Mas allá del oportunismo, lo importante es que la figura está instalada en el sistema electoral como instrumento de participación e integración de los órganos del poder y no sólo como declaración constitucional entre los derechos ciudadanos que incorporó la reforma política de 2012.

Nuestro país transitó, en una larga y dolorosa lucha cívica, del voto inexistente al voto respetado. En medio padeció toda una época de defraudación electoral, la más virulenta primero y luego la más sofisticada que régimen autoritario haya desarrollado en América Latina