Mario Heredia ganó la segunda emisión del premio de novela histórica Grijalbo-Claustro de Sor Juana con la novela Hijo de tigre, que estrena publicación. En la novela habitan los personajes para siempre. Este es uno de los temas de la novela Hijo de tigre: la necesidad de futuro, ocupar un lugar para estar vivo, comprender las razones detrás de la gran responsabilidad de ser el hijo del héroe
¿Cómo vivir en las páginas de un libro, es decir, como vivir en la Historia de un país con una cierta dignidad, una aceptación de los aciertos y los equívocos, después de ser Juan Nepomuceno Almonte, hijo del Siervo de la nación, José María Morelos y Pavón, y Brígida Almonte, de participar siendo niño en el sitio de Cuautla al frente de Los Emulantes armados de palos y piedras y ser nombrado brigadier por el padre y luego recibir la noticia de la orfandad en aquella escuela en Nueva Orleans donde Morelos lo había mandado para salvarlo?, ¿cómo sobrevivir al estigma de la historia cuando se es hijo de una figura esencial en la gesta de la Independencia, se triunfa en la batalla del Álamo junto a Santa Anna en la revuelta de Texas y llegado un punto se decide que lo más conveniente para México es ser gobernado por un noble europeo y así se convierte en su brazo derecho y es quien acude a pedir ayuda a Napoleón cuando éste ha abandonado a Maximiliano y Carlota a su suerte: al paredón y a la locura?

Esta es una novela sobre el exilio, el exilio del país y de la historia, el personaje maldito y traidor que quiere en los últimos meses de su vida una oportunidad de una batalla más. Ser exiliado en París significa ser exiliado de las causas, de las luchas, de las ideas, en su departamento en aquel barrio elegante desde cuya ventana mira al vecino, el escritor Emile Zola. Esta es una novela sobre la vejez, sobre la manera en que una pareja se silencia, se aburre y permanece.

Esta es una sobre la lectura. Porque el general, que ha leído a Víctor Hugo a Balzac, que piensa que Baudelaire es una vanguardia deleznable, ha recibido una novela de un tal Carlos Soto Cabrales y la carta que la acompaña con una propuesta singular. Es una novela sobre la lectura porque mientras él lee acontecimientos de aquellos migrantes españoles, asentados en Orizaba, que son testigos del inicio de la Independencia y de la insurgencia de uno de los muchachos de la hacienda, un tal Vicente Guerrero, de piel quebrada como describe el autor, él está reviviendo los acontecimientos en los que participó. El general está leyendo el siglo XIX mexicano, donde él es un personaje no sólo de la Historia si no de la novela que escribe ese joven vecino que puede ver trabajar desde la ventana y que lo invita a una extraña insurrección para volver a México.

Pero la novela se lee mientras el escritor escribe. Y la novela se habita, parece decirnos Mario Heredia con esta mirada íntima, comprensiva más allá del etiquetado oficial sobre el traidor hijo de Morelos, por nosotros en el acto de leer. Así como Emile Zolá, un joven escritor desconocido entonces, ha aprovechado la cercanía y las conversaciones con el general, Mario Heredia ha usados los documentos de la historia y la concurrencia en el tiempo y París del escritor y del exiliado Almonte, del apestado de la historia, para escribir su propia novela: una experiencia que rebasa las posibilidades del texto y la historia.

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