Texto: 

Elisa Villa Román

Quienes han visitado un bosque estarán de acuerdo que para encontrar las mejores vistas hay que gastarse las botas en largos senderos y que es difícil encontrar un área natural sin rastro de actividad humana.

Ambas premisas se cumplen en el Parque Nacional El Chico en el estado de Hidalgo. En este viaje hecho con los cinco sentidos pasaremos una noche adentrados en el bosque, el primero que México nombró en sus leyes para protegerlo de la tala clandestina.

Las peñas de Las Ventanas, Peña del Cuervo, y Peña del Sumate son algunas de las más concurridas por los visitantes, pues la vista desde ahí les resulta espectacular. Imágenes captadas por un visitante.

Si uno viaja en carretera notará que los agaves dominan el paisaje. La imagen típica de una ciudad cambia; las gasolineras dan paso a las filas interminables de magueyes y las tiendas 24 horas poco a poco dejan de verse.

Son los primeros días de marzo y en las noticias se habla de una epidemia que se acerca lentamente a nuestras realidades. Entonces uno se queda sin señal de teléfono ni Internet, apaga la radio del auto y se conecta con la Tierra.

La belleza de nuestro primer Bosque Nacional
La belleza de nuestro primer Bosque Nacional

El Parque Nacional del Chico capta tanta lluvia que puede abastecer de agua al Valle de México y la cuenca del Pánuco. Imagen: Parque Nacional El Chico en 1963; fototeca del INAH.

En este lugar incluso las personas con alergias típicas de primavera podrían percibir el olor a oyamel, pino y encino, los árboles más abundantes del parque reconocido en 1982 en el Diario Oficial de la Federación "por su ubicación, paisaje y especies vegetales, elementos que resultan idóneos para la recreación de la población".

La protección al parque data de hace más de un siglo, cuando en 1898 el gobierno mexicano ordenó protegerlos. La antigua declaración decía: “El Monte Vedado del Mineral del Chico (...) queda reservado por el tiempo que sea necesario para Bosque Nacional”.

Esto ocurrió en el marco de otras medidas a nivel internacional ante los cambios que el mundo experimentaba a gran velocidad. Todo empezó en 1935 cuando la Unión Panamericana recomendó a sus países miembros la creación de zonas de “belleza natural” para dotarlas de los elementos necesarios para su conservación.

La belleza de nuestro primer Bosque Nacional
La belleza de nuestro primer Bosque Nacional

Vegetación típica de los senderos. Una de las recomendaciones es transitar sólo por los caminos establecidos para no alterar a otras formas de vida, incluso para no sufrir un accidente o extraviarse. Foto: Elisa Villa Román.

En ese entonces México ya había establecido otras medidas como la designación del Día del Árbol a partir del 1 de noviembre de 1893 y la Ley Forestal de 1909.

Después de la recomendación, el ingeniero mexicano Miguel Ángel de Quevedo impulsó la creación de 40 zonas naturales protegidas. Esto fue sólo el inicio, pues para los años 80 México ya contaba con 56 Parques Nacionales distribuidos a lo largo del país.

A Miguel Ángel de Quevedo lo apodaban “El Apóstol del Árbol” y entre otras cosas apoyó el cuidado de los Viveros de Coyoacán y el Desierto de los Leones.

Cabe destacar que en la zona donde se asienta El Chico vivieron pueblos que durante mucho tiempo se dedicaron a la minería. Gracias a esta actividad, el estado de Hidalgo fue testigo del descubrimiento del elemento químico hoy conocido como Vanadio, aunque el reconocimiento no se quedó aquí.

Roberto Rojas, visitante de este Parque Nacional, lo describe así: “tiene una vibra única que hace que el tiempo se torne en calma y paz. Sus paisajes únicos requieren de tu hambre por buscar. Parece que se vivieran dos días completos de la ciudad en unas cuantas horas estando ahí. No quisieras irte”.

