Martha dirigía un grupo de niñas los sábados por la tarde al que yo asistía y un día me dijo: “Cuando veas un rayo, comienza a contar hasta que escuches el trueno, multiplícalo por tres y agrégale dos ceros, esa es la distancia a la que cayó el rayo”. Aquel día ella sembró algo en mí y quise aprender más, pero yo fui de esa generación que cuando le tocó entrar a la universidad, la UNAM estaba en huelga. Me las arreglé para estudiar Física en otro lado y más tarde me enteré del Verano en el Observatorio del IA UNAM. Contacté al Dr. Roberto Vázquez, quien me invitó a realizar un verano científico. Tomé un autobús en el que viajé más de 30 horas para hacer mi primer trabajo de investigación. Al terminar Física, con todo el entusiasmo del mundo, me inscribí en el Posgrado de Astrofísica en el IRyA UNAM.

Me emocioné el día que conocí a la Dra. Yolanda Gómez, la radioastrónoma que realizó la primera detección de vapor de agua alrededor de una estrella vieja. El Dr. Laurent Loinard me ofreció trabajar con él en un proyecto en el que llevo casi 20 años colaborando y por el cual ahora soy experta en el área de Interferometría de Muy Larga Línea de Base. La UNAM me dio la oportunidad de hacer estancias de investigación para realizar mi tesis de doctorado. El Posgrado me llevó a eventos académicos en el país y el mundo. La UNAM me enseñó a hacer ciencia, pero la gente de la UNAM me enseñó el tipo de persona que quería ser. Roberto creyó en mí y me dio asilo en Ensenada. Laurent se quedaba hasta tarde para ayudarme a preparar algún tema. Yolanda fue mi “mamá” académica, mi mejor amiga. Stan Kurts me dio un gran ejemplo de humildad y respeto hacia los demás. Luis F. Rodríguez siempre tiene tiempo para hablar y me enseña algo nuevo. Paola D’Alessio me escribió cada semana durante los años que estuve en el extranjero para preguntarme “¿cómo va la vida?” Las personas de la UNAM me mostraron solidaridad, generosidad y compañerismo, ingredientes importantes para crecer como persona y como científica.

En ningún momento me imaginé que hacer lo que estaba haciendo me llevaría a la situación privilegiada en la que vivo actualmente. Sé que la determinación fue una gran aliada, pero me preocupa que los jóvenes tengan que elegir entre pocas y malas opciones porque las decisiones que tomamos de jóvenes definen el resto de nuestras vidas. No tuve muchas opciones, pero Martha estuvo cerca de casa todos los sábados de mi niñez, promovió en mí la curiosidad y me pregunté: “¿Qué es el mundo?”, a lo cual no se encuentra una respuesta sin educación. A veces me regañan: “¿Te vas a pasar el día dando talleres?”, “¿te pagan por dar charlas?”; y yo digo que los jóvenes necesitan buenas opciones. La solución es enseñar, prestar libros, escuchar, donar fondos y ver que sean bien usados. Fundación UNAM lleva 28 años beneficiando a miles de estudiantes para que realicen estudios universitarios con becas muy diversas, promueve la ciencia y la cultura a través de espacios, comunidades y herramientas. Fundación UNAM es el instrumento que tenemos para brindar a los jóvenes buenas oportunidades, para transmitirles la ciencia y la cultura, o dicho de otra manera, la educación.

La UNAM me dio el sentido de pertenencia de la misma manera que Michoacán me dio el olor a tierra mojada cuando cuento “mil uno, mil dos, mil tres...” hasta que se escucha el trueno.

Profesor Investigador en la Universidad de Guadalajara

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