Un panorama actualizado sobre terrorismo en el mundo

Las cifras de impacto por terrorismo a nivel mundial siguen a la baja, nos indica el último Índice Global de Terrorismo del Instituto para la Economía y la Paz (IEP). Esto, por supuesto, incluye a Afganistán, un país que ha experimentado una importantísima reducción en muertes y número de atentados. Lo que pasa es que, si quitásemos hipotéticamente a ese país del mapa, el panorama cambia pues el terrorismo está volviendo a crecer. Sitios como el Sahel, Somalia o África Occidental, muestran incrementos considerables. En otras palabras, las cifras globales cuentan una parte de la historia, pero no toda.

Empiezo por decir que sí es verdad que el terrorismo, a nivel global, ha disminuido considerablemente desde su pico del 2015. La cifra de muertes por terrorismo en el mundo se ha reducido en 38% desde esos picos. La explicación está en algunos factores paralelos. La rama central de ISIS (o “Estado Islámico”) ubicada en Irak y Siria, que era la agrupación que más cantidad de atentados perpetraba, fue combatida con relativa eficacia por EU y la coalición de países que encabezaba, además del ejército sirio y sus dos aliados mayores, Rusia e Irán. Así, a esa agrupación le fue arrebatado el territorio que controlaba. Además, ISIS perdió sus líneas de suministro de recursos y de nuevos reclutas, y su actividad resultó enormemente mermada. El segundo factor en la disminución de atentados en el mundo fue la toma de Afganistán por parte de los talibanes, que era el mayor grupo perpetrador en ese país (el sitio más afectado por el terrorismo en el globo). Una vez que esta organización deja la insurgencia y se convierte en gobierno, los ataques terroristas en Afganistán disminuyeron, como se esperaba, y se redujeron a aquellos cometidos por grupos que combaten contra esos talibanes.

Estos dos factores—ISIS rama central, y talibanes afganos—cuentan entonces una parte de la historia, una parte que es importante y que tiene un claro impacto sobre esas cifras.

Adicionalmente, se puede observar que en países occidentales el terrorismo ha disminuido considerablemente, y de ahí también que hoy haya una mucho menor cobertura de los atentados que sí ocurren en el planeta por parte de los medios en EU y Europa (sumado a que otros temas como la guerra en Ucrania reciben mucha mayor cobertura en esos países por razones comprensibles).

Aún así, existe una serie de motores del terrorismo que cuando no se atienden desde la raíz, ocasionan que esa clase de violencia mute, se adapte y eventualmente reemerja. De hecho, en su pico del 2015 y 2016, menos del 3 por ciento de atentados—los cuales producían 1 por ciento de muertes por terrorismo—se cometían en países occidentales (IEP, 2017; START, 2017). Diez países concentraban el 75 por ciento de ataques terroristas y solo 5 de ellos concentraban 75 por ciento de muertes por esta clase de violencia. De manera tal que encontrar los “patrones” del terrorismo en aquellos sitios en donde menor cantidad de ataques se cometían—Europa—puede funcionar para comprender mejor el fenómeno en esos países, y a veces en otras sociedades que tienen similitudes con las europeas. Pero las circunstancias en otras partes donde muchos más atentados son cometidos a diario, difieren enormemente del contexto europeo. En esos sitios en donde hoy se comete un 99% de atentados, la actividad terrorista se correlaciona con factores como la inestabilidad y el

conflicto, la corrupción, un débil respeto a los derechos religiosos y humanos, la prevalencia de redes de crimen organizado, y la violencia perpetrada por los estados, entre otros factores.

Estos elementos, muy vivos en muchas partes del planeta, nos van a revelar otras historias paralelas. Hablemos de algunas.

Primero, la rama central de ISIS en Irak y Siria sigue viva. Lleva varios años, por supuesto, operando desde la clandestinidad, y comete muchos menos atentados que en su pico del 2015 o 2016, pero sigue ahí, reclutando combatientes, y probablemente preparando estrategias de ataque diferentes. Entre otras cosas, su actividad económica criminal en cuestiones como el tráfico de drogas (concretamente anfetaminas) ha crecido dramáticamente aprovechando las circunstancias del mercado.

Segundo, las actividades globales de esa organización (ISIS o “Estado Islámico”) siguen creciendo. Ejemplos de esto incluyen a sus filiales en África del centro y del este, o su incrementada actividad en el Sahel como se menciona abajo. Las operaciones de la denominada “Provincia de África Occidental del Estado Islámico” que contiene remanentes de lo que en su momento era Boko Haram, además de otros jihadistas que no solo operan en Nigeria, han causado un incremento de 17 veces más muertes en los últimos cinco años en su región. El dato relevante es que incluso después de todo el combate en su contra, ISIS nuevamente es la organización responsable de más atentados y muertes por terrorismo en 2022.