Si uno sigue el camino marcado, inevitablemente se topará con atractivos peñascos y valles. Con algo de suerte verá escaladores poniéndose a prueba en las más ambiciosas rocas o grupos de senderistas reconociendo el sitio. En los lugares estrechos la regla es simple: ceder el paso al que va subiendo.

La belleza de nuestro primer Bosque Nacional
La belleza de nuestro primer Bosque Nacional

Carta forestal del Estado de Hidalgo en el siglo XX. Autores: Rubén Pérez Ortega y Miguel Esquidias. Fuente: Mapoteca Manuel Orozco y Berra.

En el recorrido, el paseante también verá algunos magueyes maltratados por personas que intentan inmortalizar los nombres de sus enamorados en las pencas, como dice una canción mexicana. No es común encontrar basura en la zona. En cambio, el aire es de lo más limpio, especialmente para la nariz acostumbrada al ambiente de la ciudad.

Hay una zona que destaca por los pequeños arbolitos que habitan ahí. Se llama “La Chamusquina”, un área cuya vegetación actual contrasta con los altos oyameles debido al incendio que sufrió en 1954, según información oficial del Parque.

Los incendios forestales inician de varias maneras naturales como el relámpago y el calor, pero también por causas humanas como las colillas de cigarro, los cerrillos, las botellas de vidrio y las fogatas.

La belleza de nuestro primer Bosque Nacional
La belleza de nuestro primer Bosque Nacional

Este sector del bosque sufrió un incendio y sus nuevos árboles están apenas unos pies sobre el nivel del suelo. En la imagen, visitantes transitan por “La Chamusquina”. Foto: Cortesía.

La presencia de fuego destruye la vegetación, debilita al arbolado adulto y los hace susceptibles a plagas y enfermedades. Pero a veces son benéficos para los bosques, pues controlan las plagas y contribuyen a la emisión de semillas.

Sin embargo, cuando los seres humanos inician fuegos con más frecuencia que la naturaleza, el bosque no tiene suficiente tiempo para recuperarse. En unas horas las llamas consumen lo que a la naturaleza le cuesta cientos de años levantar.

La belleza de nuestro primer Bosque Nacional
La belleza de nuestro primer Bosque Nacional

Formaciones rocosas en el Parque Nacional El Chico. Foto: Archivo/EL UNIVERSAL.

Karen Guarneros es otra visitante del Parque Nacional. Creció escuchando las historias que su mamá le contaba sobre los bosques y asegura que así aprendió a apreciar la naturaleza: “mi mamá decía ‘abraza un árbol Karen’, y ahí me veías, con mis pequeñas manitas abrazando al árbol más grande y más robusto que encontraba”.

Ahora tiene como pasatiempo el montañismo porque así aprendió a apreciar el cambio de vegetación, el canto de distintas aves y que llegar a lo más alto le presenta los mejores paisajes.

“También me gusta mucho que en el momento en que entras te quedas sin red [telefónica]. A mucha gente no le gusta, pero a mí me encanta. Sólo estás tú y la naturaleza (…) desconectada al ver los rayos del Sol a través de los árboles”.

La belleza de nuestro primer Bosque Nacional
La belleza de nuestro primer Bosque Nacional

Vista desde el campamento Dos Aguas. Foto: Cortesía.

En esta ocasión, la montañista acampará en Dos Aguas, una zona de descanso inmersa en el bosque que cuenta con la vigilancia de un hombre que ha trabajado aquí durante más de una década:

“Yo viví un tiempo en [la Ciudad de] México pero me regresé luego luego. Hacía mucho ruido, y eso que fue hace varios años. Ahora es una locura”, dice el guarda bosques.

Aquí hay algunas cabañas, baños ecológicos y contenedores de basura, pero no hay energía eléctrica ni otras comodidades propias de las ciudades. Ella coloca su tienda donde le indica el guarda bosques y prende una fogata en el lugar marcado, donde los anteriores visitantes dejaron un poco de leña como cortesía.

La belleza de nuestro primer Bosque Nacional
La belleza de nuestro primer Bosque Nacional

En el Parque Nacional El Chico sólo se puede acampar y prender fuego en los lugares señalados. Foto: Elisa Villa Román.

