Que los humores presidenciales pueden incidir en la textura de las relaciones bilaterales lo demuestra la inquina que Calderón tuvo con Carlos Pascual, quien finalmente renunció al cargo de Embajador. Algo similar ocurre con López Obrador, quien no logra apartar de su atención a Claudio X. González. Su apuesta por recortar los fondos que recibe de USAID ha tenido una elegante pero contundente respuesta. Espero que, superado el capítulo, la atención de la Jefatura del Estado se centre en las grandes alamedas que se abren para redefinir la relación con un gobierno, como el de Biden (y la vicepresidenta Harris, que hoy nos visita), que impulsa los valores del multilateralismo, la dignidad de los migrantes, la democracia y la recuperación verde de la economía y que, además, ha demostrado voluntad de ser un buen vecino. No les conviene un desacuerdo con México.

No todos los gobiernos han tenido tan buenas circunstancias para construir una mejor relación bilateral. Hoy México saca ventajas innegables de su vecindad. Empiezo por las vacunas y no sólo el millón de unidosis que Kamala trajo envueltas en celofán para reactivar los principales destinos turísticos, sino los millones de dosis de Pfizer. El programa de vacunación mexicano le debe mucho a los Estados Unidos. En segundo lugar, el rebote económico que tendremos este año (coinciden los especialistas) se debe, en gran medida, a la generosa política de estímulos impulsada por Biden. Sus mercados de trabajo ocupan a nuestros nacionales y les permiten recibir retribuciones crecientes y derramar 14 mil millones de dólares en remesas.

Los incentivos para cooperar son poderosos. Si el gobierno mexicano hace un ajuste a sus prioridades, podríamos tener un productivo trienio. Los ejes de la política norteamericana no chocan con los intereses nacionales de México. Empiezo por el combate a la corrupción que, en buena medida, debería ser motivo de alineamiento y convergencia. AMLO debe entender que la actuación internacional de una democracia liberal incluye a los gobiernos, al sector privado y a la sociedad civil. Las relaciones internacionales entre democracias no se basan solamente en el intergubernamentalismo, implican múltiples niveles de relación. La Unión Europea y los Estados Unidos despliegan diplomacias multinivel sin que esto suponga injerencia o intrusión alguna. Las democracias cooperan para promover los valores en los que creen.

Lo mismo puede decirse del combate al cambio climático y la reducción de emisiones. La persistencia por regresar a una suerte de nacionalismo petrolero es, en algunas de sus partes, incompatible con el nuevo paradigma económico/ambiental. Por tanto, acercarnos a las mejores causas de la humanidad como cuidar el planeta no debería predisponer negativamente al gobierno mexicano. Corren buenos tiempos para construir una mejor relación entre México y los Estados Unidos en el tema migratorio y la relación con América Central. México debe hacer la parte que pactó en materia de control fronterizo sin que medie una amenaza de aranceles La relación con los Estados Unidos y con Centroamérica son nuestras prioridades de política exterior y se deben cuidar. Para fortuna nuestra, la relación con el vecino del norte tiene hoy muchos más elementos positivos que puntos de fricción. Todo es cuestión de ajustar algunas políticas y por supuesto, asumir que las repúblicas tienen intereses nacionales que no siempre son convergentes. Hay que aprovechar cuando esto ocurre. Queda pendiente encontrar un modelo cooperativo que alinee los incentivos para atender las inquietudes de un lado y otro de la frontera.

PD. Me resulta incomprensible la constante fricción con la OEA. Ya quedó claro que no les gusta Almagro y también que fue reelecto. A otra cosa mariposa.

Analista.
@leonardocurzio

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