En nuestra sociedad existen problemas tan normalizados que preferimos ignorarlos. La idea de que siempre han existido, y siempre existirán, nos da la sensación de que no hay mucho que podamos hacer para cambiar esta realidad.

Pero al invisibilizarlos, contribuimos a que empeoren. En este grupo encontramos problemas como la pobreza, el cambio climático o el trabajo infantil, este último es una realidad que viven más de 3.3 millones de niñas, niños y adolescentes en el país.

Sabemos que existe porque lo vivimos a diario. Es común que en nuestras rutinas algunas niñas y niños se nos acerquen a pedirnos una moneda, limpiarnos el parabrisas o vendernos algunos dulces. Lo hemos vivido tantas veces que es probable que ya no nos preguntemos cómo viven, si van a la escuela, si tienen tiempo para jugar o si han podido tomar un vaso de agua en estas temporadas de calor agobiante.

Evitamos esos cuestionamientos porque la respuesta nos avergüenza. En general, las niñas y niños que trabajan tienen grandes dificultades para continuar con su educación; y la mala situación económica que se vive en sus hogares los obliga a aportar dinero para sobrevivir.

Sin embargo, nuestra idea sobre lo que sucede es solo la punta del iceberg: el trabajo infantil está presente en todas las actividades de nuestra sociedad.

Por ejemplo, hay miles de niñas, niños y adolescentes trabajando en el sector textil, cosiendo ropa por pagas ridículas e inferiores a las que reciben los adultos. Muchos de ellos recorren largas distancias para llegar a los talleres en pueblos pequeños que rara vez son inspeccionados por las autoridades.

En este sector se han documentado accidentes como cortes o amputaciones de sus deditos por el uso de tijeras y máquinas. También es común que tengan problemas respiratorios por los químicos que inhalan al tinturar las telas; incluso, han sufrido quemaduras por los hornos en los que se cocinan las prendas.

Y así podríamos enumerar un sin fin de riesgos en cada una de las actividades productivas a los que se ven expuestos, que, si bien son distintos, no desaparecen. Quienes trabajan en el campo se exponen a altas temperaturas y a jornadas tan largas que se les entumen las manos; algunos más son víctimas de explotación sexual, siendo obligados a prostituirse mediante amenazas y golpes; y otros incluso han sido recluidos contra su voluntad para trabajar con el crimen organizado.

Por eso, aunque nos incomode, es necesario hablar del trabajo infantil y reconocer que todas y todos somos responsables de este escenario que amenaza con empeorar.

Desde Save the Children creamos la exposición “Niñez Libre de Trabajo” para mostrar desde la voz de las niñas y niños las consecuencias de laborar a una edad tan temprana. Nuestro propósito es que el espectador deje atrás la idea de que el trabajo es bueno porque los prepara para la vida adulta y que las empresas, el gobierno y nosotras y nosotros como ciudadanos reconozcamos que podemos contribuir a prevenir, atender y erradicar el trabajo infantil.

Visibilicemos a las niñas y niños que realizan trabaja infantil. Que nos incomode tanto que propiciemos acciones para revertilo, porque nuestras niñas y niños merecen vivir una #NiñezLibreDeTrabajo

Visita la exposición de manera virtual: https://apoyo.savethechildren.mx/ninez-libre-de-trabajo

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