El incendio que provocó Luis Donaldo Colosio esta semana ha visibilizado la disyuntiva obligada con la que se ha desenmascarado a todos los partidos. Incluso a Morena, a quien ni siquiera se le invitó a participar en esto de la declinación.
Se equivocan quienes quieren reducir el mensaje de Colosio a una banal invitación que pone en juego el pluralismo. El candidato al Senado por MC habla justamente de que hay tiempo de construir un proyecto de gobierno común en el que el centro sea el país y no los partidos: “debemos de entender que no se trata de nosotros, sino de la gente y de cómo servir mejor”, dice.
No hay forma de negar que ir juntos es la manera más natural de ser competitivos contra el autoritarismo destructor de las instituciones democráticas que sostienen libertades y derechos. Prefieren poner en juego el hecho de que la militarización, la corrupción que pone vidas en juego y la amenaza contra la división de poderes siga haciendo historia.
¿En serio la conversación tiene que ser cómo Maynez y Alito juegan a “las vencidas”? Su necesidad de mantener el breve coto de poder que pudiera corresponderles después del 2 de junio los ha distraido tres días, en un jaloneo de machos, retándose a ver quién aguanta más sin renunciar a su candidatura y estrechos espacios de poderío.
Alito Moreno supuestamente ofreció su renuncia a la dirigencia nacional del PRI y a su candidatura. A días de la elección es evidente que una decisión tan trascendental no puede esperar, entonces Alito Moreno no debió condicionar nuevamente su salida sino proponer una fecha esta semana para que ambos entregaran lo prometido.
Por su parte, el candidato naranja no hace más que contrastar con el talante visionario de Colosio. Con risa burlona, y sin asumir el desafío democrático, se dedica a descalificar a Alito sin hacer una sola mención del mensaje de su compañero de partido. Emula a Alito, cuando pone sobre la mesa la posibilidad de su renuncia, pero lo provoca advirtiéndole que tarde o temprano “lo sacarán a patadas”. Prometer no empobrece, dirían los priístas.
De Marko Cortés y Jesús Zambrano está de más hablar. Como no se les ha invocado directamente en la conversación, prefieren callar, no vaya a ser que a ellos también se les pida su renuncia para demostrar su compromiso con el país, ¿verdad?
También hay otra pregunta de aquellas personas “invisibles” que podrían jugar un papel relevante: ¿Dónde están las y los integrantes de los partidos políticos para empujar a Máynez o a Alito a la prudencia? Esos invisibles también andan muy calladitos porque “hay que cuidar al partido”. Por más invisibles que se asuman, son cómplices de Máynez o Alito, que para el caso son lo mismo.
Alito y Máynez no renuncian porque en sus convicciones existe la idea de que ellos y sus partidos llegan al 2 de junio con la suficiente legitimidad para autodenominarse oposición. Se les olvida que casi durante el sexenio completo no hicieron más que respaldar a Morena con leyes y reformas que atentaron contra el Estado de Derecho.
Ejemplo de ello es la Reforma Constitucional de 2019 por la que se creó la Guardia Nacional. Se advirtieron las consecuencias de la militarización y aun así los senadores de MC, PRI, PAN y PRD votaron por unanimidad la estrategia de seguridad de Morena. Hoy vemos las consecuencias.
Otro ejemplo es la reforma constitucional que le dio más poder al Estado para aplicar la prisión preventiva oficiosa: 13 diputados de MC, 36 del PAN, 9 del PRD y 7 del PRI votaron a favor (parecen pocos, pero fueron los sufientes para ayudarle a Morena).
Y de los últimos meses también hay tela de dónde cortar. Los nueve gobernadores de la “oposición” acompañaron a los gobernadores de Morena y PVEM en una misiva enviada a la Suprema Corte para que ésta no invalide la prisión preventiva oficiosa.
En lo oscurito y a todas luces votan igual que los guindas. No le queda ni a Máynez ni a Alito darse baños de pureza. Su lema debería de ser: por el bien de México, primero nuestros partidos. De ese tamaño es su visión de la política.
@MaiteAzuela