Atenas y sus alrededores son presa de las llamas de un incontenible y devastador incendio; mientras tanto Roma, la ciudad eterna, lleva días abrasada por un calor sofocante, por arriba de los 40 Celsius. El fuego que derrite a dos de las ciudades insignias de la civilización occidental pareciera alentar la idea de que la catástrofe está cerca y que el fin del mundo se aproxima.

Junio parece ser el mes más caliente de que se tenga registro. Y la primera semana de julio también ha roto los records anteriores en términos de calor; el mismo 2023 puede pasar a la historia como el más caluroso. Ya en el verano de 2022 murieron sesenta mil personas en Europa por la histórica onda de calor de ese año. De otros países, sobre todo de los más pobres, no hay datos y, los pocos que existen, no son confiables minimizándose, regularmente, el número de personas afectadas.

Esta onda de calor que avasalla al mundo entero es resultado de una suerte de tormenta perfecta, que resulta de la combinación de dos factores: por una parte, el llamado domo de calor, el cual atrapa al aire caliente del océano y, por otra parte, el actual tránsito de La Niña a El Niño que afecta al mundo, cuyo efecto es el mayor calentamiento de las aguas del océano pacífico. En el trasfondo de estos fenómenos se encuentra el aumento de la temperatura planetaria promedio como consecuencia de la incesante quema de combustibles fósiles que la economía capitalista actual demanda para su reproducción.

La Tierra arde, los medios presentan noticias alarmantes, cifras nunca vistas y consecuencias no imaginadas sobre los efectos de esta ola de calor que atraviesa el mundo; mientras tanto, los líderes mundiales, los consorcios económicos internacionales que mueven toda la economía mundial, así como los grandes productores, exportadores y consumidores de petróleo en el mundo parecen no ver, no sentir, no importarles la catástrofe que los expertos anuncian con no cierta obsesión.

El sábado pasado en India, en pleno despliegue de la brutal onda de calor que tiene lugar a escala planetaria el G20, que integra a las economías más ricas del mundo, se opuso a la recomendación de llevar a cabo una disminución gradual de los combustibles fósiles.

América, Asia, África, Oceanía y Europa viven momentos de agobio por la insólita onda de calor que se extiende al mundo entero. Los devastadores incendios forestales en Canadá, cuyo humo y cenizas oscurecieron y contaminaron los cielos de Nueva York, parecen dar testimonio de un calentamiento del planeta más allá de lo imaginado. Por su parte, Naciones Unidas se prepara para la cumbre climática de Dubai en noviembre próximo, uno de los territorios desde donde se vive la euforia petrolera responsable de la actual emergencia climática. Desde los centros petroleros, lo mismo que desde las sedes de los consorcios económicos y de los centros financieros desde donde se comanda la economía y la política mundial, nada indica que se tomarán las decisiones y que se lograran los acuerdos requeridos en la próxima cumbre climática para salvar al planeta y a la gente más afectada, tal y como ha ocurrido en las cumbres anteriores.

Cuando se trata de llegar a acuerdos, cuando se trata de cambiar el estilo de vida, el orden social, la economía y el sistema de dominación que destruye a las personas humanas y no humanas, cuando se trata de dar ayuda financiera al mundo pobre quien más sufre los estragos, cuando se trata de dejar de someter la naturaleza y a los trabajadores a las fuerzas del mercado y a las necesidades de la ganancia y la rentabilidad, nadie hace nada, a nadie le importa. Las élites del norte global, lo mismo que las del sur global, son igualmente insensibles al clamor de los pobres y del planeta.

En el norte de México, en Baja California y Sonora las temperaturas más altas andan alrededor de los 50 Celsius y en la península de Yucatán supera los 40 Celsius. En Estados Unidos el llamado Valle de la Muerte, la zona del planeta que ha alcanzado los records de calor históricamente, el termómetro ha superado los 50 Celsius.

De acuerdo a James Hansen, antiguo científico de la NASA, quien en los años ochenta compareció en el Senado estadounidense para advertir sobre la crisis climática que se avecinaba, sostiene que hoy día estamos llegando a una nueva frontera climática, y que esta onda de calor y estas inusitadas altas temperaturas que agobian y causa severos estragos en el mundo, no se han visto en el último millón de años y puede ponerse peor en los tiempos por venir (. Hoy día, la temperatura promedio del planeta es 1.2 Celsius mayor que desde los inicios de la revolución industrial, lo cual significa que las ondas de calor, las sequías y la severidad de las tormentas no solo van a continuar, sino que pueden aumentar. Lograr la estabilización del clima planetario en un aumento promedio no mayor a 2 Celsius parece cuestión de sobrevivencia, pero lograrlo se ve sumamente difícil, mientras que la meta aspiracional del 1.5 pareciera, en este contexto, imposible.

Extraños fenómenos meteorológicos afectan al mundo. La noción de cambio climático, a diferencia de la de calentamiento global, abre la posibilidad de interpretar esta etapa de emergencia climática como una caracterizada por fenómenos contrastantes a escala global, lluvias, inundaciones y fríos intensos en algunas regiones y olas de calor, sequías, y altas temperaturas en otras. La mayor parte de los países han experimentado temperaturas arriba de 45 Celsius y Estados Unidos y China arriba de 50 Celsius. Mientras tanto, India y Corea del Sur sufren de inundaciones y lluvias intensas.

La crisis climática y sus cada vez más severas expresiones dan cuenta de los límites del orden mundial capitalista y de sus remedios para enfrentar las consecuencias de la crisis ambiental, muestran quienes son los ganadores y los perdedores del actual orden económico y político nacional e internacional responsable de la crisis, pone al descubierto la imposibilidad de resolver, entre otros, los grandes problemas ambientales que dañan con mayor fuerza a las partes más vulnerables de los mundos humanos y no humanos, hace evidente los límites de sus instituciones, de las cumbres climáticas y de sus protocolos y acuerdos, así como de toda la ideología del desarrollo sustentable, que no quiere hacer sustentable a la naturaleza y a las personas sino al mismo orden social capitalista que los somete y degrada.

Estamos hoy día en plena era cínica del capital, cuando éste no muestra ningún recato, ningún pudor en ostentar su poder absoluto, llegando al atrevimiento de poner a sus servidores y representantes más directos en las posiciones de toma de decisión para enfrentar la crisis climática. De esto dan cuenta la elección, por parte de Naciones Unidas, de Dubai, uno de los principales centros petroleros del mundo, como sede de la próxima cumbre climática y del sultán Al Jaber, representante del poder petrolero del mundo árabe, como presidente de la cumbre. Como diría el rey Lear, tiempos de peste son estos…

Centro de Estudios Críticos Ambientales, Tulish Balam

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