En cuarenta y cinco años como profesional, el luchador nunca se había alejado tanto tiempo del deporte de los costalazos.

Al igual que la mayoría de la población, arrastra ya tres meses sin ingresos y con la incertidumbre acerca del futuro cercano.

Pese a todo, ha sacado algo bueno del encierro, y aunque bromea un poco, eso le ha ayudado a sobrellevar la contingencia. “Ahora lavo trastes, preparo la comida y comparto los quehaceres de la casa, hago lo más posible para que el día sea más amable”.

Claro, eso no suple el sabor que le deja la lucha a su vida. “Es obvio que extrañamos mucho, pero también he aprovechado el tiempo para darle descanso al cuerpo. No he hecho ejercicio, y espero seguir así un mes más, por ahora solo llevo una dieta balanceada para mantener la condición física”.

Anclado en su experiencia, sabe que el hecho de que las actividades se hayan detenido, representa para todos una dura lección. “Para estar preparados y tener siempre un dinero por ahí guardado, sé que algunos compañeros no la están pasando bien, pero hay que mantener la calma”.

 

“En estos momentos es preferible mantener la vida”, advierte. “A mis alumnos les inculco el respeto y la humildad ante todo. Me preguntan mucho que cuándo reiniciamos los entrenamientos, pero les hago entender que no debemos tomar las cosas a la ligera”.

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Aunque no quiere opinar mucho de los compañeros que se aventuran a participar en luchas a puerta cerrada, comparte su punto de vista con respeto. “Es una situación terrible, sé que la necesidad es grande, pero sí en condiciones normales el pago no es seguro, ir a lo que depositen en internet y confiar a lo que el promotor dice que se junta, no es razonable. Exponerse por casi nada, no le veo el caso. Supongo que piensan que van a ganar un buen dinero, ojalá, pero no creo que sea así”.

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