La literatura colombiana se ha dedicado poco a los asuntos violentos en nuestro país, fue lo que dijo Octavio Escobar (Manizales, 1962) en la primera Feria Internacional del Libro en Culiacán. Esa fue la antesala para hablar de su novela más reciente, Cada oscura tumba, publicada por Seix Barral (2022), en cuya portada un par de botas polvosas coronadas de flores nos enfrentan. El autor explicó el origen de la escritura tras el dolor y la injusticia por la serie de asesinatos —ejecutados por los militares— de jóvenes con alguna tara mental, enfermedad, pobreza o analfabetismo, a quienes se llevaban lejos de sus casas con la promesa de darles un trabajo y después los mataban para elevar la estadística de guerrilleros muertos. Se llamaron falsos positivos, un término que el Covid nos volvió familiar, pero que en Colombia ya era atrozmente conocido por esa falsa limpia en tiempos de Uribe. Hubo más de 6 mil 402 falsos positivos entre 2004 y 2009.

Hacer justicia en la realidad, con el Ejército colombiano involucrado, ha resultado muy difícil, pero el escritor movido por la indignación y el dolor que produjo a las familias la noticia, no sólo de la muerte sino justificada por causas inventadas, le valió la forma de buscar justicia literaria. Con la destreza que ya lo caracteriza en novelas previas como Después y antes de Dios (Premio de novela corta Ciudad de Barbastro), que leí con entusiasmo, Octavio Escobar, médico de formación, nos persuade con su capacidad de construir personajes únicos y singulares y una trama tensa. Melva Lucy trabaja en el café bogotano Donde Heidi cuyo hermano Ánderson es uno de estos falsos positivos. Esta mujer robusta y costeña es el personaje central que no entiende su lugar en el mundo después del arrebato de la vida de su hermano. Solitaria, romántica y fuerte, Escobar cuenta que la tuvo que importar de otro de sus textos publicados: el tema no le pormitía crear un personaje de la nada. A Melva Lucy le adjucó la pérdida y la manera inesperada de resolverlo. De forma paralela, el otro protagonista, Gabriel Álvarez Cuadrado, un abogado idealista que se precia de no mezclar la ideología política con los asuntos de justicia, persigue al mismo ejecutor: Triple J. Su intención es exponer a los culpables de los asesinatos arteros, militares sin escrúpulos, dispuestos a vestir con uniformes y calzado, que ni siqueira les quedaba, a jóvenes que nunca fueron guerrilleros. Tanto a Melva Lucy como a Cuadrado la obsesión por la justicia les ha quitado el espacio de la relación amorosa. Tal vez por eso ella se puede relacionar con aquel hombre mayor, comensal recurrente y amigo del dueño del café, que ha escuchado que el hermano de Melva Lucy es uno de los falsos positivos y quiere ayudar; tal vez por eso Cuadrado se puede acercar a la periodista que vive en España por razones también de violencia en su Colombia natal y que escribe un reportaje sobre los falsos positivos. Con un manejo brioso de los diálogos y la atención al detalle en gestos, actitudes y ambientes, el estilo Octavio Escobar nos captura. La ficción puede hacer justicia por mano propia cuando logra hacer nuestros el dolor, la soledad y las esperanzas de los personajes. Cada oscura tumba produce una suerte de alivio frente a la ignominia.

para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión, y muchas opciones más.

Google News

TEMAS RELACIONADOS