Entonces se quita las botas para descansar después de un largo día de caminata y siente el suelo frío sobre el que dormirá, aunque se previno con un buen “sleeping” y ropa abrigadora para la noche.

En unas horas el bosque quedará en completa oscuridad, la temperatura bajará y probablemente lloverá. Algunos de los animales que compartirán el sueño del viajero son la zorra gris, el cacomixtle, tlacuaches, armadillos, halcones, pájaros carpinteros, entre otros. Si pone atención escuchará a más de uno.

La belleza de nuestro primer Bosque Nacional
La belleza de nuestro primer Bosque Nacional

Este es uno de los parques naturales más antiguos del país, con una extensión de 2 mil 739 hectáreas. Imagen de 1925. Fototeca INAH.

Al acercarse la noche llegan más viajeros a instalar sus tiendas o rentar una cabaña. Parece que no todos van con curiosidad de escuchar los sonidos bosque, pues algunos prenden sus bocinas para empezar la fiesta.

Existen estudios donde se demuestra que la contaminación auditiva afecta el sueño de los animales, sus comunicaciones de alerta sobre depredadores y sus rituales de apareamiento.

Es hasta que las fogatas se apagan y todos duermen en sus tiendas que se escucha un animal bajando de las ramas para husmear cerca de la tienda, tal vez atraído por el olor a comida o para recordar que la naturaleza siempre reclama su espacio, aunque cobija a todos por igual.

La belleza de nuestro primer Bosque Nacional
La belleza de nuestro primer Bosque Nacional

Vista panorámica en 2020. Foto: Cortesía.

Al amanecer todo se siente más fresco. Son las últimas horas antes de volver a la ciudad y se antoja un café. Durante la noche hubo algunas lloviznas casi imperceptibles que humedecieron todo y si uno no va preparado será difícil prender una fogata sin ayuda de la yesca. Qué viajero no ha tenido un desliz como ese.

Karen reflexiona sobre el impacto de la actividad humana en las áreas naturales: “Me gustaría que hubiera más zonas así, muchos no la conocen. Aunque no sé si es egoísta de mi parte decir que qué bueno: somos una plaga y creo que entre menos se conozcan, es mejor”.

La belleza de nuestro primer Bosque Nacional
La belleza de nuestro primer Bosque Nacional

Visitantes del Parque Nacional en 1925. Foto: Archivo INAH (1925)

En cualquier lugar devastado por la actividad humana, la naturaleza volverá a reclamar su territorio. En La Chamusquina, por ejemplo, los árboles siguen creciendo, aunque hoy no sean más altos que una persona. Así es como la naturaleza, se toma su tiempo. Quizá nosotros no lo vamos a ver pero el parque seguirá ahí, creciendo lento y paciente.

“Así como mi mamá me contaba historias de El Chico, yo también lo haré, si llego a tener hijos, para que aprendan a cuidarlo y apreciarlo. Este bosque es historia, es leyenda y es vida”, dice Karen.

Fuentes:

Visita al Parque Nacional El Chico

Testimonios de visitantes: Karen Guarneros y Roberto Rojas.

Información oficial del Parque Nacional

Fototeca y Hemeroteca de EL UNIVERSAL.

Fototeca del INAH.

Conflictos ambientales y conflictos ambientalistas en el México porfiriano. Autora: Inmaculada Simón Ruiz.

Carta forestal del Estado de Hidalgo en el siglo XX. Mapoteca Manuel Orozco y Berra.

Página oficial del Parque Nacional de El Chico.

Diario Oficial de la Federación.

Artículos sobre el impacto de la contaminación acústica en los animales de Parques Nacionales:

https://www.smithsonianmag.com/science-nature/how-human-noise-ruins-parks-animals-people-180964095/

https://jpswad.people.wm.edu/Kight%20and%20Swaddle%202011.pdf

Foto principal: 

una visitante del parque posa frente a La Chamusquina. Foto de 2020, cortesía.

Google News

TEMAS RELACIONADOS