El Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI) estima y publica el Producto Interno Bruto (PIB) de México de manera trimestral y anual y en términos nominales (a precios corrientes) y reales (sustrayendo la inflación del deflactor implícito).

El PIB es la medida más comúnmente utilizada para evaluar la salud de la economía y su impacto en el bienestar de los ciudadanos. No es perfecta ni carente de críticas por su cobertura, pero es ya desde hace mucho tiempo la referencia más importante del pulso económico. Su cálculo es de enorme complejidad y el INEGI lo lleva a cabo en congruencia con las mejores prácticas internacionales, a partir de los criterios metodológicos del Sistema Nacional de Cuentas de México que “incorporan los lineamientos internacionales sobre contabilidad nacional, establecidos por Naciones Unidas (NU), la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), el Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Comisión Europea.”

El PIB se calcula con base en la estructura económica que se establece a partir del Censo Económico que el INEGI levanta cada cinco años. Las publicaciones trimestrales y anuales del PIB no resultan del levantamiento de un censo de la actividad en esos periodos, sería demasiado laborioso, tardado y caro, sino en datos muestrales recogidos en múltiples fuentes. Es la matriz insumo producto que se deriva del Censo Económico quinquenal la que permite extrapolar los datos coyunturales muestrales para estimar la totalidad del PIB. Es decir, la matriz permite conocer los ponderadores de cada uno de los sectores y subsectores que conforman la economía, así como las interrelaciones entre ellos. Estos ponderadores son los que permiten el cálculo de la producción del valor agregado que representa el PIB.

Hasta hace unas semanas el PIB publicado estaba basado en la estructura de la economía de 2013 con base en el Censo Económico 2014. A partir de octubre de este año, el PIB se publica con base 2018 que depende de la matriz insumo producto del Censo Económico 2019. La diferencia entre los ponderadores base 2013 y 2018 resulta del crecimiento o decrecimiento relativo de sectores y subsectores en esos cinco años. Por ejemplo, es claro que el comercio electrónico y muchas ramas de manufactura tuvieron un crecimiento superior al promedio de la economía, por lo que ahora pesan más y tendrán ponderadores más importantes.

El cambio de base tiene varias consecuencias, pero quizá valga la pena subrayar tres:

La primera es que con la nueva base el PIB nominal estimado puede ser mayor o menor de lo que se tenía. En este caso, resulta que con la estructura de la economía reformulada para 2018, el PIB es 3.8 por ciento mayor al obtenido con la base 2013. Esto tiene implicaciones importantes: México tiene una economía más grande (en ese porcentaje) de lo que se creía y los mexicanos un ingreso per cápita mayor.

Tiene también, sin embargo, implicaciones en el ámbito de finanzas públicas ya que los cocientes que se utilizan para medir el déficit público o los requerimientos financieros del gobierno federal o el nivel de deuda externa, doméstica y total, disminuyen por el aumento del denominador de 3.8 por ciento en 2018 y el número que corresponda en adelante. Es decir, de un plumazo, el gobierno tiene una mayor capacidad de endeudamiento en virtud del mayor tamaño de la economía. Obviamente, si la revisión por el cambio en el año base hubiese sido a la baja (no lo ha sido en todas las revisiones recientes) los cocientes hubiesen aumentado. La Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) ya hizo uso de la ventaja de estos menores cocientes y presentó criterios de política económica y el Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) con mayores déficit y deuda que en años recientes; ahora sí, como anillo al dedo.

El hecho de que los cambios de base siempre resulten en revisiones del nivel al alza quiere decir que el PIB en México está recurrentemente subestimado.

En vista de que el INEGI no cuenta, como algunos otros países, con largas series históricas del PIB debidamente encadenadas, los saltos de cada cinco años en el nivel no se ven reflejados en mayores tasas de crecimiento hacia atrás. Así, el 3.8 por ciento adicional implica que la economía creció más o menos 0.4 por ciento más de lo que se anunció cada año entre 2013 y 2018, pero este crecimiento no se ve necesariamente reflejado en las tasas de crecimiento que se publican. Así, si se tomaran en cuenta los escalones quinquenales, la idea de que la economía sólo ha crecido a tasas promedio cercanas al dos por ciento resulta falsa.

La segunda consiste en que las desviaciones de estimación son mayores en la medida en la que la estructura de la economía esté cambiando de una manera acelerada. Por ejemplo, el INEGI reportó el PIB con base 1993 hasta 2008, sin tomar en cuenta la enorme transformación de la economía mexicana por el ingreso al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN); como consecuencia, el escalón de esa corrección fue muy grande. Ahora, el INEGI publicará cifras del PIB hasta 2028 con base a la estructura de la economía de 2018 que no captura la reasignación de recursos y los cambios en los ponderadores producto de la realidad cada vez más patente del .

Tercera, la publicación de los componentes de la demanda agregada (consumo privado, consumo del gobierno, inversión, exportaciones e importaciones) en base 2018, permite un mejor entendimiento del comportamiento coyuntural de la economía en 2022 y, sobre todo, 2023. Como se sabe, la fortaleza del crecimiento ha sorprendido a casi todos los analistas que han venido corrigiendo al alza las estimaciones de crecimiento para 2023.

Componentes de la demanda agregada real.
Componentes de la demanda agregada real.

El cuadro anterior permite apreciar el significativo impacto positivo que ha tenido la inversión en el crecimiento en 2022 y 2023. Como puede verse en las columnas de inversión, el crecimiento base 2018 es muy superior al base 2013. Es decir, las cifras de inversión de cuentas nacionales que se habían estado reportando son mucho menos dinámicas de las que resultan del cálculo con la estructura de la economía actualizada. Más aún, el cuadro permite apreciar cómo la contribución negativa de las exportaciones, por la industrial y comercial de Estados Unidos, ha sido más que compensada por las altas tasas de crecimiento de la inversión, mayoritariamente privada. A pesar del clima que priva, la inversión y el consumo privados son el motor de la economía en este momento. Impulsados en parte por la poca inversión al inicio del sexenio, en mucho por el nearshoring y por el crecimiento de salarios reales.

A inicios del sexenio el sector privado propuso al gobierno una serie de acciones para elevar el nivel de inversión a 25 por ciento del PIB; 20 de fuentes privadas y cinco públicas. La mayoría de ellas no ha sucedido, sobre todo las relacionadas con el marco jurídico en el ámbito de energía y el uso de asociaciones público-privadas. A pesar de ello, con las tasas de crecimiento de la inversión en el cuadro anterior, en el segundo trimestre ya se alcanzó un nivel de 24.9 por ciento, pero con 22 por ciento de inversión privada. El vapuleado sector privado es no sólo la principal fuente de financiamiento para el gobierno, sino de crecimiento para la economía. Inversión y crecimiento podrían haber sido mucho mayores con otra política.

@eledece

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