Ello muestra cómo es que el terrorismo se transforma, se mueve dentro de una región y se adapta a nuevas circunstancias, ignorando las fronteras nacionales (aunque ello altere las cifras de atentados y muertes por país a causa de la dispersión de sus actividades; unos países bajan y otros suben, pero cuando se observan por región, las cifras totales muestran ascensos como en el caso señalado).

Tercero, justamente uno de los sitios en donde una de las filiales de ISIS tiene mayor actividad es Afganistán. De modo que, si bien los talibanes materialmente dejaron de cometer atentados en ese país, hay varias agrupaciones, ISIS incluida, que siguen sosteniendo a Afganistán como el más afectado por el terrorismo en el planeta. Ahora bien, aunque los talibanes afganos prácticamente dejaron de cometer atentados, la agrupación que se mantiene altamente activa es la de los talibanes paquistaníes (TTP). Éstos se encuentran llevando a cabo una imparable serie de atentados en estos días en aquél otro país. Aunque el reporte del IEP abarca solo los atentados del 2022 y sitúa a Pakistán como el sexto sitio más golpeado por el terrorismo, la ola terrorista que inició en ese sitio posterior a la toma de los talibanes de Kabul, sigue cobrando vidas todas las semanas. El atentado más delicado en Pakistán, ya en enero de este año, ocasionó 101 fallecimientos y más de 200 personas heridas.

Cuarto, el Sahel africano es una de las regiones más afectadas por terrorismo desde hace años. En los últimos 16 años, las muertes por terrorismo, nos dice el índice, han crecido más del 2,000 por ciento, un incremento que está muy “lejos de abatirse”. Esto se relaciona con motores esencialmente sistémicos que incluyen “una débil gobernanza, polarización étnica, inseguridad ecológica, abusos por las fuerzas de seguridad de los estados, conflictos

pastorales, el crecimiento de la ideología del islam salafista, inestabilidad política, crimen organizado transnacional, inseguridad alimentaria y la competencia geopolítica global” (IEP, 2023).

En este sentido, es muy relevante observar las conexiones entre temas como la situación en Ucrania o el crimen organizado y el terrorismo transnacional, como se ha abordado en este espacio previamente.

Burkina Fasso y Malí una vez más se encuentran entre los cinco países más golpeados por terrorismo. Pero hay otras cosas que esas cifras no revelan. De acuerdo con la ONU, la conflictiva del Sahel está dejando a más de 10 millones de niñas y niños en necesidad de ayuda humanitaria, más del doble que en 2020. En general, de acuerdo con un reporte procedente del Centro de Estudios Estratégicos de África (2023), las fatalidades por la militancia islámica en ese continente subieron un 50% en el último año.

En un relato que habla mucho acerca de temas que las cifras no comunican, en Malí, el grupo JNIM (Jama’at Nasr al-Islam wal Muslimin, o Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes), una organización afiliada a Al Qaeda que domina parte del territorio en ese país, negoció un pacto de no agresión con otros grupos armados, incluidos los separatistas tuareg entre otros, para poder combatir mejor a la rama local de ISIS o “Estado Islámico en el Gran Sahara” (ISGS). Más allá de los atentados que estas organizaciones puedan cometer contra civiles, los hechos que señalo nos hablan de la lucha por el poder, la guerra por el territorio, y sus capacidades para cometer ataques futuros, contra gobiernos y sociedades.

Otro sitio que necesita ser observado es Somalia, el tercer país más afectado por terrorismo en el globo durante 2022, con varios atentados que han ocasionado decenas y hasta cientos de personas muertas, el más grave en octubre. Los países de la zona junto con Washington, siguen combinando sus fuerzas para combatir a Al Shabab, el mayor grupo perpetrador en Somalia y filial de Al Qaeda en la zona, aunque también ISIS tiene operaciones ahí. De hecho, uno de sus líderes, ubicado en Somalia, estuvo en la mira de Washington todo el año.

En resumen, tres conclusiones:

1) En el cuadro mayor, las cifras de terrorismo continúan bajando. Eso no es, por supuesto, algo malo, y debe ser tomado en cuenta, aunque solo relata una parte de la historia.

2) Un examen más profundo, no obstante, explica de mejor manera cuáles son los factores detrás de esas bajas, lo que se puede sintetizar en dos hechos: el primero, la transición de los talibanes afganos de insurgencia a gobierno, y el segundo, el relativamente eficaz combate contra ISIS en su central operativa en Irak y Siria.

3) Ese mismo examen muestra también cómo es que el terrorismo se sigue relacionando con factores sistémicos que van desde la inestabilidad y el conflicto o la geopolítica internacional, hasta factores económicos y políticos internos, o el crecimiento del crimen organizado transnacional, entre varios más. La prevalencia de estos factores ocasiona que aunque en determinados momentos ciertas organizaciones se desactivan, o incluso

combaten entre ellas, en otros momentos éstas se mueven de país a país, mutan y se adaptan para seguir con su lucha.

IG: @mauriciomesch

TW: @maurimm

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