Kalidasa , poeta de la lírica sánscrita del siglo IV, escribió que los tontos, por costumbre, no abandonan su orgullo durante su fracaso. Al evaluar nuestras acciones y nuestros actos solemos ser más críticos con nuestros congéneres que con nosotros mismos, un rasgo inevitable de la naturaleza humana.

El fin de un año es el término de un ciclo, sin duda convencional, pero útil, para saber en dónde estamos. Anoche tuve oportunidad de convivir con las familias de quienes han sido amigos por varias décadas. Entre ellos se encontraba una pareja de jóvenes, sonrientes y optimistas, en espera de su primer hijo para 2023. Su futuro es promisorio, como pareja y como familia. Han tomado buenas decisiones y a pesar de que Putin invadió Ucrania y de que López Obrador secuestró el proyecto de país que veníamos construyendo , -no perfecto, pero con muchos aciertos– en su microcosmos, Lucia y Santiago viven y construyen para el futuro, tienen las condiciones y la decisión de hacerlo.

La vida no está exenta de complicaciones, retos y satisfacciones, para la generalidad de los seres humanos. Las condiciones nunca serán óptimas y sin embargo las decisiones personales pueden hacer la diferencia, para bien o para mal. Cuando nuestras decisiones afectan a una familia y solo a nuestro entorno inmediato, existe mayor margen de maniobra. Cuando nuestras decisiones afectan a toda una comunidad o a un país, el nivel de responsabilidad de nuestros actos es mucho mayor.

El año 2023 será complicado para la mayor parte de las familias mexicanas. La economía seguirá en dificultades, los precios a la alza, la seguridad publica sin visos de mejora, los servicios de salud en constante deterioro y la educación pública en uno de sus peores momentos. Es probable que nuestro actual presidente ya se haya dado cuenta, al inicio de su quinto año de gobierno, de que sus proyectos emblemáticos son un fracaso: un aeropuerto irrisorio, una refinería que nunca se termina y un tren maya sin visos de encender sus máquinas, por mencionar los principales. Sin embargo, la mayor parte de sus decisiones, las que más transcienden a la vida pública nacional en los ámbitos de la economía, la salud, la educación y la seguridad, jamás las reconocerá como un fracaso. Esto por la simple y sencilla razón de que nunca fueron su objetivo. Su proyecto central y casi único ha sido de carácter político personal y en ese ha sido muy exitoso.

A través de una ardua e incansable labor, contando con la incondicionalidad de la mayoría de Morena en el Congreso, López Obrador ha logrado debilitar y disminuir a la mayor parte de las instituciones del Estado, ha dado guerra sin cuartel a las organizaciones de la sociedad civil y a los medios de comunicación y ha utilizado todas las herramientas del Estado para amedrentar, neutralizar y contener cualquier forma de oposición a su proyecto personal.

En 2023 las condiciones en el país no serán mejores que en 2022 y desafortunadamente este será el caso en la mayor parte de los rincones del planeta. Mi recomendación para este fin de año, además de revisar armarios y cajones y deshacernos de todo lo que no hayamos usado en el último año, apunta, primero, a no permitir que las circunstancias externas nos secuestren nuestro sentido de futuro, nuestros momentos de felicidad y la lucidez de nuestras decisiones. Segundo, que no olvidemos que somos parte de una comunidad y que busquemos que nuestras decisiones aporten al bienestar -al menos de nuestro entorno inmediato- y que no contribuyan al mayor deterioro del medio ambiente, el mayor riesgo compartido que habremos de enfrentar en los próximos años. No debemos olvidar que, salvo contadas excepciones, nuestro futuro no es otra cosa que el resultado de nuestras decisiones del presente. Todo lo mejor para 2023.

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