sino un vehículo perfecto para su lucimiento.

La trama engancha la atención, particularmente por la edición (a cargo de Martin Stoltz) sumamente dinámica, con algunos flashbacks explicativos (que afortunadamente son los menos) y escenas de acción bien montadas con ciertos caprichos visuales (la cámara del español José David Montero) en un afán por mantener al público expectante.

Pero no hay más allá. Una vez planteada la situación y descubierto el misterio, la cinta va en control remoto a un final predecible en un viaje que si bien es disfrutable no deja de sentirse algo vacío. Casi como un lunes cualquiera.

-O-

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