La decisión de Andrés Manuel López Obrador de autorizar la inundación de la Chontalpa para salvar Villahermosa, que se logró desviando en mayor medida los excesos de agua de la presa Peñitas por el río Samaria, en vez de hacerlo por el río Carrizal, debió haberle pesado de manera especial, dada su relación afectiva con la Chontalpa y con los indios chontales, con quienes convivió por años. Es ese un típico caso de decisión fatal, una suerte de decisión de Sophie, que ocurre cuando las circunstancias operan de tal manera que, la única opción, es elegir entre lo malo y lo peor, entre la catástrofe y la tragedia. Queda como lección la necesidad de disminuir al máximo los factores creadores de riesgo que anteceden a las decisiones fatales.

La construcción de la compuerta del Macayo abrió la posibilidad de tener la opción de desviar las aguas de la presa Peñitas, o por el Carrizal (que atraviesa Villahermosa) o por el Samaria (que corre por La Chontalpa). En las inundaciones del año 2010 se tomó la misma decisión, y los gobiernos posteriores la reiteraron, lo que ha provocado que la Chontalpa pase una gran parte del tiempo bajo las aguas. La diferencia es que nadie antes había asumido sus responsabilidades, sino más bien se ocultaron y manipularon las decisiones tomadas. Por el contario, el presidente López Obrador, asumió el costo político y mediático e hizo pública su decisión.

La decisión de salvar las ciudades, en este caso Villahermosa, a costa de inundar el campo, como es el caso de la Chontalpa, no es exclusivo de México. En el Reino Unido es más bien una política pública planeada y conscientemente instrumentada. Durante las inundaciones del 2014 en el Reino Unido se aplicó esta estrategia. La política consistió en desviar o retener las aguas en el campo. Para ello, se puso en práctica una estrategia de recuperación de los suelos, la restauración de pantanos y ciénagas, la reforestación, la construcción de canales y retenedores de agua.

La historia de las inundaciones en Tabasco es larga. La naturaleza ha hecho siempre su parte: los ríos nacen en Chiapas o en Guatemala, y la orografía decide el destino de las aguas de los ríos más caudalosos del país. Éstas descienden naturalmente de las tierras altas atravesando la planicie tabasqueña en su ruta al mar. Sin embargo, la intervención humana ha creado y facilitado las condiciones de la catástrofe a través de un proceso devastador de deforestación, una actividad petrolera invasora y contaminante, una ganadería y una agricultura devoradora de bosques, cambios del uso del suelo, una irresponsable urbanización, de la cual Villahermosa es un ejemplo paradigmático. Una equivocada combinación de ambos factores ha desembocado, recurrentemente, en el desenlace trágico como el de los días recientes, que cobra vidas humanas, que deja a gente sin sus hogares y sin sus medios de vida.

Villahermosa, sobre todo desde el auge petrolero que inició allá por 1973, sufrió un proceso de urbanización salvaje, regido exclusivamente por la ganancia rápida y la especulación del suelo e inmobiliaria. Se construyeron zonas habitacionales sobre los cauces de los ríos, se rellenaron y taponearon cuerpos y salidas de aguas y se construyó sobre terrenos situados por debajo del nivel del mar, de lo cual Las Gaviotas es el caso más destacado, pero no el único. Estos riesgos no son nada más socialmente construidos, sino que son híbridos sociales y naturales aun cuando, casi siempre, el factor humano es quien decide la magnitud del daño y la tragedia. Los riesgos y la decisión de inundar la Chontalpa, son resultado de años de una mala o inexistente planeación, alimentados por la corrupción, la generación de riqueza fácil al amparo del poder. Es esta historia lo que se encuentra detrás y lo que creó las condiciones para tener que llegar, en momentos como el actual, a las decisiones fatales, como la que se vio obligado a tomar el presidente.

Lo que resulta crucial es entender y transformar radicalmente el papel del sistema de presas, las cuales tienen funciones contradictorias. Por una parte, está la función consistente en regular y controlar los ríos en los periodos de lluvias, los cuales desde septiembre se intensifican y, en ocasiones, se hacen problemáticos. Las presas concentran y retienen los excesos de aguas de la temporada de lluvia, pero para poder hacerlo con mayor eficacia, deben vaciarse de una manera razonable en el periodo previo. La segunda función de las presas es la de generar electricidad, y esta función no es menor, una gran proporción de la energía eléctrica del país lo produce el sistema de presas de Chiapas. El problema es que, para generar electricidad, las presas deben estar llenas o casi llenas, lo cual se contrapone con la primera función. Vaciar las presas para que puedan controlar los excesos de agua conduce a una menor capacidad de generación eléctrica.

Más allá de que en momentos álgidos y críticos como en la que se encuentra el presidente en este momento se debe de tomar una decisión sobre ¨el mal menor¨, esto debería conducirnos a una reflexión profunda de los costos de la generación de energía en este país, no solamente planteados en términos del gran debate actual de qué si son sustentables o no lo son, su nivel de eficiencia o capacidad, sino poniendo al centro del debate a la vida humana y la justicia socio ambiental.

El presidente ha declarado que se va a revisar a fondo la estrategia de manejo de las presas, lo que supone replantear el balance o equilibrio entre su función de control de inundaciones y la de generación de electricidad. Y es de esperarse también una revisión de todo el sistema de producción y gestión de los riesgos, incluyendo el mismo sistema de urbanización y los factores que han hecho de la selva un páramo, incapaz de retener los excesos de los escurrimientos. Es necesaria, adicionalmente, toda una estructura hidráulica capaz de retener los excesos de escurrimiento mediante obras que retengan, canalice y redistribuyan las aguas cuando los eventos meteorológicos así lo hagan necesario.

Solo una transformación de fondo, estructural, de todo el sistema que gestiona el riesgo de las inundaciones, podrá aliviar y disminuir la permanente amenaza que cada año se cierne sobre Tabasco, cuyos habitantes parecen vivir, recurrentemente, al borde de la catástrofe.

Centro de Estudios Críticos Ambientales

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