El helicóptero Ingenuity, el primer objeto construido por el ser humano que vuela de manera controlada en otro planeta, completó su cuarto vuelo sobre la superficie de Marte el pasado 30 de abril.

Estos vuelos, que evolucionaron desde los 3 y hasta los 5 metros de altura, pero a 300 millones de km de sus operadores humanos, son un reto técnico mayúsculo para la NASA que nos brinda perspectivas aéreas del planeta rojo nunca antes vistas.

El Ingenuity, proyecto de demostración de tecnología de la NASA, cumplió o superó todos sus objetivos técnicos; sobrevivió al lanzamiento y amartizó, se desplegó sobre la superficie marciana, se mantuvo caliente y cargó sus baterías a través de sus paneles solares, levantó vuelo y amartizó en forma autónoma. Todo esto es un éxito que se traduce en un salto gigantesco para la humanidad.

Este helicóptero de solo 1800 gramos de masa es una prueba de concepto de ingeniería; ligero y resistente, con la potencia necesaria para despegar en la ligera atmósfera marciana y capaz de volar por 90 segundos, algo muy significativo si consideramos que el primer vuelo de los Hermanos Wright en la Tierra duró tan solo 12 segundos.

Hizo todo eso pero, para sorpresa de muchos inmediatistas, no tiene ningún objetivo científico en si mismo o producto comercial instantáneo. La meta es otra; es demostrar que se puede volar en Marte con una atmósfera 170 veces más tenue que en la Tierra y hacerlo en forma autónoma, y así avanzar en el desarrollo de un nicho de tecnología espacial, de una nueva capacidad, de una poderosa futura herramienta que, basada en la miniaturización, nuevos materiales, algoritmos de control inteligentes y, fundamentalmente, en una envidiable visión de largo plazo, permitirá abrir nuevos horizontes en la exploración del sistema solar y talvez de su explotación comercial con la consecuente conversión de nuestra civilización en una de alcance planetario.

Ahora que se logró, ese conocimiento no solo se podrá usar en futuras misiones en Marte, brindando una nueva dimensión a la investigación científica de dicho planeta y su eventual colonización, sino también se aplicará en otros cuerpos del sistema solar.

De hecho, ya se está desarrollando la misión Dragonfly, en la cual la NASA en cooperación con otros socios internacionales, enviará en 2027 un drone mucho mayor y sofisticado a Titán y que lo sobrevolará por casi 3 años. Este es el mayor satélite de Saturno y el único en el sistema solar que tiene una atmósfera densa, de hecho cuatro veces más densa que la de la Tierra. Más aún, abundante en compuestos orgánicos y con cuerpos líquidos estables, las condiciones superficiales se asemejan posiblemente a las de nuestro planeta en el origen de la vida. La misión Dragonfly se beneficia de los logros de Ingenuity, pero se apoya también sobre los descubrimientos de otra gran aventura científica y tecnológica, la sonda Cassini que, producto de la cooperación entre la NASA, la Agencia Espacial Europea (ESA) y la Agencia Espacial Italiana (ASI), orbitó Saturno y sus satélites por 13 años.

La etiqueta de 85 millones de dólares, o aproximadamente 1,720 millones de pesos, para solventar los 1,800 gramos de Ingenuity, y todo lo que se necesita para lograr que vuele en Marte, son una prueba del alto riesgo que la NASA está dispuesta a correr cuando le apuesta a la innovación. Esto es inversión, no es costo, pues si no se corren riesgos no se hace nada nuevo. La inversión en innovación tiene efectos multiplicadores que cubren un amplio abanico desde la generación de productos tangibles, como ser nuevas empresas, servicios, aplicaciones y mejores salarios, hasta aquellos intangibles que nos definen como seres humanos: la satisfacción intelectual del conocimiento o el sentido de pertenencia a una sociedad exitosa y copartícipe de un mundo globalizado.

Vivimos en un mundo de grandes desafíos pero también de grandes oportunidades. Enfrentarlos en forma adecuada requiere de una gran visión estratégica de largo plazo que comprenda todas las facetas socio-económicas; una visión que integre la atención equilibrada de las realidades gritantes del presente con la construcción de un futuro diferente. Y ese futuro diferente tiene sus cimientos en la inversión consistente en educación y en investigación en ciencias básicas y aplicadas.

Los países que son capaces de entender esa realidad que supera la ficción y que se ilustran de forma icónica con las imágenes en alta definición de la superficie de Marte y del propio Rover Perseverance, serán los exitosos en el Siglo 21.

Algo semejante estamos haciendo en el Laboratorio de Instrumentación Espacial (LINX) del Instituto de Ciencias Nucleares (ICN) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y próximamente con el Laboratorio Nacional de Acceso Espacial (LANAE) en Hidalgo.

Desde estas plataformas e infraestructuras científicas de vanguardia, se dará continuidad y seguimiento tanto a nuestra línea de satélites NanoConnect como a la construcción y operación de la misión lunar COLMENA. NanoConnect2 ya está en órbita desde febrero de 2021, y en el primer trimestre de 2022 se lanzará NanoConnect3, con un instrumento para la medición de partículas de radiación cósmica en órbitas bajas. En 2024 se planea lanzar Nano-IA, en fase actual de desarrollo, y que será el primer nanosatélite totalmente controlado por inteligencia artificial de abordo. COLMENA, por su parte, se encuentra en fase final de producción para ser entregada al lanzador a mediados del año, y pondrá 6 innovadores micro-robots sobre la superficie lunar hacia fines de 2021.

Más de 250 jóvenes han participado o participan actualmente del desarrollo de estos proyectos espaciales, en oportunidades únicas de formación profesional. Son ellos el mayor legado de este esfuerzo.

Estos y otros proyectos de LINX y el LANAE que están en el tintero, así como los recursos humanos e infraestructura producidos, se usarán para detonar la generación e incubación de PYMES, con el apoyo del Gobierno de Hidalgo y de la CONCAMIN.

El objetivo es que, a lo largo de los próximos dos años, se sienten bases firmes para un ecosistema espacial efectivo, dinámico e integrado, que asegure a México un lugar en la nueva carrera espacial que se ha dado en llamar Espacio 4.0.

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