El primer año de un gobierno es definitorio para trazar la ruta que se habrá de seguir todo el sexenio. Es cuando se hacen las grandes definiciones de política en todos los ámbitos, mediante el diseño y ejecución del Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024, que se esperaba que reafirmara la rectoría económica del Estado como lo mandata la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

El equipo de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) se tomó en serio la tarea y organizó foros y una consulta pública que le permitió hacer llegar a la Cámara de Diputados una propuesta bien elaborada cumpliendo los requisitos que establece la Ley de Planeación. Sin embargo, luego nos enteramos que el documento fue tachado como neoliberal por el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien expresó que lo pudo haber elaborado Carstens o Meade.

Por ello, en la Oficina de Presidencia se dieron a la tarea de elaborar otra versión, que más que un plan era un manifiesto político donde se nos presentaban los grandes programas sociales y los proyectos de inversión anunciados antes de la toma de posesión como Dos Bocas, el Tren Maya y el Transístmico, a los que por cierto se opuso el recién fallecido Francisco Toledo, porque fueron impuestos a las comunidades.

Aunque algunos nuevos programas sociales se proponen con el objetivo de reducir desigualdades, quedaba la sensación de que tienen más bien un propósito clientelar, y máxime que muchos de ellos no se implementan con reglas de operación, a pesar de que las disposiciones legales señalan que el otorgamiento de subsidios lo requiere. En cambio, otros como las estancias infantiles fueron cancelados con el pretexto del combate a la corrupción.

A pesar de los esfuerzos de parlamento abierto convocados por la Cámara de Diputados y luego de semanas de intenso trabajo con expertos y con la entusiasta participación de la ciudadanía, no fue recogida ninguna de las propuestas y se aprobó el mismo texto que se le hizo llegar el 30 de abril, sin modificar ni una coma. Un PND bien diseñado, además es útil para darle estructura a los informes de gobierno. Si se revisa el documento presentado hace 26 días, el tema de deportes está en la sección de economía, los ambientales y de sustentabilidad, aunque son abordados, se pierden en el índice por sólo mencionar algunos ejemplos.

El 8 de septiembre se dio a conocer el Paquete Económico 2020, con el marco macroeconómico con estimaciones para 2019 y 2020. El diagnóstico que se expuso no muestra que la economía vaya bien. Se le echa la culpa al entorno externo, pero no se dice nada del desplome de la inversión fija bruta, ya que durante el primer semestre de este año cayó 4.1% y la tendencia es a la baja, y con cifras ajustadas estacionalmente en junio cayó 7.4% en tasa anual. De esto no se habló en el informe, porque son los otros datos que no apoyan la idea de que las cosas marchan bien.

En cambio, sí se mencionó el superávit de la cuenta corriente del primer semestre, pero no se explicó que ello se debe al desplome de las importaciones por la disminución de la actividad económica. Tampoco se mencionó la prolongada caída de la confianza del consumidor desde el favorable repunte que tuvo en enero pasado, que recibió con gran optimismo la llegada de un nuevo gobierno.

La inflación es baja y en agosto cerró en tasa anual a 3.16%, pero eso es resultado del trabajo del Banco de México y del debilitamiento de la demanda ocasionado por una política monetaria restrictiva, que ha contribuido a su vez a tener un peso fuerte, atraído por los favorables rendimientos en pesos. Pero esa inversión en cartera se podría ir si se comienzan a exigir mayores primas por riesgo.

Curiosamente, el tan cuestionado Coneval dio a conocer el 14 de agosto el índice de tendencia laboral de la pobreza del segundo trimestre de 2019, donde se reportaban datos favorables para la 4T, que los comunicadores oficiales pasaron por alto y de los que sí podría reclamar el mérito. Por ejemplo, en ese periodo la masa salarial (total del ingreso laboral de la población ocupada) tuvo un incremento trimestral de 1.7%. El cambio anual fue de 3.6%.

Es cierto, el gobierno no puede controlar los ciclos económicos y la tendencia a la baja es evidente, pero no solo viene de una recesión global, sino también de que los inversionistas no tienen confianza, por más de que algunos grandes empresarios hagan promesas de que realizarán grandes proyectos a futuro.

No contamos con un PND que dé una ruta clara de políticas públicas. En un pasado, tecnócratas neoliberales consideraban que la planeación era un ejercicio inútil; ahora, que un gobierno de izquierda haya adoptado la misma postura, es desconcertante. En contrapartida, tenemos un Paquete Económico para 2020 que prioriza la disciplina fiscal y que sigue recortando en educación, apoyo al campo, al medio ambiente, a la promoción del turismo, al fomento de la economía respaldando a las micro y pequeñas empresas (véase la propuesta del gasto programable del sector público en clasificación administrativa).

Resulta paradójico que tanto economistas de la UNAM como del ITAM recomienden hacer una reforma fiscal progresiva, que le allegue al Estado recursos para poder garantizar derechos humanos. Extraña que el actual gobierno teniendo el capital político para implementarla, no lo haga. De esta forma, el gasto y la inversión física pública seguirán a la baja y, así, es difícil que se rompa la inercia negativa.

Addendum: Banxico ha escogido el enfoque de ver para creer con la inflación al consumidor. Aunque durante la primera quincena de septiembre fue de 2.99% en tasa anual, la subyacente se quedó en 3.78%. Creo que va a prevalecer la visión de los duros y la baja será de sólo 25 puntos base.

Catedrático de la EST-IPN
Email: pabloail@yahoo.com.mx

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