No voy a quejarme, pero volveré a mi costumbre de no poner atención en la pantalla, a considerarla un murmullo carcelario, un simple rumor que me permite concentrarme en otros asuntos no sometidos a la censura

Mi amigo, Guillermo, herido, salió del carro y pálido e incrédulo fue a buscar mis restos, mis huesos desquebrajados, el batidero de sangre, pero no encontró nada